Capítulo 35—La obra misionera
El 10 de diciembre de 1871 se me mostró que Dios quería realizar una gran obra por medio de la verdad, con tal que hombres consagrados y abnegados se entregasen incondicionalmente a la labor de predicar la verdad a las gentes sumidas en tinieblas. Quienes conozcan la preciosa verdad y estén consagrados a Dios, deben aprovechar cuantas ocasiones se les deparen de comunicarla. Los ángeles de Dios mueven el corazón y la conciencia de las gentes de otras naciones, y las almas sinceras se conturban al presenciar las señales de los tiempos en el vacilante estado de las naciones. preguntándose para sí: “¿Como acabará todo esto?” Al paso que Dios y los ángeles mueven el corazón de las gentes, los siervos de Cristo parecen dormir. Pocos trabajan en perfecto acuerdo con los mensajeros celestes.1TS 208.1
Si los predicadores y el pueblo de Dios estuvieran lo suficientemente despiertos, no permanecerían tan indiferentes, ya que Dios los ha honrado haciéndolos depositarios de su ley, imprimiéndola en sus mentes y grabándola en sus corazones. Estas verdades de vital importancia han de poner al mundo a prueba; y sin embargo, en nuestro propio país hay ciudades, villas y aldeas que jamás oyeron el mensaje amonestador. Los jóvenes que se sienten conmovidos por los llamamientos hechos para favorecer esta magna obra del adelanto de la causa de Dios, dan algunos pasos adelante, pero no se preocupan de la obra lo suficiente para lograr lo que podrían hacer.1TS 208.2
Si los jóvenes que empiezan a trabajar en esta causa tuviesen espíritu misionero, darían pruebas de que Dios los ha llamado efectivamente a la obra. Pero al no ir a lugares nuevos, sino que se contentan con ir de iglesia en iglesia, dan pruebas de que no sienten sobre sus hombros el peso de la obra. Las ideas de nuestros jóvenes predicadores no son bastante amplias. Su celo es demasiado débil. Si los jóvenes estuvieran despiertos y fuesen consagrados al Señor, serían diligentes en todo momento y procurarían hacerse idóneos para llegar a ser obreros en los campos misioneros.1TS 208.3
Los jóvenes han de estudiar idiomas extranjeros para que Dios pueda emplearlos como instrumentos en comunicar su salvadora verdad a los pueblos de otras naciones. El aprendizaje de los idiomas extraños puede efectuarse mientras se trabaja en beneficio de los pecadores. Si los jóvenes saben aprovechar el tiempo, mejorarán su mente y se capacitarán para más amplios servicios. Si las jóvenes, que hasta ahora apenas han tenido responsabilidad alguna, se entregasen a Dios, podrían capacitarse para el servicio estudiando idiomas extranjeros, y ocuparse en traducir.1TS 209.1
Nuestras publicaciones deben imprimirse en diversos idiomas para que lleguen a las naciones extranjeras.1TS 209.2
Mucho puede conseguirse por medio de la prensa, pero todavía más puede lograrse si la influencia de la labor de los predicadores acompaña a nuestras publicaciones. Se necesitan misioneros que vayan a otros países a predicar cuidadosa y escrupulosamente la verdad. El esfuerzo personal puede ensanchar grandemente la causa de la verdad presente.1TS 209.3
Cuando las iglesias vean jóvenes celosos de capacitarse para ampliar su labor y dedicarla a las ciudades, villas y aldeas que nunca escucharon la verdad; cuando vean que hay misioneros deseosos de ir voluntariamente a llevar la verdad a otras naciones, entonces cobrarán las iglesias mucho más aliento y fuerza que si se limitasen a recibir el servicio de jóvenes inexpertos. Las iglesias revivirán cuando el corazón de sus pastores se inflame de amor y celo por la verdad, con el deseo de ganar almas. Por lo general, las iglesias tienen de por sí dones y poder para su propio beneficio y robustecimiento, así como para atraer y conservar las ovejas y corderos en el redil. Sin embargo, es preciso que queden reducidas a sus propios recursos, a fin de actualizar para el servicio los dones que están ahora latentes y dormidos.1TS 209.4
El Señor ha tocado el corazón de hombres de idioma extranjero trayéndolos bajo la influencia de la verdad a fin de capacitarlos para trabajar en su causa. Dios los puso al alcance de la oficina de publicaciones, para que sus administradores aprovechasen sus servicios, si echaban de ver las necesidades de la causa. Es preciso publicar literatura en otros idiomas con objeto de despertar el interés y el espíritu de indagación en las gentes de otros países.1TS 211.1
