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En los Lugares Celestiales

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    Remedio seguro para el pecado, 17 de enero

    Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Isaías 1:18.ELC 25.1

    Lo que debiera causar el gozo más profundo es el hecho de que Dios perdona el pecado. Si aceptamos su promesa y abandonamos nuestros pecados, está listo y dispuesto a limpiarnos de toda injusticia. Nos dará un corazón puro y la presencia permanente de su Espíritu pues Jesús vive para interceder por nosotros. Pero ... las cosas espirituales se disciernen espiritualmente. Una fe viviente, activa y permanente es la que discierne la voluntad de Dios, la que se apropia de las promesas y se beneficia con las verdades de su Palabra. No es porque somos justos, sino porque somos necesitados, imperfectos, descarriados e impotentes por nosotros mismos por lo que debemos depender de la justicia de Cristo y no de la nuestra.—Carta 4, 1889.ELC 25.2

    Cuando recibas las palabras de Cristo como si te fueran dirigidas personalmente, cuando te apliques la verdad a ti mismo como si fueras el único pecador sobre la faz de la tierra por el cual murió Cristo, aprenderás a reclamar por fe los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado...ELC 25.3

    Muchos sienten que sus defectos de carácter les hacen imposible hacer frente a la norma que ha levantado Cristo; pero todo lo que deben hacer los tales es humillarse a cada paso bajo la poderosa mano de Dios...ELC 25.4

    Cuando él [Cristo] ve a los hombres levantando las cargas, tratando de llevarlas con mente humilde, desconfiando de sí mismos y confiando en él, añade a la obra de ellos la perfección y suficiencia de él, y eso es aceptado por el Padre. Somos aceptos en el Amado. Los defectos del pecador son cubiertos por la perfección y plenitud del Señor, Justicia nuestra. Los que con voluntad sincera y corazón contrito se esfuerzan humildemente para vivir a la altura de los requerimientos de Dios, son considerados por el Padre con amor compasivo y tierno.—Ibid.ELC 25.5

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