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En los Lugares Celestiales

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    Nuestro ejemplo en la obediencia, 2 de mayo

    Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca. 1 Pedro 2:21, 22.ELC 131.1

    Cristo vino a la tierra y vivió una vida de perfecta obediencia para que los hombres y las mujeres, mediante su gracia, pudieran también vivir vidas de perfecta obediencia... Ante nosotros está la maravillosa posibilidad de ser obedientes como Cristo a todos los principios de la ley de Dios. Pero somos incapaces al extremo de alcanzar por nosotros mismos esa posición. Todo lo que es bueno en el hombre le llega mediante Cristo. La santidad que la Palabra de Dios dice que debemos tener antes de poder ser salvados es el resultado de la obra de la gracia divina [que se nos imparte] cuando nos sometemos a la disciplina y a la influencia moderadora del Espíritu de verdad.ELC 131.2

    La obediencia del hombre puede ser hecha perfecta sólo por el incienso de la justicia de Cristo que llena de fragancia divina cada acto de verdadera obediencia. La parte del cristiano consiste en perseverar en someter toda falta. Debe orar constantemente al Salvador que sane las dolencias de su alma enferma. No tiene la sabiduría y la fuerza sin las cuales no puede vencer. Estas pertenecen al Señor quien las concede a aquellos que con humildad y contrición lo buscan pidiendo ayuda...ELC 131.3

    Dios hará más que cumplir las más elevadas expectativas de los que confían en él. Desea que recordemos que si somos humildes y contritos estaremos donde él puede y quiere manifestarse a nosotros. Se complace cuando le presentamos sus mercedes y bendiciones del pasado como una razón por la cual debe concedernos más altas y mayores bendiciones. Es honrado cuando lo amamos y damos testimonio de la sinceridad de nuestro amor guardando sus mandamientos... No hay nada tan grande y poderoso como el amor de Dios por los que son sus hijos.—The Review and Herald, 15 de marzo de 1906.ELC 131.4

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