La oración pública
La oración pública mueve el brazo de Dios—La oración mueve el brazo de la Omnipotencia. El que manda a las estrellas en su orden en el firmamento, cuya palabra domina a todo el mar, el mismo Creador infinito, obrará en favor de sus hijos si ellos le invocan con fe. El refrenará las fuerzas de las tinieblas, hasta que se dé al mundo la amonestación y todos los que quieran escucharla estén preparados para [su venida].—Joyas de los Testimonios 2:153.MPa 207.1
La oración pública debe incorporar los principios incluidos en el Padre nuestro—Jesús enseñó a sus discípulos que sólo la oración elevada por labios sinceros, y que expresa los deseos reales del alma, es genuina, y traerá las bendiciones celestiales al suplicante. El dio a sus discípulos una oración breve y a la vez amplia. Esta oración, por su simple hermosura, no tiene paralelo. Es una oración perfecta para la vida pública y privada; es digna y elevada, sin embargo tan sencilla que un niño en las rodillas de su madre la puede entender. Los hijos de Dios han repetido esta oración durante siglos, y todavía su gloria no ha disminuido. Como una gema de valor continúa siendo amada y atesorada. Esta oración es una maravillosa producción. Nadie orará en vano si en sus oraciones son incorporados los principios contenidos en ella. Nuestras oraciones en público deben ser cortas, y expresar sólo los deseos reales del alma, pidiendo con sencillez y con una fe confiada y pura por las cosas que necesitamos. La oración de un corazón humilde y contrito es el aliento vital del alma hambrienta de justicia.—The Signs of the Times, 3 de diciembre de 1896.MPa 207.2
Una vida llena del Espíritu Santo produce oraciones poderosas en público—Yo insto a mis hermanos ministros a mejorar su forma de orar. Esto puede y debe ser hecho. Debo decirles, que mientras más cortas hagan sus oraciones faltas de espiritualidad, mejor será para la congregación. Generalmente el caso es que mientras menos vitalidad celestial tiene una oración, más larga es. No pase largo tiempo en la oración delante de la congregación a menos que sepa que Dios está dictando la oración. Que las oraciones hechas en público sean cortas y llenas de fervor. La oración efectiva y ferviente de un hombre justo vale mucho; pero la oración dicha en un tono bajo, monótono e insípido no es aceptada por Dios. La voz de la oración debe ser elevada a Dios por corazones cargados por un sentimiento de necesidad. Deje que se manifieste un reavivamiento del Espíritu Santo, para que sus oraciones sean llenas del poder del cielo.—The Review and Herald, 14 de enero de 1902.MPa 207.3
Las oraciones públicas deben ser hechas con voz lenta, clara y suficiente fuerte para que todos las oigan y se unan para decir amén—Cuando ofrezcáis oración en la congregación, recordad que os dirigís a Dios, y que él desea que habléis de modo que todos los presentes puedan oír y unir sus súplicas a la vuestra. Una oración pronunciada de manera que todas las palabras estén fusionadas, no honra a Dios ni hace bien a los oyentes. Aprendan los predicadores y todos los que ofrecen oración en público a orar de manera que Dios sea glorificado y bendecidos los oyentes. Hablen lenta y distintamente, y en tono bastante alto para que todos los oigan, y puedan unirse a ellos para decir amén.—Obreros Evangélicos, 92, 93.MPa 208.1
En la oración pública se debe usar un lenguaje sencillo—El lenguaje grandilocuente no es apropiado en la oración, ya sea la petición hecha en el púlpito, en el círculo de la familia o en secreto. Especialmente aquel que ora en público debe emplear un lenguaje sencillo, a fin de que otros puedan entender lo que dice y unirse a la petición.—Obreros Evangélicos, 186.MPa 208.2
Cuando oramos debiéramos acostumbrarnos a ponernos de rodillas—Tanto en el culto como en privado, es privilegio nuestro doblegar las rodillas ante el Señor cuando le ofrecemos nuestras peticiones. Jesús, nuestro modelo, “puesto de rodillas oró”. Acerca de sus discípulos está registrado que también oraban “puestos de rodillas”. Pablo declaró: “Doblo mis rodillas al Padre de nuestro Señor Jesucristo”. Al confesar ante Dios los pecados de Israel, Esdras estaba de rodillas. Daniel “hincábase de rodillas tres veces al día, y oraba, y confesaba delante de su Dios”... Y la invitación del salmista es: “Venid, adoremos y postrémonos, arrodillémonos ante el Eterno, nuestro Hacedor”.—Obreros Evangélicos, 187.MPa 208.3