La naturaleza humana de Cristo
Su naturaleza humana [de Cristo] era creada; ni aun poseía las facultades de los ángeles. Era humana, idéntica a la nuestra.—Mensajes Selectos 3:146.VAAn 161.1
Cristo, con su débil humanidad, debía soportar las tentaciones de aquel que poseía los poderes de una naturaleza más elevada; la naturaleza que Dios había concedido a la familia angelical.—The Review and Herald, 28 de enero de 1909.VAAn 161.2
La historia de Belén es un tema inagotable. En ella se oculta la “profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios”. Romanos 11:33. Nos asombra el sacrificio realizado por el Salvador al trocar el trono del cielo por el pesebre, y la compañía de los ángeles que le adoraban por la de las bestias del establo. La presunción y el orgullo humanos quedan reprendidos en su presencia. Sin embargo, aquello no fue sino el comienzo de su maravillosa condescendencia. Habría sido una humillación casi infinita para el Hijo de Dios revestirse de la naturaleza humana, aun cuando Adán poseía la inocencia del Edén. Pero Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y darnos el ejemplo de una vida sin pecado.—El Deseado de Todas las Gentes, 32.VAAn 161.3
Como Dios, Cristo no podría haber sido tentado a pecar, así como en el cielo no pudo ser tentado a quebrar su alianza con el Padre. Pero al humillarse a sí mismo y tomar la naturaleza humana, Cristo podía ser tentado. No tomó la naturaleza de los ángeles sino la humana, perfectamente idéntica con la nuestra, pero sin mancha de pecado. Poseía un cuerpo y una mente humanas con todas sus peculiaridades; tenía músculos, huesos, cerebro. Siendo carne de nuestra carne, compartía la debilidad humana. Las circunstancias que rodearon su vida fueron de tal naturaleza que lo llevaron a estar expuesto a todas las inconveniencias de los hombres; no las de los ricos sino las de los pobres; de aquellos que pasan por necesidad y humillación. Respiraba el aire que nosotros respiramos y caminaba como nosotros lo hacemos. Tenía conciencia, razón, memoria, voluntad, y los afectos de un alma humana, todo unido a su naturaleza divina.—Manuscript Releases 16:181-182.VAAn 162.1
En el niño de Belén estaba velada la gloria ante la cual los ángeles se postran. Este niño inconsciente era la Simiente prometida, señalada por el primer altar erigido ante la puerta del Edén.—El Deseado de Todas las Gentes, 36.VAAn 162.2