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El Evangelismo

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    Evangelismo pastoral

    El cuidado de los creyentes nuevos—Cuando los hombres y mujeres aceptan la verdad, no hemos de alejarnos y abandonarlos, para no sentir ninguna preocupación futura por ellos. Han de ser atendidos. Han de ser llevados como una carga sobre el alma; debemos velar sobre ellos como mayordomos que deben rendir cuenta. Además, cuando habláis a la gente, dad a cada uno su porción de alimento a su debido tiempo, pero necesitáis estar en la posición que os permita darle alimento.—Manuscrito 13, 1888.Ev 254.1

    Alimenta mis corderos—El Señor Jesús le dijo a Pedro: “Y tú, vuelto a mí, fortalece a tus hermanos”. Lucas 22:32 (VM). Y después de su resurrección, justamente antes de su ascensión dijo a su discípulo: “Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos”. Juan 21:15.Ev 254.2

    Esta era una obra en la que Pedro tenía poca experiencia; pero no podía tener una vida cristiana plena a menos que aprendiese a alimentar a los corderos, a aquellos que son jóvenes en la fe. Esto requeriría mucho cuidado y mucha paciencia y perseverancia, a fin de dar a los que las ignoran las verdades adecuadas, a fin de abrir ante ellos las Escrituras y de educarlos para que lleguen a ser útiles en el cumplimiento de sus deberes. Esta es la obra que hoy debe efectuarse en la iglesia, porque en caso contrario los abogados de la verdad tendrán una experiencia inferior y estarán expuestos a la tentación y el engaño. La comisión dada a Pedro debería ser tomada a pecho por cada pastor. Una vez tras otra la voz de Cristo se oye repitiendo la comisión dada a los subpastores: “Apacienta mis corderos” y “Apacienta mis ovejas”.Ev 254.3

    En las palabras que fueron dirigidas a Pedro se expresan las responsabilidades que atañen al ministro del Evangelio que tiene a su cargo la grey de Dios.—Carta 3, 1892.Ev 254.4

    Apacentando el rebaño—Hermanos míos en el ministerio evangélico, apacentemos el rebaño de Dios. Introduzcamos valor y contentamiento en cada corazón. Apartemos los ojos de nuestros hermanos de los rasgos negativos de carácter que casi todos poseen, y enseñémosles a contemplar a Cristo, que es todo él codiciable y señalado entre diez mil...Ev 254.5

    Dios ha confiado a los seres mortales preciosos tesoros de verdad. Estas gemas pueden compararse a una hermosa fruta que ha de presentarse a la gente en vasos limpios, puros y santos, para que acepten esa fruta y disfruten de ella para la gloria de Dios.—Manuscrito 127, 1902.Ev 255.1

    Visitad cada familia—Como pastor del rebaño [el ministro] debe cuidar las ovejas y los corderos, buscando a los perdidos y descarriados, y trayéndolos de vuelta al redil. Debe visitar todas las familias, no meramente como un huésped para gozar de su hospitalidad, sino para inquirir acerca de la condición espiritual de cada miembro de la casa. Su propia alma debe estar imbuída del amor de Dios; entonces, con amable cortesía, puede abrirse camino al corazón de todos, y trabajar con éxito por los padres y los hijos, rogando, amonestando, animando, como el caso lo exija.—The Signs of the Times, 28 de enero de 1886.Ev 255.2

    Acercaos a los corazones—Acercaos a vuestros hermanos; buscadlos, ayudadlos; acercaos a sus corazones como quien se compadece de sus flaquezas. Así podremos lograr victorias que nuestra débil fe no ha imaginado. A los miembros de estas familias debe asignárseles algún trabajo que realizar para el bien de las almas. El amor y la confianza mutuos les darán fuerza moral para ser colaboradores con Dios.—Manuscrito 42, 1898.Ev 255.3

    Hay que arrancar las espinas—Muchas personas que profesan ser cristianas están tan enredades en preocupaciones mundanales que no tienen tiempo para cultivar la piedad. No consideran que la verdad sea de primera importancia. Puede ser que alguien reciba la verdad, pero si no vence sus rasgos de carácter contrarios al cristianismo, esas espinas crecen y se fortalecen y matan las preciosas gracias del espíritu. Las espinas que hay en el corazón deben ser desarraigadas y echadas afuera porque el bien y el mal no pueden crecer en el corazón al mismo tiempo. Las inclinaciones humanas y los deseos no santificados deben ser suprimidos de la vida como estorbos para el crecimiento cristiano.—Carta 13, 1902.Ev 255.4

    Reprobad y exhortad—Hay una obra pastoral que hacer, y ésta significa reprobar y exhortar con toda longanimidad y doctrina; esto implica que él debe presentar la Palabra de Dios, para mostrar dónde hay deficiencias. Si hay algo en el carácter de los profesos seguidores de Cristo, el pastor debe sentir ciertamente la preocupación por ello, y no mandar despóticamente sobre la herencia de Dios. El tratar con mentes humanas es la tarea más hermosa que jamás fuera confiada al hombre mortal.—Manuscrito 13, 1888.Ev 255.5

