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El Cristo Triunfante

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    El testimonio de los guardas de la tumba, 5 de octubre

    “Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos”. Mateo 28:4.CT 287.1

    ¿Dónde estaban los guardias romanos? Se les había permitido contemplar al poderoso ángel que había entonado el cántico triunfal en ocasión del nacimiento de Cristo. Ahora los ángeles entonaban el cántico del amor redentor...CT 287.2

    Cuando el séquito celestial quedó oculto de su vista, [los guardias] se levantaron y tan prestamente como los podían llevar sus temblorosas piernas se encaminaron hacia la puerta del jardín. Tambaleándose como borrachos, con una palidez mortal en sus rostros, contaron las nuevas maravillosas a cuantos encontraban. Los mensajeros los precedieron y fueron a los sumos sacerdotes y dignatarios, informando lo mejor que pudieron lo que había ocurrido. Los guardias iban a donde estaba Pilato, pero las autoridades judías, y los sumos sacerdotes y príncipes ordenaron que fueran traídos primero a su presencia. Estos soldados ofrecían una extraña apariencia. Temblorosos de miedo, con los rostros pálidos, daban testimonio de la resurrección de Cristo y también de la multitud que traía consigo por ser Aquel que tiene el poder de dar vida...CT 287.3

    [Los guardias] no habían tenido tiempo para pensar ni para decir otra cosa que la verdad. Creyeron que su historia habría de ser valorada por aquellos hombres supuestamente justos que los habían empleado. Sin embargo, este informe no agradó a los gobernantes...CT 287.4

    Los soldados fueron sobornados para que informaran una falsedad y los sacerdotes les garantizaron que si este asunto llegaba a los oídos de Pilato, como seguramente ocurriría, ellos se harían responsables de las acciones de los soldados. Así, también compraron el silencio de Pilato. E hicieron algo más. Por medio de mensajeros especiales, enviaron el informe que habían preparado a cada rincón de la nación...CT 287.5

    Muchos llegaron a creer en Jesús cuando contemplaron las terribles escenas que ocurrieron. Recordaron la voz que se oyó al pie de la cruz en medio del ruido y la confusión: “Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de clamar había expirado así, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”... Todas las miradas se volvieron hacia el lugar de donde provino la voz. ¿Quién había hablado? Era el centurión y un grupo de soldados romanos, paganos e idólatras...CT 287.6

    ¿Qué iluminó y convenció a estos hombres que no debían abstenerse de confesar su fe en Jesús? Fue el sermón que fue pronunciado en cada acto de Cristo y en su silencio siendo sometido a crueles abusos... En aquel cuerpo lacerado, herido y quebrantado que pendía de la cruz, el centurión reconoció al Hijo de Dios.—Manuscrito 115, 1897.CT 287.7

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