La justicia imputada
Cristo es un Salvador resucitado, pues aunque estuvo muerto, ha resucitado y vive siempre para interceder por nosotros. Hemos de creer con el corazón para justicia y con la boca hemos de hacer confesión para salvación. Los que son justificados por la fe confesarán a Cristo. “El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Juan 5:24. La gran obra que ha de efectuarse para el pecador que está manchado y contaminado por el mal es la obra de la justificación. Este es declarado justo mediante Aquel que habla verdad. El Señor imputa al creyente la justicia de Cristo y lo declara justo delante del universo. Transfiere sus pecados a Jesús, el representante del pecador, su sustituto y garantía. Coloca sobre Cristo la iniquidad de toda alma que cree. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. 2 Corintios 5:21.1MS 459.2
Cristo pagó por la culpabilidad de todo el mundo y todo el que venga a Dios por fe, recibirá la justicia de Cristo, “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. 1 Pedro 2:24. Nuestro pecado ha sido expiado, puesto a un lado, arrojado a lo profundo de la mar. Mediante el arrepentimiento y la fe somos liberados del pecado y contemplamos al Señor, nuestra justicia. Jesús sufrió, el justo por el injusto.1MS 460.1
Aunque como pecadores estamos bajo la condenación de la ley, sin embargo Cristo, mediante la obediencia que prestó a la ley, demanda para el alma arrepentida los méritos de su propia justicia. A fin de obtener la justicia de Cristo, es necesario que el pecador sepa lo que es ese arrepentimiento que efectúa un cambio radical en la mente, en el espíritu y en la acción. La obra de la transformación debe comenzar en el corazón y manifestar su poder mediante cada facultad del ser. Sin embargo, el hombre no es capaz de originar un arrepentimiento tal como éste, y sólo puede experimentarlo mediante Cristo, que ascendió a lo alto, llevó cautiva a la cautividad y dio dones a los hombres.1MS 460.2
¿Quién desea llegar al verdadero arrepentimiento? ¿Qué debe hacer? Debe ir a Jesús, tal como es, sin demora. Debe creer que la palabra de Cristo es verdadera y, creyendo en la promesa, pedir para que reciba. Cuando un sincero deseo mueve a los hombres a orar, no orarán en vano. El Señor cumplirá su palabra, y dará el Espíritu Santo para inducir al arrepentimiento con Dios y la fe en nuestro Señor Jesucristo. El pecador orará, velará y se apartará de sus pecados, haciendo manifiesta su sinceridad por el vigor de su esfuerzo para obedecer los mandamientos de Dios. Mezclará fe con la oración, y no sólo creerá en los preceptos de la ley sino que los obedecerá. Se declarará del lado de Cristo en esta controversia. Renunciará a todos los hábitos y compañías que tiendan a desviar de Dios el corazón.1MS 460.3
El que quiera llegar a ser hijo de Dios, debe recibir la verdad que enseña que el arrepentimiento y el perdón han de obtenerse nada menos que mediante la expiación de Cristo. Asegurado de esto, el pecador debe realizar un esfuerzo en armonía con la obra hecha para él y con una súplica incansable, debe acudir al trono de gracia para que el poder renovador de Dios llegue hasta su alma. Cristo únicamente perdona al arrepentido, pero primero hace que se arrepienta aquel a quien perdona. La provisión hecha es completa y la justicia eterna de Cristo es acreditada a cada alma creyente. El manto costoso e inmaculado, tejido en el telar del cielo, ha sido provisto para el pecador arrepentido y creyente, y él puede decir: “En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia”. Isaías 61:10.1MS 461.1
Se ha dispuesto gracia abundante para que el alma creyente pueda ser preservada del pecado, pues todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido colocado a nuestra disposición. Hemos de extraer del pozo de la salvación. Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree. Somos pecadores por nosotros mismos, pero somos justos en Cristo. Habiéndonos hecho justos por medio de la justicia imputada de Cristo, Dios nos declara justos y nos trata como a tales. Nos contempla como a sus hijos amados. Cristo obra contra el poder del pecado, y donde abundó el pecado, sobreabunda la gracia. “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Romanos 5:1, 2.1MS 461.2
“Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Romanos 3:24-26. “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Efesios 2:8. Se cita Juan 1:14-16.1MS 462.1