Así como la predicación de Noé amonestó, atestiguó y puso en prueba a los habitantes del mundo antes de que el diluvio de las aguas los aniquilase y rayese de la haz de la tierra, así la verdad señalada por Dios para estos últimos días, está realizando análoga obra de amonestar, atestiguar y probar al mundo. Las publicaciones editadas por la oficina llevan el sello del Eterno. Se difunden por todos los ámbitos del país y deciden el destino de las almas. Hay ahora mucha necesidad de quienes traduzcan y dispongan nuestras publicaciones en otros idiomas, para que el mensaje de amonestación llegue a todas las naciones y las pruebe con la luz de la verdad, a fin de que cuantos vean esta luz puedan convertirse de la transgresión a la obediencia de la ley de Dios.1TS 211.2
Deben aprovecharse todas las ocasiones para extender la verdad a otras naciones. A este objeto será necesario hacer muchos gastos; pero en ningún caso ha de estorbar el temor de los gastos el cumplimiento de la obra misionera. Los recursos sólo tienen valor cuando sirven para el adelanto de los intereses del reino de Dios. El Señor ha prestado a los hombres los medios para este objeto, y deben emplearlos en comunicar la verdad a sus prójimos.1TS 211.3
Ahora es tiempo a propósito para invertir los recursos en la obra de Dios. Ahora es tiempo de enriquecerse en buenas obras, atesorándonos un buen fundamento para el porvenir, de modo que logremos la vida eterna. Un alma ganada para el reino de Dios vale más que todas las riquezas terrenas. Somos responsables ante Dios, de las almas con las que nos ponemos en contacto, y cuanto más íntima sea nuestra relación con nuestros prójimos, tanto mayor será nuestra responsabilidad. Todos constituímos una gran fraternidad y debemos interesarnos grandemente por el bien del prójimo. No debemos perder ni un momento. Si hasta ahora hemos descuidado este asunto, hora es ya de que redimamos el tiempo, no sea que nuestras ropas queden manchadas con sangre de almas. Como hijos de Dios, ninguno de nosotros está eximido de tomar parte en la gran obra de Cristo en la salvación de nuestros prójimos.1TS 212.1
Muy difícil será extirpar prejuicios y convencer a los incrédulos de que son desinteresados nuestros esfuerzos para ayudarles. Pero esto no ha de entorpecer nuestra labor. No hay en la palabra de Dios precepto alguno que nos obligue a beneficiar tan sólo a quienes aprecian y corresponden a nuestros esfuerzos ni favorecer únicamente a quienes agradecen los favores. Dios nos ha enviado a trabajar en su viña. Nuestra obligación es hacer todo cuanto podamos. “Por la mañana siembra tu simiente, y a la tarde no dejes reposar tu mano: porque tú no sabes cuál es lo mejor, si esto o lo otro.” Eclesiastés 11:6.1TS 212.2
Nuestra fe es demasiado poca. Limitamos al Santo de Israel. Debemos congratularnos de que Dios se digne emplear a algunos de nosotros por instrumentos. Toda fervorosa oración elevada con fe en súplica de algo, recibirá respuesta. Acaso no llegue la respuesta tal como la esperábamos ni según nuestro designio, pero llegará a su debido tiempo, cuando mayormente la necesitemos. Pero ¡oh cuán pecaminosa es nuestra incredulidad! “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho.” Juan 15:7.1TS 213.1
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La conversión de las almas a Dios es la obra mayor y más noble en que puedan participar los seres humanos. En esta obra, se revela el poder de Dios, su santidad, su tolerancia, y su amor ilimitado. Cada verdadera conversión le glorifica, y hace que los ángeles entonen cantos de alabanza.1TS 213.2
Se nos avecina el fin de la historia de esta tierra, y los diferentes ramos de la obra de Dios se han de llevar a cabo con sacrificio abnegado mucho mayor que el manifestado actualmente. La obra para estos postreros días es, en un sentido especial, una obra misionera. La presentación de la verdad presente, desde la primera letra de su alfabeto hasta la última, requiere esfuerzo misionero. La obra que se ha de hacer exige sacrificio en todo paso hacia adelante. De este servicio altruista saldrán los obreros purificados y refinados como el oro probado en el fuego.1TS 213.3