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Mensajes Selectos Tomo 1

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    El significado de la prueba

    Cuando Cristo soportó la prueba de la tentación en lo que respecta al apetito, no estaba en el bello Edén, como en el caso de Adán, con la luz y el amor de Dios que se veían doquiera descansaban sus ojos. Por el contrario, estaba en un desierto estéril y desolado, rodeado de animales salvajes. Todo lo que lo rodeaba era repulsivo y era aquello que la naturaleza humana se sentiría inclinada a rehuir. En ese ambiente, ayunó cuarenta días y cuarenta noches, “y no comió nada en aquellos días”. Lucas 4:2. Estaba demacrado por el largo ayuno y experimentaba la más aguda sensación de hambre. Ciertamente, su rostro estaba más desfigurado que el de los hijos de los hombres.1MS 319.2

    Así entró Cristo en su vida de conflicto para vencer al poderoso enemigo, para sobrellevar la prueba que precisamente Adán no había podido soportar a fin de que, teniendo éxito en el conflicto, pudiera romper el poder de Satanás y redimir a la raza humana de la desgracia de la caída.1MS 319.3

    Todo se perdió cuando Adán se rindió al poder del apetito. El Redentor, en quien se unían tanto lo humano como lo divino, estuvo en el lugar de Adán y soportó un terrible ayuno de casi seis semanas. Lo extenso de ese ayuno es la mayor evidencia de los alcances de la pecaminosidad y del poder del apetito depravado sobre la familia humana.1MS 319.4

    La humanidad de Cristo alcanzó las profundidades mismas de la desdicha humana y se identificó con las debilidades y necesidades del hombre caído, al paso que su naturaleza divina se aferraba del Eterno. Al llevar las culpas de las transgresiones del hombre, su obra no consistía en darle a éste autorización para continuar violando la ley de Dios, lo cual convertía al hombre en deudor ante la ley, deuda que Cristo mismo estaba pagando con sus sufrimientos. Las pruebas y sufrimientos de Cristo habían de impresionar al hombre con la comprensión de su gran pecado al quebrantar la ley de Dios, y habían de llevarlo al arrepentimiento y a la obediencia de esa ley, y a ser aceptado por Dios mediante la obediencia. Cristo imputaría su justicia al hombre y así lo elevaría en valor moral ante Dios, de modo que fueran aceptables sus esfuerzos para guardar la divina ley. La obra de Cristo era reconciliar al hombre con Dios mediante la naturaleza humana del Salvador, y a Dios con el hombre mediante su naturaleza divina.1MS 320.1

    Tan pronto como comenzó el largo ayuno de Cristo en el desierto, Satanás estuvo cerca con sus tentaciones. Rodeado de luz, vino a Cristo pretendiendo ser uno de los ángeles del trono de Dios, enviados en misión de misericordia para simpatizar con él y aliviarlo de su condición doliente. Pretendió hacer creer a Cristo que Dios no le requería que pasara por la abnegación y los sufrimientos que él anticipaba; que había sido enviado del cielo para darle el mensaje de que Dios sólo quería probar su disposición para sufrir.1MS 320.2

    Satanás le dijo a Cristo que sólo debía colocar sus pies sobre la senda teñida en sangre, pero que no había de recorrerla. A semejanza de Abrahán, fue probado para que mostrara su perfecta obediencia. También declaró que él era el ángel que detuvo la mano de Abrahán cuando levantó el cuchillo para matar a Isaac, y que ahora había venido para salvarle la vida; que no era necesario que soportara la dolorosa hambre y la muerte por inanición, que lo ayudaría a efectuar una parte de la obra en el plan de salvación.1MS 320.3

    Èl Hijo de Dios se apartó de todas esas astutas tentaciones y se mantuvo firme en su propósito de realizar en cada detalle, en el espíritu y en la misma letra, el plan que había sido ideado para la redención de la raza caída. Pero Satanás tenía múltiples tentaciones preparadas para entrampar a Cristo y aventajarlo. Si fracasaba en una tentación, probaría otra. Pensó que tendría éxito porque Cristo se había humillado como hombre. Se jactaba de que si se presentaba como uno de los ángeles celestiales, no podría ser descubierto. Simuló dudar de la divinidad de Cristo debido a su apariencia demacrada y las desagradables circunstancias.1MS 321.1

    Cristo sabía que, al tomar la naturaleza del hombre, no tendría una apariencia igual a la de los ángeles del cielo. Satanás lo instó a que si era realmente el Hijo de Dios le diera evidencia de su excelso carácter. Atacó a Cristo con tentaciones relacionadas con el apetito. En ese punto había vencido a Adán y había dominado a sus descendientes, y por medio de la complacencia del apetito los había inducido a provocar a Dios con su iniquidad hasta que sus crímenes habían llegado a ser tan grandes que el Señor los había eliminado de la tierra mediante las aguas del diluvio.1MS 321.2

    Bajo las tentaciones directas de Satanás, los hijos de Israel permitieron que el apetito les dominara la razón y, debido a su complacencia, fueron inducidos a cometer graves pecados que despertaron la ira de Dios contra ellos, y cayeron en el desierto. Pensó que tendría éxito venciendo a Cristo con la misma tentación. Le dijo a Cristo que uno de los ángeles excelsos había sido desterrado al mundo. Le dijo además que su aspecto [el de Cristo], indicaba que, en vez de ser el Rey del cielo, era el ángel caído, y eso explicaba su apariencia demacrada y penosa.1MS 321.3

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