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El Hogar Cristiano

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    Capítulo 24—El tamaño de la familia

    Grave perjuicio para las madres, los hijos y la sociedad—Hay padres que, sin considerar si pueden o no atender con justicia a una familia grande, llenan sus casas de pequeñuelos desvalidos, que dependen por completo del cuidado y la instrucción de sus padres.... Este es un perjuicio grave, no sólo para la madre, sino para sus hijos y para la sociedad....HC 144.1

    Los padres deben tener siempre presente el bien futuro de sus hijos. No deben verse obligados a dedicar cada hora al trabajo pesado a fin de proveer lo necesario para la vida.1The Review and Herald, 24 de junio de 1890.HC 144.2

    Antes de aumentar su familia, deben considerar si el traer hijos al mundo habría de glorificar a Dios o deshonrarle. Deben procurar glorificar a Dios por su unión desde el principio, y durante cada año de su vida matrimonial.2Testimonies for the Church 2:380.HC 144.3

    La salud de la madre es importante—En vista de la responsabilidad que incumbe a los padres, ellos deben considerar cuidadosamente si el traer hijos a la familia es lo que más conviene. ¿Tiene la madre suficiente fuerza para cuidar de sus hijos? Y ¿puede el padre ofrecer las ventajas que amoldarán y educarán correctamente al niño? ¡Cuán poco se tiene en cuenta el destino del niño! Sólo se piensa en satisfacer la pasión, y se imponen a la esposa y madre cargas que minan su vitalidad y paralizan su fuerza espiritual. Con la salud quebrantada y el ánimo abatido se ve rodeada de un pequeño rebaño al cual no puede atender como debiera. Careciendo de la instrucción que debieran recibir, los niños crecen para deshonrar a Dios y comunicar a otros lo malo de su propia naturaleza, y así se forma un ejército al cual Satanás maneja como quiere.3The Review and Herald, 25 de octubre de 1892.HC 144.4

    Otros factores que deben considerarse—Dios quiere que los padres actúen como seres racionales y vivan de tal manera que cada hijo reciba la debida educación, y que la madre tenga fuerza y tiempo para emplear sus facultades mentales en la disciplina de sus pequeñuelos a fin de que sean dignos de alternar con los ángeles. Ella debe tener valor para desempeñar noblemente su parte y hacer su obra en el temor y amor de Dios, a fin de que sus hijos resulten en bendición para la familia y la sociedad.HC 145.1

    El esposo y padre debe considerar todas estas cosas, no sea que su esposa se vea recargada y así abrumada de abatimiento. Debe procurar que la madre de sus hijos no se vea en situación tal que no pueda atender con justicia a sus numerosos pequeñuelos y darles la debida preparación.4The Review and Herald, 24 de junio de 1890.HC 145.2

    Los padres no deben aumentar sus familias más ligero de lo que pueden cuidar y educar debidamente a sus hijos. El que haya año tras año un niño en los brazos de la madre significa una gran injusticia para ella. Reduce, y a menudo destruye, para ella el placer social y aumenta la miseria doméstica. Priva a sus hijos del cuidado, de la educación y de la felicidad que los padres tienen el deber de otorgarles.5A Solemn Appeal, 110, 111.HC 145.3

    Consejos a los padres de una familia grande—La cuestión que debéis decidir es ésta: “¿Estoy criando una familia de hijos para fortalecer la influencia de las potestades de las tinieblas y para aumentar sus filas, o estoy criando hijos para Cristo?”HC 145.4

    Si no gobernáis a vuestros hijos ni modeláis su carácter para satisfacer las exigencias de Dios, entonces cuantos menos sean los hijos que sufran por vuestra educación deficiente, mejor será para vosotros, los padres, y para la sociedad. A menos que los niños puedan ser educados y disciplinados desde su infancia por una madre sabia, juiciosa, concienzuda e inteligente que, modelando el carácter de ellos según la norma de justicia, gobierne a su familia en el temor del Señor, es un pecado aumentar la familia. Dios os ha dado la facultad del raciocinio y exige que la empleéis.6Testimonies for the Church 5:323, 324.HC 145.5

