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En los Lugares Celestiales

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    “La niña de sus ojos” 4 de octubre

    Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Tras la gloria me enviará él a las naciones que os despojaron; porque el que os toca, toca a la niña de su ojo. Zacarías 2:8.ELC 286.1

    La iglesia de Cristo, por debilitada y defectuosa que sea, es el único objeto en la tierra al cual él concede su suprema consideración... El Señor tiene un pueblo, un pueblo escogido, su iglesia que debe ser suya, su propia fortaleza, que él sostiene en un mundo rebelde y herido por el pecado.—Testimonios para los Ministros, 15.ELC 286.2

    La iglesia es la propiedad de Dios, y Dios la recuerda constantemente mientras ella está en el mundo, sujeta a las tentaciones de Satanás. Cristo nunca ha olvidado los días de su humillación. Al abandonar las escenas de su humillación, Jesús no perdió nada de su humanidad. Conserva el mismo amor tierno y piadoso, y siempre es conmovido por la angustia humana. Siempre tiene en cuenta que él fue un Varón de dolores, experimentado en quebrantos. No olvida a su pueblo que lo representa, que está luchando para sostener su ley pisoteada. Sabe que el mundo que lo ha odiado odia también a su pueblo. Aun cuando Cristo Jesús ha pasado a los cielos, allí continúa siendo una cadena viviente que une a sus creyentes con su propio corazón de amor infinito. Los más humildes y débiles están unidos a su corazón por una cadena de simpatía. Nunca olvida que es nuestro representante y que lleva nuestra naturaleza.ELC 286.3

    Jesús ve a su verdadera iglesia en la tierra, cuya mayor ambición consiste en cooperar con él en la grandiosa obra de salvar almas. Oye sus oraciones presentadas con contrición y poder, y la Omnipotencia no puede resistir sus ruegos por la salvación de cualquier miembro probado y tentado del cuerpo de Cristo ... Jesús vive siempre para interceder por nosotros. Por medio de nuestro Redentor, ¿qué bendiciones no recibirá el verdadero creyente? La iglesia, que está por entrar en su más severo conflicto, será el objeto más querido para Dios en la tierra.—Testimonios para los Ministros, 15, 16.ELC 286.4

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