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Mensajes Selectos Tomo 1

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    La cooperación con Dios

    El hombre ha de cooperar con Dios empleando cada facultad de acuerdo con la habilidad que Dios le ha dado. No ha de ser ignorante en cuanto a cuáles son las prácticas correctas de comer y beber y de todos los hábitos de la vida. El propósito de Dios es que sus instrumentos humanos procedan como seres racionales y responsables en todo sentido...1MS 445.4

    No podemos permitirnos descuidar ni un solo rayo de la luz que Dios ha dado. Ser perezosos en nuestra práctica de aquellas cosas que requieren diligencia es cometer un pecado. El agente humano ha de cooperar con Dios y mantener en sujeción aquellas pasiones que debieran ser sometidas. Para lograr esto, debe ser incansable en sus oraciones a Dios y debe obtener siempre la gracia para regir su espíritu, carácter y acciones. Mediante la gracia impartida de Cristo, puede ser capacitado para vencer. Ser vencedor significa más que lo que muchos suponen.1MS 446.1

    El Espíritu de Dios responderá al clamor de cada corazón arrepentido, pues el arrepentimiento es don de Dios y una evidencia de que Cristo atrae al alma hacia él. Así como no podemos arrepentirnos del pecado sin Cristo, tampoco podemos ser perdonados sin Cristo. Y sin embargo es una humillación para el hombre con su pasión humana y su orgullo el ir a Jesús directamente, creyendo y confiando en él, para todo lo que necesita...1MS 446.2

    No presente nadie la idea de que el hombre tiene poco o nada que hacer en la gran obra de vencer, pues Dios no hace nada para el hombre sin su cooperación. Tampoco se diga que después de que habéis hecho todo lo que podéis de vuestra parte, Jesús os ayudará. Cristo ha dicho: “Separados de mí nada podéis hacer”. Juan 15:5. Desde el principio hasta el fin, el hombre ha de ser colaborador con Dios. A menos que el Espíritu Santo actúe sobre el corazón humano, tropezaremos y caeremos a cada paso. Los esfuerzos del hombre solo no son nada sino inutilidad, pero la cooperación con Cristo significa victoria. Por nosotros mismos, no tenemos poder para arrepentirnos del pecado. A menos que aceptemos la ayuda divina, no podemos dar el primer paso hacia el Salvador. El dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin” (Apocalipsis 21:6) en la salvación de cada alma.1MS 446.3

    Pero aunque Cristo es todo, hemos de inspirar en cada hombre una diligencia incansable. Hemos de esforzarnos, luchar, sufrir intensamente, velar, orar para que no seamos vencidos por el astuto enemigo. Puesto que el poder y la gracia con los cuales podemos hacer esto provienen de Dios, siempre hemos de confiar en Aquel que puede salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a Dios por él. Nunca dejéis en la mente la impresión de que hay poco o nada que hacer de parte del hombre, sino más bien enseñad que el hombre ha de cooperar con Dios para que pueda vencer.1MS 447.1

    No diga nadie que sus obras no tienen nada que ver con su jerarquía y posición delante de Dios. En el juicio, se pronunciará la sentencia de acuerdo con lo que ha sido hecho o lo que ha sido dejado sin hacer. Mateo 25:34-40.1MS 447.2

    Se requieren esfuerzos y labor de parte del que recibe la gracia de Dios, pues el fruto es el que manifiesta cuál es el carácter del árbol. Aunque las buenas obras del hombre, sin fe en Jesús, no tienen más valor que la ofrenda de Caín, sin embargo, cubiertas con los méritos de Cristo, testifican de la idoneidad del que las hace para heredar la vida eterna. Lo que es considerado como moral en el mundo no alcanza la norma divina y no tiene más mérito delante del cielo que el que tuvo la ofrenda de Caín.—Manuscrito 26a, 1892.1MS 447.3

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