    Padres y madres, cuando sabéis que os falta conocimiento acerca de cómo educar a vuestros hijos para el Maestro, ¿por qué no aprendéis vuestras lecciones? ¿Por qué seguís trayendo al mundo hijos para aumentar las filas de Satanás? ¿Agrada a Dios esta conducta? Cuando veis que una familia numerosa tiene que recargar severamente vuestros recursos, y que al llenarse de hijos las manos de la madre, no le queda tiempo entre los nacimientos para hacer la obra que toda madre necesita hacer, ¿por qué no consideráis el resultado inevitable? Cada hijo substrae vitalidad a la madre, y cuando padres y madres no hacen uso de razón en esto, ¿qué oportunidad tienen ellos o sus hijos de ser debidamente disciplinados? El Señor invita a los padres a considerar este asunto teniendo en cuenta las realidades futuras y eternas.7Carta 107, 1898.HC 146.1

    Consideraciones económicas—[Los padres] deben considerar con calma cómo han de proveer para sus hijos. No tienen derecho de traer al mundo hijos para que sean una carga para otros. ¿Tienen una ocupación con la cual pueden contar para sostener a una familia sin que necesiten ser una carga para otros? Si no la tienen, cometen un crimen al traer a este mundo hijos para que sufran por falta de cuidados, alimentos y ropas convenientes.8Testimonies for the Church 2:380.HC 146.2

    Los que carecen seriamente de tino comercial y que son los menos preparados para progresar en el mundo llenan generalmente sus casas de hijos, mientras que por lo común los hombres capacitados para adquirir propiedades no tienen más hijos de los que pueden atender debidamente. Los que no están preparados para atenderse a sí mismos no debieran tener hijos.9A Solemn Appeal, 103.HC 146.3

    Crean a veces perplejidades para la iglesia—Muchos que apenas pueden vivir cuando están solteros, deciden casarse y criar una familia, cuando saben que no tienen con qué sostenerla. Y lo peor es que no tienen ningún gobierno de su familia. Toda su conducta en la familia se caracteriza por hábitos de negligencia. No ejercen ningún dominio propio, y son apasionados, impacientes e inquietos. Cuando los tales aceptan el mensaje, les parece que tienen derecho a la ayuda de sus hermanos más pudientes; y si no se satisfacen sus expectativas, se quejan de la iglesia, y la acusan de no vivir conforme a su fe. ¿Quiénes deben sufrir en este caso? ¿Se debe desangrar la causa de Dios y agotar su tesorería, para cuidar de estas familias pobres y numerosas? No. Los padres deben ser los que sufran. Por lo general, no sufrirán mayor escasez después de aceptar el sábado que antes.10Joyas de los Testimonios 1:94.HC 146.4

    Se restringe el servicio misionero—Al enviar misioneros a países lejanos, deben elegirse hombres que sepan economizar, que no tengan familias grandes y que, comprendiendo la brevedad del tiempo y la gran obra que debe realizarse, no llenarán de hijos sus casas y sus manos, sino que se mantendrán tan libres como les sea posible de cuanto desviaría su ánimo de la gran obra que les toca hacer. La esposa, si es consagrada y tiene libertad para hacerlo, puede, trabajando al lado de su esposo, realizar tanto como él. Dios ha bendecido a la mujer con talentos que debe usar para glorificarle conduciendo a él a muchos hijos e hijas; pero son muchas las que, pudiendo trabajar con eficiencia, se ven sujetadas al hogar para atender a sus pequeñuelos.HC 147.1

    Queremos misioneros que lo sean en el sentido más pleno de la palabra; que dejarán de lado las consideraciones egoístas y pondrán en primer lugar la causa de Dios; personas que, trabajando sinceramente para glorificarle, estarán siempre listas para ir adonde él las llame y para trabajar en cualquier cargo para difundir el conocimiento de la verdad. Se necesitan en el campo misionero hombres cuyas esposas, amando y temiendo a Dios, pueden ayudarles en la obra. Muchos padres de familia salen a trabajar, pero no se entregan por completo a la obra. Son de ánimo dividido. La esposa y los hijos los apartan de su trabajo y con frecuencia les impiden ir a los campos donde podrían entrar si no considerasen que deben estar cerca de casa.11The Review and Herald, 8 de diciembre de 1885.HC 147.2

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