“¿Por qué lloras?”
María Magdalena, que había estado ausente durante esta escena, regresó ahora con Pedro y Juan. Más tarde, cuando ellos volvieron a Jerusalén, María quedó sola en la tumba. No podía conformarse con abandonar el lugar sin saber qué había sucedido con el cuerpo de su Señor. Mientras estaba llorando, oyó una voz que le preguntó:UE 145.7
“Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”UE 146.1
Sus ojos estaban cegados por las lágrimas y no notó quién era el que le hablaba. Pensó que era el hortelano, y le dijo en forma suplicante:UE 146.2
“Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré”.UE 146.3
Ella pensó que si la tumba de este hombre rico era considerada como un lugar demasiado honorable para su Señor, ella misma conseguiría otro lugar para él. Pero ahora oyó la propia voz de Cristo que le decía:UE 146.4
“¡María!”UE 146.5
Rápidamente enjugó sus lágrimas y contempló al Salvador. En su alegría olvidó que había sido crucificado y extendió sus manos hacia él diciendo:UE 146.6
“¡Raboni!” (Maestro).UE 146.7
“Jesús entonces dijo: ‘¡Suéltame, porque aún no he subido a mi Padre; pero ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios, y a vuestro Dios’”. Juan 20:15-17.UE 146.8
Jesús rehusó recibir el homenaje de su pueblo hasta saber si su sacrificio había sido aceptado por el Padre. Ascendió a los atrios del cielo, y de Dios mismo escuchó la seguridad de que su expiación por los pecados de los hombres había sido amplia, y de que por medio de su sangre todos podrían tener vida eterna.UE 146.9
Todo el poder del cielo y de la tierra le fue dado al Príncipe de la vida y regresó a sus seguidores en un mundo de pecado, para poder impartirles su poder y su gloria.UE 146.10