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La Maravillosa Gracia de Dios

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    Para dar consuelo, 24 de abril

    El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados. 2 Corintios 1:4.MGD 122.1

    El Señor tiene gracia especial para los que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 19.MGD 122.2

    Los que han soportado los mayores sufrimientos son frecuentemente quienes proporcionan mayor consuelo a otros, difundiendo la luz del sol por dondequiera que van. Los tales han sido purificados y dulcificados por sus aflicciones; no perdieron su confianza en Dios cuando los asaltó la prueba, sino que se unieron más estrechamente a su amor protector. Los tales son pruebas vivientes del tierno cuidado de Dios, quien hace la oscuridad así como la luz y nos castiga para nuestro bien. Cristo es la luz del mundo; en él no hay tinieblas. ¡Preciosa luz! ¡Vivamos en esa luz! Digamos adiós a la tristeza y al pesar. Regocijémonos siempre en el Señor.—En Lugares Celestiales, 275.MGD 122.3

    Es vuestro privilegio recibir gracia de Cristo, quien desea capacitaros para confortar a otros con el mismo consuelo con que vosotros sois confortados en Dios... Que cada uno trate de ayudar al que está a su lado. Así tendréis un cielo en miniatura aquí en la tierra, y los ángeles de Dios obrarán por vuestro medio para causar la debida impresión... Tratad de ayudar siempre que os sea posible hacerlo. Cultivad la mejor disposición, de modo que la gracia de Dios pueda derramarse ricamente sobre vosotros.MGD 122.4

    Jóvenes y mayores pueden aprender a acudir a Dios como a Aquel que sanará, como a Aquel que simpatiza, que comprende sus necesidades y que jamás cometerá un error.—Hijos e Hijas de Dios, 270.MGD 122.5

    Encontrad tiempo para consolar a algún otro corazón, para alegrar con una palabra bondadosa y de alegría a alguien que esté batallando con la tentación, y posiblemente en aflicción.—Nuestra Elevada Vocación, 66.MGD 122.6

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