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El Ministerio Pastoral

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    La ética y el sexo opuesto

    Adquiera fibra moral al repetir: “No deshonraré a mi Redentor”—Ud. me pregunta si debe hacer una confesión pública. Mi respuesta es: no. No deshonre al Maestro haciendo público el hecho que un ministro de la Palabra es culpable de un pecado como el que Ud. ha cometido. Ello sería una desgracia para el ministerio. De ninguna manera dé publicidad al asunto. Al hacerlo, cometería una injusticia contra la causa de Dios. Ello haría surgir pensamientos impuros en la mente de muchos de los que oigan repetir tales cosas. No contamine sus labios comunicándole el asunto a su esposa, avergonzándola y haciéndole bajar su cabeza de tristeza. Vaya a Dios y a los hermanos que conocen este terrible capítulo de su experiencia y dígales lo que tiene que decirles, y luego permita que se ofrezcan oraciones en su favor. Cultive la sobriedad. Condúzcase cuidadosamente y ore siempre. Trate de adquirir fibra moral y repita: “No deshonraré a mi Redentor”.—Testimonios Acerca de Conducta Sexual, Adulterio y Divorcio 147.MPa 69.3

    La religión práctica guía a su poseedor a controlar sus afectos—Usted podrá inteligentemente creer la verdad, pero la obra de poner en armonía con su fe cada acto de su vida y cada emoción de su corazón está aún por delante. La oración de Cristo en favor de sus discípulos justo antes de su crucifixión fue: “Santifícalos en tu verdad: Tu palabra es verdad”. La influencia de la verdad debe afectar, no solamente el entendimiento, sino también el corazón y la vida. La religión práctica y genuina guiará a quien la posee a controlar sus afectos.—Testimonies for the Church 4:371.MPa 70.1

    El pecado es pecado aún cuando el seductor sea un ministro—Si las hermanas fuesen nobles y puras de corazón, cualquier insinuación corrupta, aun de parte de sus ministros, sería repelida con tal firmeza que no se repetiría nunca más. Deben ser mentes terriblemente confundidas por Satanás las que escuchan la voz del seductor porque es un ministro, y en consecuencia faltan a los claros y positivos mandamientos de Dios y se engañan pensando que no cometen pecado. Acaso no tenemos las palabras de Juan: “El que dice: Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en él”. ¿Qué dice la ley? “No cometerás adulterio. Cuando un hombre profesa guardar la santa ley de Dios, y es un ministro de las cosas sagradas, se aprovecha de la confianza que su rango inspira y busca satisfacer sus bajas pasiones, este sólo hecho debiera ser suficiente para hacer ver a una mujer que profesa la piedad que, aunque su profesión es tan exaltada como los cielos, una propuesta impura de parte de él viene de Satanás vestido de ángel de luz. No puedo creer que la Palabra de Dios sea una presencia constante en los corazones de los que tan fácilmente rinden su inocencia y virtud ante el altar de las concupiscencias.—Testimonios para la Iglesia 2:407.MPa 70.2

    Nunca se aproveche de la confianza que la gente deposita en usted—Cuando los ministros se aprovechan así de la confianza que la gente deposita en ellos y llevan a las almas a la ruina, se hacen tanto más culpables que el pecador común, cuanto más elevada es su profesión. En el día de Dios, cuando se abra el gran libro mayor del cielo, se verá que contiene los nombres de muchos ministros que pretendieron tener pureza en su corazón y en su vida y profesaron que se les había confiado el Evangelio de Cristo, pero se aprovecharon de su situación para seducir a las almas y hacerles transgredir la ley de Dios.—Joyas de los Testimonios 2:34, 35.MPa 71.1

    Los ministros que están violando el séptimo mandamiento no deben ser confiados con la custodia de las almas—No tengo verdadero fundamento para albergar esperanza con respecto a aquellos que han actuado como pastores del rebaño, y durante años fueron tratados con paciencia por el Dios misericordioso, que los guió con reprensiones, advertencias y ruegos, pero que han escondido sus malos caminos, y han continuado en ellos, desafiando de esta manera las leyes del Dios del cielo al practicar la fornicación. Podemos dejar que se ocupen en su propia salvación con temor y temblor, después que se haya hecho todo lo posible para reformarlos; pero en ningún caso podemos confiarles la custodia de las almas. ¡Falsos pastores! ¿Será posible que los hombres que han estado ocupados en esta obra por tanto tiempo corrompan sus caminos delante del Señor a pesar de su gran experiencia y de la luz especial que tienen?—Testimonios para los Ministros, 428.MPa 71.2

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