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La Única Esperanza

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    Capítulo 3—La visita de los magos

    Dios Quería que la gente supiera que Cristo estaba por venir a la tierra. Los sacerdotes debían haber enseñado al pueblo a esperar al Salvador; pero ni ellos mismos se enteraron de su venida.UE 19.1

    Por eso Dios envió a sus ángeles para anunciar a los pastores que Cristo había nacido y dónde podían encontrarlo.UE 19.2

    De la misma manera, cuando Jesús fue presentado en el templo, hubo quienes lo recibieron como Salvador. Dios había preservado la vida de Simeón y de Ana, para darles el gozoso privilegio de testificar que Cristo era el Mesías prometido.UE 19.3

    Dios quiso que otros, además de los judíos, supieran que Cristo había venido. En un lejano país del Oriente vivían unos sabios que, al estudiar las profecías acerca del Mesías, creían que su venida estaba cerca.UE 20.1

    Los judíos los llamaban paganos; sin embargo no eran idólatras. Eran hombres sinceros que deseaban conocer la verdad y hacer la voluntad de Dios.UE 20.2

    Como el Señor conoce el corazón, sabía que estos hombres eran dignos de confianza. Estaban en mejores condiciones de recibir luz del cielo que los sacerdotes judíos, llenos de egoísmo y orgullo.UE 20.3

    Estos hombres eran filósofos. Habían estudiado la obra de Dios en la naturaleza y por ello aprendieron a amarlo. Habían estudiado las estrellas, y conocían sus movimientos.UE 20.4

    Les gustaba observar los cuerpos celestes en su marcha nocturna. Y si descubrían una nueva estrella, celebraban su aparición como un gran acontecimiento.UE 20.5

    En aquella noche, cuando los ángeles se presentaron a los pastores de Belén, los sabios notaron una luz extraña en el cielo: era la gloria que rodeaba a la hueste angelical.UE 20.6

    Cuando esa luz se disipó, vieron en el cielo lo que parecía ser una estrella nueva. Inmediatamente pensaron en la profecía que dice: “Saldrá estrella de Jacob, se levantará cetro de Israel”. Números 24:17.UE 20.7

    ¿Acaso esa estrella era una señal de que había venido el Mesías? Decidieron seguirla y ver adónde los dirigía. Los guió hasta Judea, pero, cuando llegaron cerca de Jerusalén, la estrella se empañó tanto que ya no podían seguirla.UE 20.8

    Suponiendo que los judíos inmediatamente los conducirían al Salvador, los sabios fueron a Jerusalén y preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Pues su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarlo.UE 21.1

    “Al oír esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él. Y, habiendo convocado a todos los principales sacerdotes y escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo. Ellos le respondieron: En Belén de Judea, porque así fue escrito por el profeta”. Mateo 2:2-5.UE 21.2

    A Herodes no le gustó oír acerca de un rey que algún día tomaría su trono. Por eso se entrevistó a solas con los sabios y les preguntó cuándo habían visto la estrella por primera vez. Entonces los envió a Belén diciendo: “Id allá y averiguad con diligencia acerca del niño y, cuando lo halléis, hacédmelo saber, para que yo también vaya a adorarlo”. Mateo 2:8.UE 22.1

    Cuando los sabios lo oyeron, continuaron su viaje. “Y la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando, se puso sobre donde estaba el niño”. Mateo 2:9.UE 22.2

    “Al entrar en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose lo adoraron. Luego, abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra”. Mateo 2:11.UE 22.3

    Los sabios ofrecieron al Salvador las cosas más preciosas que poseían. En esto nos dieron un ejemplo. Muchos hacen regalos a sus amigos, pero no tienen nada para el Amigo celestial, de quien reciben todas las bendiciones. No tenemos que hacer esto, sino que debemos llevar a Cristo lo mejor de todo lo que poseemos: nuestro tiempo, nuestro dinero y nuestro amor.UE 22.4

    También hacemos regalos a Jesús cuando damos de nuestros recursos para consolar a los pobres y para enseñar a la gente acerca del Salvador. Así podemos ayudar a salvar a aquellos por quienes él murió. Esos son los dones que Cristo bendice.UE 22.5

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