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Mensajes para los Jóvenes

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    La batalla por cada ser humano

    Vi a ángeles malos que luchaban por las almas, y ángeles de Dios que los resistían. El conflicto era recio. Los ángeles malos se amontonaban alrededor de los hombres, corrompiendo la atmósfera con su influencia venenosa y adormeciendo su sensibilidad. Los ángeles santos observaban ansiosamente a estas almas y aguardaban la oportunidad para hacer retroceder a la hueste de Satanás. Pero no es tarea de los ángeles buenos manejar las mentes contra la voluntad de los individuos. Si ceden al enemigo y no hacen ningún esfuerzo por resistirle, poco más pueden hacer los ángeles de Dios que contener las huestes de Satanás para que no destruyan, hasta que los que están en peligro reciban conocimiento adicional que los haga despertar y dirigir la vista al cielo en procura de ayuda. Jesús no comisionará a los santos ángeles a que saquen de apuros a los que no hacen esfuerzo alguno por ayudarse a sí mismos.MJ 37.1

    Si Satanás ve que está en peligro de perder un alma, se esfuerza hasta lo infinito por conservarla. Y cuando el individuo se percata del peligro, y con aflicción y fervor mira a Jesús para obtener fuerza, Satanás teme perder un cautivo y pide un refuerzo de sus ángeles para cercar al pobre ser humano y formar a su alrededor un muro de tinieblas con el fin de que no reciba la luz del cielo. Pero si el que está en peligro persevera, y en su impotencia y debilidad confía en los méritos de la sangre de Cristo, Jesús escucha la ferviente oración de fe y envía un refuerzo de sus ángeles, que sobresalen en fuerza, para librarlo.MJ 37.2

    Satanás no puede soportar que se apele a su poderoso rival, pues teme y tiembla ante su fuerza y majestad [la de Cristo]. Toda la hueste de Satanás tiembla al sonido de la oración ferviente [...]. Y cuando los ángeles todopoderosos, vestidos con la toda la armadura del cielo, acuden en ayuda del ser desfalleciente, perseguido, Satanás y su hueste retroceden, pues saben bien que su batalla está perdida.—The Review and Herald, 13 de mayo de 1862.MJ 37.3

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