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La Maravillosa Gracia de Dios

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    El ejército del Señor, 21 de enero

    Tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Efesios 6:13.MGD 29.1

    La fortaleza de un ejército se mide mayormente por la eficiencia de los hombres que se encuentran en sus filas. Un general sabio instruye a sus oficiales a fin de que entrenen a cada soldado para el servicio activo. Trata de desarrollar la mayor eficiencia posible de parte de todos. Si tuviera que depender sólo de sus oficiales no podría esperar dirigir una campaña de buen éxito. Cuenta con el servicio leal e infatigable de cada hombre de su ejército. La responsabilidad descansa mayormente sobre los hombres que están en las filas.MGD 29.2

    Lo mismo ocurre en el ejército del Príncipe Emanuel. Nuestro General, que jamás ha perdido batalla, espera un servicio voluntario y fiel de todos los que se han alistado bajo su bandera. Espera que todos, tanto laicos como ministros, tomen parte en el conflicto final que se está librando ahora entre las fuerzas del bien y las huestes del mal. Todos los que se han alistado como soldados suyos deben rendir como milicianos un servicio fiel, con un agudo sentido de la responsabilidad que reposa sobre ellos como individuos.—Testimonies for the Church 9:116.MGD 29.3

    No todos los que entran en el ejército van a ser generales, capitanes, sargentos, ni siquiera cabos. No todos han de tener ni los cuidados ni las responsabilidades de los dirigentes. Pero hay que cumplir muchas otras arduas tareas de otra clase. Algunos tendrán que cavar trincheras o construir fortificaciones; otros permanecerán como centinelas; algunos otros llevarán mensajes. Si bien es cierto que se necesitan pocos oficiales, se requieren muchos soldados para formar las filas del ejército; no obstante, el buen éxito depende de la fidelidad de cada soldado. La cobardía o la traición de un solo hombre puede acarrear desastre al ejército entero.MGD 29.4

    Hay una obra ferviente que debe ser hecha por nosotros individualmente si queremos librar la buena batalla de la fe. Están en juego intereses eternos. Debemos revestirnos de toda la armadura de justicia, debemos resistir al diablo, y tenemos la segura promesa de que se batirá en retirada.—Testimonies for the Church 5:394, 395.MGD 29.5

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