Capítulo 73—El canto en la última gran crisis
Aprendamos ahora el canto de los ángeles—“El que sacrifica alabanza me honrará” (Salmos 50:23), dice el Señor. Todos los habitantes del cielo se unen para alabar a Dios. Aprendamos el canto de los ángeles ahora, para que podamos cantarlo cuando nos unamos a sus huestes resplandecientes. Digamos con el salmista: “Alabaré a Jehová en mi vida: cantaré salmos a mi Dios mientras viviere”. “Alábente los pueblos, oh Dios: todos los pueblos te alaben”. Salmos 146:2; 67:5.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 294.VEUC 511.1
Bajo las sombras de la aflicción—En la plena luz del día, y al oír la música de otras voces, el pájaro enjaulado no cantará lo que su amo procure enseñarle. Aprende un poquito de esto, un trino de aquello, pero nunca una melodía entera y definida. Cubre el amo la jaula, y la pone donde el pájaro no oiga más que el canto que ha de aprender. En la obscuridad lo ensaya y vuelve a ensayar hasta que lo sabe, y prorrumpe en perfecta melodía. Después, el pájaro es sacado de la obscuridad, y en lo sucesivo cantará aquel mismo canto en plena luz. Así trata Dios a sus hijos. Tiene un canto que enseñarnos, y cuando lo hayamos aprendido entre las sombras de la aflicción, podremos cantarlo perpetuamente.—El Ministerio de Curación, 374.VEUC 511.2
Esperanza en la última crisis—En medio de las sombras densas de la última gran crisis de la tierra, la luz de Dios alumbrará con más brillo, y se oirá en los acordes más diáfanos y sublimes, el canto de esperanza y confianza.—La Educación, 166, 167.VEUC 512.1
El canto triunfante en la venida de Jesús—Por un desgarrón de las nubes, una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste con la oscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad, demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como por ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres, vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: “Dios es nuestro refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto, no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura”. Salmos 46:1-3.—Seguridad y Paz en el Conflicto de los Siglos, 696, 697.VEUC 512.2