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El Ministerio Pastoral

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    La vida devocional

    La oración fue el centro del ministerio de Cristo—Cristo es nuestro ejemplo. Su vida fue una vida de oración. Sí, Cristo, el Hijo de Dios, igual al Padre, completamente suficiente en sí mismo, la fuente de todas las bendiciones, cuya voz podía reprender toda enfermedad, calmar la tempestad, y llamar a los muertos a la vida, oró con fuerte clamor y muchas lágrimas. A menudo pasaba noches enteras en oración. Mientras las ciudades estaban calladas por el sueño, los ángeles escuchaban los ruegos del Redentor. Contemplad al Salvador postrado en oración, su alma atormentada por la angustia. No ora por sí mismo, sino por quienes vino a salvar. En las montañas de Galilea y en el monte de los Olivos el Amado de Dios oró por los pecadores. Entonces salió a ministrarles con su lengua encendida de nuevo con el fuego viviente.—The Signs of the Times, 5 de septiembre de 1900.MPa 324.2

    Jesús reabastecía su alma a través de la oración antes de salir a ministrar—Para los creyentes judíos de Jerusalén en el tiempo de Cristo, el monte de los Olivos era con frecuencia un lugar para la devoción. Las colinas y los valles alrededor de Jerusalén, hoy tan secos y áridos, estaban entonces llenos de plantíos de olivos y huertas, y era allí donde los fieles de Israel iban a menudo a escudriñar las Escrituras y a orar. El Jardín del Getsemaní estaba entre los lugares así frecuentados. Fue en este lugar, cuando la ciudad de Jerusalén estaba envuelta en el silencio de la medianoche, que Jesús a menudo se retiraba para tener comunión con su Padre. Cuando aquellos a quienes les había ministrado todo el día se iban a sus hogares, leemos, Jesús “se retiró al monte de los Olivos”. A veces llevaba a sus discípulos con él a ese lugar de descanso, para que uniesen sus oraciones a las de él. En la oración Cristo obtenía poder de Dios, y prevalecía. Mañana tras mañana, y noche tras noche, él recibía gracia para poder impartir a otros. Entonces, con su alma henchida de gracia y fervor, salía a ministrar a las almas de los hombres.—The Signs of the Times, 15 de julio de 1908.MPa 324.3

    Jesús oraba principalmente por otros—Cristo estaba continuamente recibiendo del Padre a fin de poder impartírnoslo. “La palabra que habéis oído—dijo él—, no es mía, sino del Padre que me envió”. “El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir”. El vivió, pensó y oró, no para sí mismo, sino para los demás. De las horas pasadas en comunión con Dios él volvía mañana tras mañana, para traer la luz del cielo a los hombres. Diariamente recibía un nuevo bautismo del Espíritu Santo. En las primeras horas del nuevo día, Dios lo despertaba de su sueño, y su alma y sus labios eran ungidos con gracia para que pudiese impartir a los demás.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 105.MPa 325.1

    El ejemplo de Cristo muestra a los ministros cómo encarar los embates—¿Son tentados y fieramente abofeteados por Satanás los ministros de Cristo? También lo fue Aquel que no tuvo pecado. Cristo, nuestro ejemplo. se acercó a su Padre en esas horas angustiosas. Vino al mundo para proveer un medio donde pudiéramos encontrar gracia y fuerza para cada momento de necesidad, siguiendo su ejemplo de oración ferviente y frecuente. Si los ministros de Cristo imitaran ese modelo serían imbuídos de su espíritu y los ángeles les servirían.—The Review and Herald, 19 de mayo de 1885.MPa 325.2

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