Las ilustraciones inadecuadas
Muchas ilustraciones empequeñecen la dignidad sagrada del predicador—No queremos perder de vista la santidad peculiar de esta misión de ministrar la palabra y la doctrina a la gente. Es la obra del pastor la de hablar las palabras de verdad a la gente, la verdad solemne y sagrada. Algunos forman el hábito de relatar anécdotas en sus discursos, las cuales tienen la tendencia a divertir y quitar de la mente de los oyentes el carácter sagrado de la Palabra que están impartiendo. Tales personas deberían considerar que no están dando a la gente la Palabra del Señor. Demasiadas son las ilustraciones que no tienen una influencia correcta; empequeñecen la sagrada dignidad que siempre debe ser mantenida en la presentación de la Palabra de Dios a la gente.—El Evangelismo, 155, 156.MPa 222.1
Los discursos floridos o anécdotas impropias no convencen al pecador—A menos que los predicadores estén en guardia, ocultarán la verdad bajo los adornos humanos. Ningún predicador suponga que puede convertir almas por sermones elocuentes. Los que enseñan a otros deben pedir a Dios que los llene de su Espíritu, y los habilite para elevar a Cristo como la única esperanza del pecador. Los discursos floridos, cuentos agradables, o anécdotas impropias no convencen al pecador. Los hombres escuchan las tales palabras como escucharían un canto placentero. El mensaje que el pecador debe oír es: “De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.—El Evangelismo, 142.MPa 222.2