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El Ministerio Pastoral

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    Ganarlos

    En las parábolas de la oveja perdida y la moneda extraviada, Jesús ilustró la actitud del cielo hacia los descarriados—Ellos deben ser cuidadosa y tiernamente guiados, y educados como alumnos en un colegio. Muchos tienen que desaprender teorías que han sido injertadas en sus vidas. Al convencerse que han estado en el error en relación a temas de la Biblia, son arrojados a la perplejidad y la duda. Ellos necesitan la mas tierna simpatía y la ayuda más juiciosa; deben ser cuidadosamente instruidos; y se debe orar por ellos y con ellos, vigilados y protegidos con la solicitud más amable. Aquellos que han caído en la tentación y se han descarriado de Dios, necesitan ayuda. Esta clase es representada en las lecciones de Cristo mediante la oveja perdida. El pastor dejó las noventa y nueve en el desierto, y fue en busca de la oveja perdida hasta que la halló; entonces regresó con regocijo, cargándola sobre sus hombros. También mediante la ilustración de la mujer que buscó la moneda extraviada hasta encontrarla, y juntó a sus vecinos para que se gozaran con ella pues lo perdido había sido hallado. La conexión de los ángeles celestiales con el trabajo del cristiano es claramente sacado a la luz. Hay más gozo en la presencia de los ángeles en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentimiento. Hay gozo con el Padre y con Cristo. Todo el cielo está interesado en la salvación del hombre. Aquel que es un instrumento en la salvación de un alma está en libertad de regocijarse; pues los ángeles de Dios han sido testigos de sus esfuerzos con el interés más intenso, y se gozan con él en su triunfo.—Testimonies for the Church 4:263, 264.MPa 253.1

    Que el amor de Cristo lo constriña a sentir compasión hacia los descarriados—No olviden los ministros de la cruz de nuestro Salvador su experiencia en estas cosas, mas tengan siempre presente que son tan sólo hombres sujetos a error y a las mismas pasiones que sus hermanos; y que para ayudar a éstos deben ser perseverantes en sus esfuerzos por beneficiarlos, teniendo el corazón lleno de compasión y amor. Deben acercarse al corazón de sus hermanos, y ayudarles en aquello en que son débiles y necesitan más ayuda. Los que trabajan en palabra y doctrina deben quebrantar su propio corazón duro, orgulloso e incrédulo, si quieren notar la misma obra en sus hermanos. Cristo lo ha hecho todo por nosotros, porque éramos impotentes; estábamos atados con cadenas de tinieblas, pecado y desesperación y no podíamos hacer nada por nosotros mismos. Es mediante el ejercicio de la fe, la esperanza y el amor como nos acercamos más y más a la norma de la perfecta santidad. Nuestros hermanos sienten la misma lastimosa necesidad de ayuda que hemos sentido nosotros. No debemos recargarnos con censuras innecesarias, sino que debemos permitir que el amor de Cristo nos constriña a ser muy compasivos y tiernos, para que podamos llorar por los que yerran y los que han apostatado de Dios. El alma tiene un valor infinito, que no puede estimarse sino por el precio pagado por su rescate. ¡El Calvario! ¡El Calvario! ¡El Calvario explicara el verdadero valor del alma!—Joyas de los Testimonios 1:323.MPa 253.2

    Los descarriados se pueden levantar en contra de los ministros que tratan con ellos fielmente—Algunos son tan fríos y negligentes que no se dan cuenta que están poniendo sus afectos en los tesoros terrenales, que pronto serán arrastrados para siempre. El amor al mundo los está atando, como una ropa gruesa; y a menos que cambien su curso, no sabrán cuán precioso es practicar la abnegación por amor a Cristo. Todos nuestros ídolos, nuestro amor al mundo, debe ser expulsado del corazón. Hay ministros, y fieles amigos, que ven el peligro que rodea a estas almas esclavizadas, y les presentan fielmente el error de su curso, pero éstas en vez de tomar las advertencias en el espíritu en que les son dadas, y beneficiarse, se levantan en contra de los que tratan con ellos fielmente. ¡Oh, si se levantaran de su letargo espiritual, y se familiarizaran con Dios! El mundo está cegando sus ojos para que no vean al que es invisible. No pueden discernir las cosas más preciosas que son de interés eterno, sino que ven la verdad de Dios en una luz tan débil que parece de poco valor para ellos.—The Review and Herald, 31 de octubre de 1893.MPa 254.1

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