Jesús es acusado de estar poseído por el demonio
“Yo soy el buen pastor—declaró Jesús—; el buen pastor su vida da por las ovejas”. Juan 10:11... Estas palabras, dichas ante una gran congregación, produjeron una profunda impresión en los corazones de muchos de los presentes. Los escribas y fariseos se llenaron de celos al ver que muchos lo recibían favorablemente... Mientras él se presentaba como el “Buen Pastor”, los fariseos decían: “Demonio tiene, y está fuera de sí; ¿por qué le oís?” Otros, en cambio, distinguiendo en él al verdadero pastor, decían:VAAn 193.1
“Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos? Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón. Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente. Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí... Yo y el Padre uno somos”.VAAn 193.2
Los judíos comprendieron el significado de sus palabras y tomaron piedras para apedrearlo. Jesús, mirándolos calmadamente, les preguntó: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?” Juan 10:20-32.VAAn 193.3
Cristo, la Majestad del cielo, se mantuvo calmo y seguro como Dios frente a sus adversarios. Sus rostros ceñudos y sus manos llenas de piedras no lo intimidaron. Sabía que fuerzas invisibles, legiones de ángeles lo rodeaban, y que una sola palabra de sus labios hubiera sido suficiente para detener a la multitud si alguno osaba arrojarle una sola piedra.—The Signs of the Times, 27 de noviembre de 1893.VAAn 194.1
Aunque Cristo daba evidencias de su divino poder, sus enseñanzas no eran aceptadas sin interrupción. Los dirigentes buscaban ponerlo en ridículo ante el pueblo. Intentaban estorbarlo para que sus ideas y doctrinas no pudieran ser explicadas en forma ordenada. Pero aunque había interrupciones frecuentes, la luz brillaba en las mentes de centenares de personas. Entonces, cuando los dirigentes veían que las palabras poderosas de Cristo maravillaban a la gente, se enfurecían y le acusaban, diciendo: “¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?” Juan 8:48. Estas acusaciones no modificaban la calma dignidad de Jesús, ni le disuadían de presentarse ante ellos como superior a Abrahán y como el verdadero centro del pacto. “Antes que Abraham fuese, yo soy” (Juan 8:58), declaró. La furia de los judíos no tuvo límites, y se prepararon para apedrearle. Pero los ángeles de Dios, invisibles a los seres humanos, lo tomaron y llevaron fuera de la asamblea.—The Signs of the Times, 26 de mayo de 1890.VAAn 194.2