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Mensajes Selectos Tomo 1

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    Capítulo 59—La perfecta obediencia mediante Cristo*Este Artículo Apareció en The Review And Herald, 1 de noviembre de 1892.

    Cristo, Nuestra Justicia

    “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe... Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Santiago 2:24-26. Es esencial tener fe en Jesús y creer que habéis sido salvados por él, pero hay peligro de tomar la posición que muchos toman al decir: “Estoy salvado”. Muchos han dicho: “Ud. tiene que hacer buenas obras, y vivirá”. Sin embargo, fuera de Cristo, nadie puede hacer buenas obras. Muchos dicen hoy: “Cree, solamente cree, y vivirás”. La fe y las obras van juntas. El creer y el hacer se entremezclan. El Señor no requiere menos del alma, ahora, que lo que requirió de Adán en el paraíso, antes de la caída: perfecta obediencia, justicia impecable. Lo que Dios requiere, bajo el pacto de la gracia, es tan amplio como lo que requirió en el paraíso: armonía con su ley, que es santa, y justa, y buena. El Evangelio no debilita las demandas de la ley. Exalta la ley y la hace honorable. En el Nuevo Testamento no se requiere menos que lo que se requería en el Antiguo Testamento. Nadie preste oídos al engaño tan agradable al corazón humano de que Dios aceptará la sinceridad, no importa cuál sea la fe, no importa cuán imperfecta sea la vida. Dios requiere de sus hijos perfecta obediencia.1MS 438.1

    Para poder hacer frente a los requerimientos de la ley, nuestra fe debe aferrarse de la justicia de Cristo, aceptándola como su justicia. Mediante la unión con Cristo, mediante la aceptación de su justicia por la fe, podemos ser hechos idóneos para realizar las obras de Dios, para ser colaboradores con Cristo. Si estáis dispuestos a ser llevados a la deriva con la corriente del mal y a no cooperar con los instrumentos celestiales para restringir la transgresión en vuestras familias y en la iglesia, a fin de que pueda enseñorearse la justicia eterna, no tenéis fe. La fe obra por el amor y purifica el alma. Mediante la fe, el Espíritu Santo obra en el corazón para producir allí la santidad. Pero esto no puede hacerse, a menos que el instrumento humano colabore con Cristo. Sólo podremos ser hechos idóneos para el cielo mediante la obra del Espíritu Santo en el corazón, pues debemos tener la justicia de Cristo como nuestro salvoconducto si hemos de tener acceso al Padre. A fin de que tengamos la justicia de Cristo, necesitamos ser transformados diariamente por la influencia del Espíritu para ser participantes de la naturaleza divina. La obra del Espíritu Santo es elevar los gustos, santificar el corazón, ennoblecer a todo el hombre.1MS 439.1

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