Capítulo 3—Las características de un pastor
La influencia del carácter verdaderamente cristiano del ministro es como los radiantes rayos de sol—Dios pide a los ministros que acepten su verdad, y lleven, en su nombre, el más solemne mensaje jamás dado al mundo, de levantar el estandarte de las verdades de la Biblia, y ejemplificar sus preceptos en su vida diaria. Tal conducta induciría a creer a muchos que se han atrincherado detrás del parapeto de la infidelidad. La influencia del carácter verdaderamente cristiano del ministro es como los radiantes rayos de sol que penetran los rincones más remotos de los oscuros lugares a los que se les permita entrar. La luz que emana del ejemplo del ministro verdaderamente cristiano no debe ser vacilante e incierta como la chispa de un meteoro, sino debe tener la calma y continua brillantez de las estrellas celestiales.—The Review and Herald, 8 de agosto de 1878.MPa 37.1
Judas ejemplifica a los ministros que quizá amen a Cristo, pero se aferran a sus indeseables rasgos de carácter—En Cristo él observaba un carácter que era puro, inofensivo e inmaculado, y su corazón fue atraído a amar a su Maestro. Pero la luz del carácter de Cristo que lo iluminó, trajo consigo la responsabilidad de ceder todo rasgo natural o adquirido que no estaba en armonía con el carácter de Cristo. En esto Judas no pudo pasar la prueba. El amor al mundo estaba arraigado en su corazón, y no dejó su amor por lo mundanal, ni rindió su ambición a Cristo. El nunca llegó al punto de rendirse totalmente a Jesús. Sintió que podía retener su propio juicio y su opinión. A pesar de haber aceptado el puesto de ser ministro de Cristo, sin embargo nunca se sometió al molde divino de Cristo. Se aferró a sus rasgos indeseables de carácter, y cedió a sus propios hábitos pecaminosos, y, en vez de llegar a ser puro y semejante a Cristo, llegó a ser egoísta y codicioso.—The Signs of the Times, 18 de diciembre de 1893.MPa 37.2