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El Ministerio de la Bondad

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    Capítulo 34—Nuestra responsabilidad individual

    “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma: y ninguno decía ser suyo algo de lo que poseía; mas todas las cosas les eran comunes. ... Que ningún necesitado había entre ellos; porque todos los que poseían heredades o casas, vendiéndolas, traían el precio de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; y era repartido a cada uno según que había menester”. Hechos 4:32-35.

    Un trabajo individual encomendado a los seguidores de Cristo—Cristo encomienda a sus discípulos una obra individual, que no se puede delegar. La atención a los enfermos y a los pobres y la predicación del Evangelio a los perdidos, no deben dejarse al cuidado de juntas u organizaciones de caridad. El Evangelio exige responsabilidad y esfuerzo individuales, sacrificio personal.—El Ministerio de Curación, 106.MB 277.1

    Se suplirán las necesidades a medida que impartamos—Por medio del profeta, Cristo nos ha ordenado: “Que partas tu pan con el hambriento”, “y saciares el alma afligida”, “que cuando vieres al desnudo, lo cubras”, “y a los pobres errantes metas en casa”. Nos ha dicho: “Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a toda criatura”. Pero cuán a menudo nos descorazonamos y nos falta la fe, al ver cuán grande es la necesidad y cuán pequeños los medios en nuestras manos. Como Andrés al mirar los cinco panes de cebada y los dos pececillos, exclamamos: “¿Qué son éstos para tantos?” Con frecuencia, vacilamos, nada dispuestos a dar todo lo que tenemos, temiendo gastar y ser gastados para los demás. Pero Jesús nos ha ordenado: “Dadles vosotros de comer”. Su orden es una promesa; y la apoya el mismo poder que alimentó a la muchedumbre a orillas del mar.MB 277.2

    El acto de Cristo al suplir las necesidades temporales de una muchedumbre hambrienta, entraña una profunda lección espiritual para todos los que trabajan para él. Cristo recibía del Padre; él impartía a los discípulos; ellos impartían a la multitud; y las personas unas a otras. Así, todos los que están unidos a Cristo, recibirán de él el pan de vida, el alimento celestial, y lo impartirán a otros. ...MB 278.1

    Los discípulos eran el medio de comunicación entre Cristo y la gente. Esto debe ser de gran estímulo para sus discípulos de hoy. Cristo es el gran centro, la fuente de toda fuerza. Sus discípulos han de recibir de él sus provisiones. Los más inteligentes, los mejor dispuestos espiritualmente, pueden otorgar a otros solamente lo que reciben. De sí mismos, no pueden suplir en nada las necesidades del alma. Podemos impartir únicamente lo que recibimos de Cristo; y podemos recibir únicamente a medida que impartimos a otros. A medida que continuamos impartiendo, continuamos recibiendo; y cuanto más impartamos, tanto más recibiremos. Así podemos constantemente creer, confiar, recibir e impartir.MB 278.2

    La obra de fomentar el reino de Cristo irá adelante, aunque por todas las apariencias progrese lentamente y las imposibilidades parezcan testificar contra su progreso. La obra es de Dios, y él proporcionará los recursos y mandará quienes ayuden, discípulos fieles y fervientes, cuyas manos estén también llenas de alimento para la muchedumbre hambrienta. Dios no se olvida de los que trabajan con amor para dar la Palabra de vida a las almas que perecen, quienes a su vez extienden las manos para recibir alimento para otras almas hambrientas.—El Deseado de Todas las Gentes, 337, 338.MB 278.3

    La carga no debe ser transferida a las organizaciones—En nuestro trabajo para Dios, corremos el peligro de confiar demasiado en lo que el hombre, con sus talentos y capacidad, puede hacer. Así perdemos de vista al único Artífice Maestro. Con demasiada frecuencia, el que trabaja para Cristo deja de comprender su responsabilidad personal. Corre el peligro de pasar su carga a organizaciones, en vez de confiar en Aquel que es la fuente de toda fuerza. Es un grave error confiar en la sabiduría humana o en los Números para hacer la obra de Dios. El trabajar con éxito para Cristo depende no tanto de los Números o del talento como de la pureza del propósito, de la verdadera sencillez de una fe ferviente y confiada. Deben llevarse responsabilidades personales, asumirse deberes personales, realizarse esfuerzos personales en favor de los que no conocen a Cristo. En vez de pasar nuestra responsabilidad a alguna otra persona que consideramos más capacitada que nosotros, obremos según nuestra capacidad.—Ibid. 338.MB 279.1