    Convertid a menudo la reunión del sábado en una clase bíblica—Se me ha presentado repetidamente el hecho de que debe haber menos sermones por parte de los ministros que actúan meramente como pastores locales de las iglesias, realizándose más esfuerzos personales. Nuestros hermanos no deben llegar a pensar que necesitan un sermón cada sábado. Muchos que escuchan frecuentemente sermones, aun cuando la verdad les sea presentada claramente, aprenden tan sólo poco. A menudo sería más provechoso si las reuniones del sábado tuvieran el carácter de una clase de estudio bíblico. La verdad bíblica debe ser presentada de una manera tan sencilla e interesante, que todos puedan comprenderla fácilmente y captar los principios de la salvación.—Carta 192, 1906.Ev 256.1

    Se necesita más que sermones—Un ministro es una persona que sirve. Si circunscribís vuestra obra a los sermones, el rebaño de Dios sufrirá; porque necesita esfuerzo personal. Sean cortos vuestros discursos. Los sermones largos cansan, tanto a vosotros como al público. Si los ministros redujeran la duración de sus sermones a la mitad, harían más bien y les quedarían fuerzas para la obra personal. Visitad a las familias, orad por ellas, conversad con ellas, escudriñad las Escrituras con ellas, y les haréis bien. Dadles evidencia de que buscáis su prosperidad y que queréis que sus miembros sean cristianos sanos.—Manuscrito 8a, 1888.Ev 256.2

    Usad el incensario del amor fragante—Los obreros del Señor necesitan el amor de Jesús que ablanda los corazones Viva todo pastor como hombre entre los hombres. Siguiendo métodos bien regulados, vaya de casa en casa, llevando siempre el incensario de la fragante atmósfera del amor del cielo. Anticipaos a los pesares, las dificultades y los problemas de los demás. Entrad en los gozos y en los cuidados, tanto de los encumbrados como de los humildes, de los ricos como de los pobres.—Carta 50, 1897.Ev 256.3

    La predicación para los niños—En toda oportunidad adecuada repítase la historia de Jesús a los niños. En cada sermón, resérveseles un pequeño rincón. El siervo de Cristo puede hacerse amigos permanentes de estos pequeñuelos. No pierda él ninguna oportunidad de ayudarlos a hacerse más entendidos en el conocimiento de las Escrituras. Esto logrará más de lo que nos damos cuenta para cerrar el paso a las tretas de Satanás. Si los niños llegan a familiarizarse temprano con las verdades de la Palabra de Dios, ello erigirá una barrera contra la impiedad, y podrán hacer frente al enemigo con las palabras: “Escrito está”.—Obreros Evangélicos, 220 (1915).Ev 256.4

    La dedicación de los niños—No olvide el pastor de animar a los preciosos corderos del rebañó. Cristo, la majestad del cielo, dijo: “Dejad a los niños, y nos les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos”. Jesús no mandó a los niños a los rabinos; no los mandó a los fariseos, porque sabía que estos hombres les enseñarían a rechazar a su mejor Amigo. Las madres que trajeron a sus hijos a Jesús, hicieron bien. Recordad el texto: “Dejad a los niños, y no les impidáis de venir a mí; porque de los tales es el reino de los cielos”. Dirijan hoy las madres a sus hijos a Cristo. Tomen los ministros del Evangelio a los niñitos en sus brazos, y bendíganlos en él nombre de Jesús. Háblense a los pequeños palabras del más tierno amor; pues Jesús tomó a los corderitos del rebaño en sus brazos, y los bendijo.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1896.Ev 257.1

    Sermones para los visitantes—Cuando en el lugar donde se realiza el culto hay presentes hombres eruditos, estadistas y así llamadas personas honorables, el pastor piensa que debe ofrecerles un convite intelectual; pero al tratar de hacerlo, pierde la preciosa oportunidad de enseñar lecciones que fueron presentadas por el Maestro más destacado que el mundo haya conocido. Todas las congregaciones de nuestro país necesitan conocer más acerca de Cristo y de él crucificado. Una experiencia religiosa que no esté fundada en Cristo y únicamente en él, no tiene valor. Esos hombres intelectuales necesitan una presentación clara y bíblica del plan de salvación. Hay que presentarles la verdad en su sencillez y poder. Si esto no atrae su atención y si no excita el interés, no hay otra forma de interesarlos en las cosas celestiales y divinas. En toda congregación hay almas insatisfechas. Cada sábado desean escuchar una explicación definida acerca de cómo pueden ser salvados y de cómo pueden llegar a ser cristianos. La cosa importante que ellos deben saber es: ¿Cómo puede un pecador presentarse delante de Dios? Exponed ante ellos con sencillez el camino de la salvación, con tanta sencillez como hablaríais a una criatura. Destacad a Jesús como la única esperanza del pecador.—Manuscrito 4, 1893.Ev 257.2

    El descuido del trabajo por la lectura y el estudio—Con frecuencia un pastor descuida vergonzosamente los deberes que le incumben, porque carece de fuerza para sacrificar sus inclinaciones personales al retraimiento y el estudio. El pastor debe visitar a sus feligreses de casa en casa, enseñando, conversando y orando con cada familia, y atendiendo al bienestar de sus almas. No debe descuidarse a los que hayan manifestado un deseo de conocer los principios de nuestra fe, sino que se les ha de instruir cabalmente en la verdad.—Obreros Evangélicos, 352, 353 (1915).Ev 257.3

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