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El Cristo Triunfante

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    Dios libra a su pueblo del enemigo, 8 de abril

    “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche”. Éxodo 14:21.CT 107.1

    “Que marchen” fueron las palabras transmitidas por Moisés y que repitieron los capitanes de las diferentes divisiones. En obediencia las huestes de Israel recorrieron el trayecto que de una manera sorprendente y maravillosa se les había preparado. La luz procedente de la columna de fuego de Dios resplandecía sobre las espumosas olas e iluminaba el camino que se había abierto como poderoso surco a través del mar.CT 107.2

    A medida que la nube avanzaba lentamente, los centinelas egipcios descubrieron que los israelitas habían abandonado el campamento y de inmediato el poderoso ejército se alistó para avanzar. Podían oír a los hebreos que marchaban, pero les era imposible verlos, pues la nube que iluminaba a Israel, era para los egipcios una muralla impenetrable de tinieblas. Guiados por el sonido los egipcios entraron por la asombrosa senda que Dios había preparado para su pueblo. Toda aquella noche prosiguieron, pero avanzaron con lentitud, pues sus carruajes se movían pesadamente. Pero seguían avanzando con la esperanza de que la oscuridad se disipara y pudieran aprehender al pueblo fugitivo.CT 107.3

    Al fin las sombras de la noche se desvanecieron y al romper el alba el ejército perseguidor ya casi daba alcance a los fugitivos hebreos... Ante sus ojos asombrados la misteriosa nube se transformó en una columna de fuego que ascendía desde la tierra hasta el cielo. Los truenos retumbaron y los relámpagos resplandecieron. “Las nubes echaron inundaciones de aguas; tronaron los cielos, y discurrieron tus rayos. La voz de tu trueno estaba en el torbellino; tus relámpagos alumbraron el mundo. Se estremeció y tembló la tierra”.CT 107.4

    Los egipcios fueron presa de la confusión y la consternación. En medio de la ira de los elementos, en los cuales escuchaban la voz airada del Señor, se esforzaron por desandar sus pasos y huir hacia la costa que habían abandonado. Pero Moisés extendió su cayado y la muralla de agua con un silbido y rugido estrepitoso se precipitó devorando al ejército egipcio y sepultándolo en sus oscuras profundidades.CT 107.5

    Al romper el alba, se reveló ante los ojos de la multitud de Israel lo que quedaba de aquel poderoso enemigo: sólo algunos restos humanos que eran arrastrados por el mar hacia la costa. Lo que comenzó siendo una noche ensombrecida por terribles peligros amaneció con liberación en sus alas... Jehová solo les había traído rescate y hacia él se volvieron sus corazones con gratitud y con fe. Sus emociones prorrumpieron en cantos de alabanza.—Manuscrito 6a, 1903.CT 107.6

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