Capítulo 7—La economía
Ha de ser practicada en todas las cosas
Melbourne, Australia,
3 de agosto de 1892
Mis queridos hermanos y hermanas,
Mi mente ha estado agitada durante varias noches, en sueño y en vigilia, con respecto a la obra que debe hacerse en este país. En este dilatado campo misionero hay mucho que hacer para llevar adelante la causa y la obra del Maestro, y ante la gran necesidad de medios y de obreros, no sabemos cómo puede ser realizada. Debemos humillar nuestros corazones delante de Dios y ofrecer sinceras y fervientes plegarias para que el Señor, que es rico en recursos, nos abra el camino. “Mía es la plata, y mío el oro, dice Jehová”, “y los millares de animales en los collados”.TM 177.1
La vida de Cristo, el Señor de la gloria, es nuestro ejemplo. El vino del cielo, donde todo era riqueza y esplendor; pero dejó a un lado su corona real, su manto real, y revistió su divinidad de humanidad. ¿Por qué? Para poder encontrarse con los hombres donde ellos estaban. No se colocó entre los ricos, los grandes señores de la tierra. Era la misión de Cristo alcanzar a los más pobres de la tierra. El mismo trabajó desde sus primeros años como hijo de un carpintero. Conoció lo que significaba la abnegación. Las riquezas y la gloria del cielo eran suyas, pero por nuestra causa se hizo pobre, para que nosotros, por su pobreza, fuésemos enriquecidos. El mismo fundamento de su misión era la abnegación, el sacrificio propio. El mundo le pertenecía, porque él lo hizo; sin embargo, en un mundo creado por él mismo, el Hijo del Hombre no tenía donde reclinar su cabeza. Dijo: “Las zorras tienen guaridas y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza”.TM 177.2
Estudiad el modelo
A fin de establecer y ampliar la obra en este país, es imprescindible contar con fondos para hacer una gran tarea en breve tiempo. Y la única forma de lograrlo es que en cada paso que demos tengamos como único propósito la gloria de Dios, para que no puedan decir de nosotros: Comenzaron a edificar, y no pudieron terminar. Al comenzar a hacer una obra más amplia necesitamos desde el mismo principio eliminar completamente el orgullo y la ambición mundana de nuestro corazón. Teniendo ante nosotros el ejemplo de Cristo, el más grande Maestro que el mundo conoció, no necesitamos cometer un solo error. “El que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame”. Debemos estudiar el Modelo, e inquirir a cada paso: “¿Es éste el camino del Señor?” Cometeremos ciertamente graves errores si a cada paso no hacemos resaltar ante el pueblo la abnegación y el sacrificio propio.TM 178.1
La obra en este campo misionero está todavía en su infancia. Los creyentes apenas se han iniciado en la vida cristiana, y nos hemos preocupado mucho para que esta gente en lo futuro pueda aprender cosas mayores. Todavía no se ve lo que pueden llegar a ser mediante la creencia práctica en la verdad y la santificación del ser entero por medio de ella. Las palabras y el ejemplo de nuestro Redentor en su vida de humildad y abnegación serán la luz y la fuerza de sus hijos si siguen plenamente a Jesús confiando en él a cada paso. Sea el lenguaje de nuestro corazón: “Sé tú mi modelo”. “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”. Nada es tan deseable como vivir en la forma en que Cristo vivió, negar al yo como Cristo se negó a sí mismo, y trabajar con él para buscar y salvar lo que se ha perdido.TM 178.2
Evitad el derroche
En materia de muebles, no compréis un solo artículo para hacer ostentación. Adquirid cosas útiles y que resistan el desgaste. Educad a nuestro pueblo a practicar la abnegación. Considérese que todo peso puede representar un alma, porque alguien podría ser traído al conocimiento de la verdad por el uso de ese peso en la obra misionera. Puede ser que tengamos muy buen gusto, y tal vez gocemos lo hermoso y artístico; pero, ¿acaso Cristo no tenía el gusto más fino, puro y santo? Su hogar era el cielo, y sin embargo se negó a sí mismo; la humillación señaló toda su vida, desde el pesebre hasta el Calvario. En los comienzos de la obra aquí no debemos reproducir las mismas cosas que el Señor ha condenado en los Estados Unidos, los gastos exorbitantes para complacer el orgullo y el amor a la ostentación. Rehúyanse escrupulosamente todas las cosas de este tipo.TM 179.1
Conservad la sencillez
En el comer, en el vestir, y en el amueblamiento de nuestra escuela, necesitamos conservar la sencillez de la verdadera piedad. Muchos se negarán a sí mismos y harán grandes sacrificios para hacer donaciones a fin de que la obra misionera tenga éxito, y si ellos vieran estos fondos invertidos en las telas más finas y en los más costosos muebles o artículos para la mesa de la comunión, esto tendría la más desafortunada influencia sobre esos hermanos y hermanas. Nada podría obrar en forma más decidida contra nuestra utilidad presente y futura en este país. La primerísima lección que hemos de enseñar a nuestros alumnos es la abnegación. Que sus ojos, sus sentidos, capten la lección; que todo el mobiliario de la escuela transmita instrucción práctica en el sentido de que la obra puede hacerse avanzar sólo mediante permanente sacrificio.TM 179.2
En todo lo que hagamos, sigamos de cerca el ejemplo de nuestro Salvador. Estoy profundamente convencida de estas cosas. Debemos considerar sobre qué base vamos a trabajar a fin de asegurar el éxito; debemos ir al trabajo con el corazón imbuido del Espíritu de Cristo. Entonces comprenderemos que nuestra obra debe ser llevada adelante de una manera humilde. Nuestros pastores y sus esposas deben ser ejemplos de sencillez en el vestir; deben vestir en forma prolija, cómoda, usando buenas telas, pero evitando todo lo que se asemeje a lujo y a adornos, aunque no sean costosos, porque estas cosas contribuyen a nuestro menoscabo. Debemos educar a los jóvenes a vestir con sencillez y pulcritud. Que los adornos innecesarios sean dejados de lado, aun cuando su costo sea ínfimo.TM 180.1