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El Ministerio Pastoral

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    Entrenados para servir

    Los jóvenes, correctamente instruídos, serán fervientes obreros para el Maestro—Los jóvenes y las señoritas deben ser educados para el servicio en la causa de Dios. El Señor escoge a los jóvenes porque son de cuerpo fuerte y de mente vigorosa; y si los jóvenes son correctamente instruidos, serán fervientes obreros para el Maestro. Dios será el consejero de los jóvenes si depositan su confianza en él; los aceptará, y los elevará para ser colaboradores con él, si ellos se rinden en sumisión total a su voluntad.—The Review and Herald, 24 de marzo de 1891.MPa 320.3

    Los ministros y los miembros mayores no pueden ejercer ni la mitad de la influencia sobre la juventud que otros jóvenes—Amigos jóvenes, si ustedes se encargan de trabajar en el lugar en donde están, haciendo lo que puedan, tengan la seguridad que tendrán la ayuda de Jesús. Comiencen esta obra trabajando en favor de sus compañeros. Los ministros y los miembros de edad más avanzada, no pueden tener la mitad de la influencia sobre sus jóvenes compañeros que la que ustedes son capaces de ejercer; y deben sentir que descansa sobre ustedes la responsabilidad de hacer todo cuanto puedan por su salvación.—Historical Sketches of the Foreign Missions of the Seventh Day Adventist, 288.MPa 320.4

    Cuando la juventud trabaja por la iglesia, se cierra una puerta en contra de la tentación—¿Por qué los dirigentes de la iglesia no celebran concilios para planear formas en las que jóvenes y señoritas puedan ser entrenados para usar los talentos que les han sido confiados? ¿Por qué los miembros mayores de la iglesia no buscan hacer un trabajo bueno, ferviente y compasivo en favor de los niños y los jóvenes? Muchos han abrazado la verdad, y sin embargo no han sido educados en cuanto a cómo podrán servir en la causa de Dios, y crecer así en musculatura espiritual y vigor. Al emplear las facultades de la mente y el cuerpo de nuestros jóvenes en el servicio a Dios, se cierra una puerta en contra de las tentaciones del enemigo, y Satanás no tiene tan favorable oportunidad de entrenar a los niños y jóvenes para su servicio.—The Review and Herald, 7 de marzo de 1893.MPa 321.1

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