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Mensajes Selectos Tomo 1

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    Capítulo 57—Cristo, el camino de la vida*Este Artículo Apareció en The Review And Herald, 4 de noviembre de 1890.

    Cristo, Nuestra Justicia

    “Jesús vino a Galilea predicando el Evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el Evangelio”. Marcos 1:14, 15.1MS 428.1

    El arrepentimiento está relacionado con la fe, y nos es presentado con insistencia en el Evangelio como esencial para la salvación. Pablo predicó el arrepentimiento. Dijo: “Nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe de nuestro Señor Jesucristo”. Hechos 20:20, 21. No hay salvación sin arrepentimiento. Ningún pecador impenitente puede creer con su corazón para justicia. El arrepentimiento es descrito por Pablo como un piadoso dolor por el pecado, que “produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse”. 2 Corintios 7:10. Este arrepentimiento no tiene en sí ningún mérito por naturaleza, sino que prepara al corazón para la aceptación de Cristo como el único Salvador, la única esperanza del pecador perdido.1MS 428.2

    Cuando el pecador contempla la ley, le resulta clara su culpabilidad, y queda expuesta ante su conciencia, y es condenado. Su único consuelo y esperanza se encuentran en acudir a la cruz del Calvario. Al confiar en las promesas, aceptando lo que dice Dios, recibe alivio y paz en su alma. Clama: “Señor, tú has prometido salvar al que acude a ti en el nombre de tu Hijo. Soy un alma perdida, impotente y sin esperanza. Señor, sálvame, o perezco”. Su fe se aferra de Cristo, y es justificado delante de Dios.1MS 428.3

    Pero al paso que Dios puede ser justo y sin embargo justificar al pecador por los méritos de Cristo, nadie puede cubrir su alma con el manto de la justicia de Cristo mientras practique pecados conocidos, o descuide deberes conocidos. Dios requiere la entrega completa del corazón antes de que pueda efectuarse la justificación. Y a fin de que el hombre retenga la justificación, debe haber una obediencia continua mediante una fe activa y viviente que obre por el amor y purifique el alma.1MS 429.1

    Santiago escribe de Abrahán y dice: “¿No fue justificado por las obras Abrahán nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abrahán creyó, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. Santiago 2:21-24. A fin de que el hombre sea justificado por la fe, la fe debe alcanzar un punto donde domine los afectos e impulsos del corazón; y mediante la obediencia, la fe misma es hecha perfecta.1MS 429.2

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