    Dios proveerá los medios—Los medios de los cuales disponemos no parecerán tal vez suficientes para la obra; pero si queremos avanzar con fe, creyendo en el poder de Dios que basta para todo, se nos presentarán abundantes recursos. Si la obra es de Dios, él mismo proveerá los medios para realizarla. El recompensará al que confíe sencilla y honradamente en él. Lo poco que se emplea sabia y económicamente en el servicio del Señor del cielo, se multiplicará al ser impartido. En las manos de Cristo, la pequeña provisión de alimento permaneció sin disminución hasta que la hambrienta multitud quedó satisfecha. Si vamos a la Fuente de toda fuerza, con las manos de nuestra fe extendidas para recibir, seremos sostenidos en nuestra obra, aun en las circunstancias más desfavorables, y podremos dar a otros el pan de vida.—Ibid. 339.MB 279.2

    Arriesgad algo para salvar almas—Hay un temor a atreverse a salir y a correr riesgos en la gran obra, desconfiando de que la inversión de los recursos no sea recompensada. ¿Qué pasará si se usan recursos y aún no podemos ver que por ese medio se hayan salvado almas? ¿Qué pasará si hay una pérdida indudable de una porción de nuestros recursos? Mejor trabajar y mantenerse trabajando que no hacer nada. No sabéis qué cosa prosperará, si esto o aquello. Los hombres invierten dinero en acciones y soportan graves pérdidas, y eso se toma como cosa natural. Pero en la obra y en la causa de Dios, los hombres tienen miedo de aventurarse. Les parece que pierden dinero cuando se invierte en el trabajo de salvar almas y no trae resultados inmediatos. Los mismos medios que ahora se invierten tan escasamente en la causa de Dios y que son tan egoístamente retenidos, dentro de muy poco tiempo serán arrojados con todos los ídolos a los topos y a los murciélagos. Pronto el dinero se depreciará muy súbitamente cuando la realidad de las escenas eternas se abra ante los sentidos del hombre.MB 280.1

    Dios tendrá hombres que lo arriesgarán todo y todas las cosas para salvar almas. Aquellos que no se mueven mientras no pueden ver claramente delante de ellos cada paso del camino, no serán de provecho en este tiempo para llevar adelante la verdad de Dios. Ahora debe haber obreros que quieran proseguir adelante tanto en la oscuridad como en la luz y que se sostendrán valientemente bajo el desaliento y las esperanzas frustradas y que trabajarán sin embargo con fe, con lágrimas y paciente esperanza, sembrando junto a todas las aguas, confiando en que el Señor dará la recompensa. Dios llama a hombres de temple, de esperanza, fe y paciencia, a trabajar en el momento crítico.—The True Missionary, enero de 1874.MB 280.2

    Se necesita cada dólar—El fin de todas las cosas está a la vista y Dios llama a los hombres a realizar un servicio activo y cumplir su deber, porque él lo desea y el mundo necesita su ayuda. Bajo la guía del Espíritu Santo los hombres llegarán a ser prudentes en el desembolso de los recursos y los usarán de acuerdo a la importancia y magnitud de la obra que debe ser realizada. ... El Señor Dios del cielo invita a los hombres a arrojar sus ídolos, a desarraigar cada deseo extravagante, a no incurrir en gastos que sencillamente sean movidos por la ostentación o exhibición, y a ser económicos al comprar vestidos y muebles. No gastéis un dólar del dinero de Dios para comprar artículos innecesarios. Vuestro dinero significa la salvación de almas. No sea gastado para comprar joyas, oro o piedras preciosas. ...MB 281.1

    Podéis dar miles de dólares para la causa, y sin embargo cada dólar extra, cada libra esterlina extra, es demandada. Se necesita cada libra esterlina, cada chelín para que se use y se invierta de tal manera que os dé tesoros imperecederos. Mis queridos amigos, que amáis a Dios y deseáis servirle de todo corazón, os ruego que os preguntéis cuando gastáis vuestro dinero en hacer compras: “¿Estoy glorificando a Dios, o simplemente estoy satisfaciendo un deseo humano? ¿Invertiré este dinero que tengo en mi mano para agradarme, para hacer regalos a mis hijos o a mis amigos, o seré colaborador con Cristo, un modelo para todos los que están estudiando para glorificar a Dios?” Se nos da la regla: “Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios”.—Carta 90, 1895.MB 281.2

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