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Testimonios Selectos Tomo 1

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    Apéndice

    El don de profecía*Los dos capítulos de este apéndice, “El don de profecía,” y “Comprobado por la Palabra.” fueron escritos por los pastores R. W. Munson y D. E. Robinson, en el otoño de 1914.

    En el principio, cuando el hombre fué creado y puesto en el jardín del Edén, podía hablar cara a cara con su Creador y con los ángeles. Sin embargo, al caer en pecado, se le retiró este privilegio, y quedó el hombre sujeto a la muerte e incapaz de ver la maravillosa gloria de Dios ni de vivir en su presencia.1TS 235.1

    Pero aunque el hombre caído ya no podía hablar directamente con Dios, siempre ha estado nuestro amoroso Padre celestial en comunicación con la familia humana. Mediante el ministerio de los ángeles, ha proporcionado al hombre protección contra las infiuencias del mal, ayudándole a vivir de acuerdo con su voluntad. Por virtud del Espíritu Santo, ha hablado Dios al corazón del hombre, capacitando con ello aun a los más pecadores e ignorantes para encontrar el camino del bien obrar y la vida eterna.1TS 235.2

    También ha hablado Dios a la caída estirpe de Adán por boca de hombres escogidos a quienes en sueños y visiones dió conocimiento de sus designios. A estos mensajeros de la divina voluntad se les ha llamado santos varones o profetas, destinados por el Señor para la especial misión de recibir y comunicar la verdad del cielo al género humano. Dios dice: “Si tuviereis profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él.” Números 12:6.1TS 235.3

    Las Sagradas Escrituras son una compilación de los escritos de hombres tan señaladamente honrados, que llevaron mensajes de Dios a las gentes de su tiempo, enseñaron verdades espirituales y dieron consejos y amonestaciones para la iglesia del porvenir. A los “profetas” fué revelado “que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas de los que os han predicado el evangelio.” 1 Pedro 1:10-12.1TS 235.4

    La era de los patriarcas

    El don de profecía no está limitado a una época. En el inspirado registro hallamos desde un principio ejemplos de su manifestación. Enoc, el séptimo desde Adán, fué profeta. Previendo el porvenir muchos siglos adelante, vió en profética visión la venida del Señor y la ejecución de los juicios finales sobre los impíos. Judas 14, 15.1TS 236.1

    Dios se apareció en visión a Abrahán, Isaac y Jacob, prediciéndoles las bendiciones que derramaría sobre su posteridad. Renovó con ellos su pacto y vieron de antemano la recompensa final del justo y contemplaron las bellezas de aquella ciudad celestial cuyo artífice y hacedor es Dios. Hebreos 11:10.1TS 236.2

    Moisés, escogido por Dios para sacar a los israelitas de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la tierra de Canaán, fué un poderoso profeta. Predijo el advenimiento del Mesías en estas palabras: “Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios: a él oiréis.” Deuteronomio 18:15. Dios reveló muchas cosas a este fiel varón, y aunque no se le reveló plenamente la divina gloria, dice la Escritura que habló con Dios “cara a cara.” Deuteronomio 34:10.1TS 236.3

    Después de establecidos los hijos de Israel en Canaán, la influencia de los idólatras que los rodeaban los desvió del verdadero Dios y les hizo adorar al sol, a la luna y a las estrellas, y también adoraron imágenes de oro, plata, madera y piedra. Así transgredieron los mandamientos del cielo que se les habían dado para su propio bien. El amoroso corazón de Dios se afligió al ver a su pueblo escogido apartado de su Creador y Bienhechor, y siguiendo una conducta que iba a llevarlo a la ruina.1TS 236.4

    Entre la apostasía general hubo algunos que mantuvieron su alianza con Jehová y de entre ellos escogió Dios profetas, a los que comisionó para exhortar al pueblo al arrepentimiento y advertirle de los males que seguramente le acarrearía su conducta. “Y Jehová el Dios de sus padres envió a ellos por mano de sus mensajeros, levantándose de mañana y enviando; porque él tenía misericordia de su pueblo, y de su habitación.” 2 Crónicas 36:15.1TS 237.1

    Entre los profetas de Israel, sobresalieron Samuel, Elías, Eliseo, Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel. Con vehementes palabras exhortaron al pueblo a que se apartara de sus malos caminos, asegurándole que el Señor le recibiría indulgentemente, le bendeciría y sanaría su desliz. Algunos de los escritos de estos profetas tienen especial aplicación al tiempo en que vivimos. Escribieron sobre lo que “acontecerá en lo postrero de los tiempos” o en el “tiempo del fin.” Isaías 2:2; Daniel 12:4.1TS 237.2

    En ocasión del primer advenimiento de Cristo

    Malaquías fué el último profeta del Antiguo Testamento. Durante el período de formalismo religioso que precedió a la primera venida de Cristo, no se registra dato alguno acerca de que hubiese manifestaciones especiales del don de profecía, aunque fueron enviados algunos profetas para preparar el camino del Mesías. Zacarías, padre de Juan el Bautista, “fué lleno de Espíritu Santo, y profetizó.” Lucas 1:67. Simeón, “hombre justo y pío,” que “esperaba la consolación de Israel,” vino por Espíritu al templo, y profetizó respecto a Jesús, que sería “luz para ser revelada a los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel.” La profetisa Ana “hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.” Lucas 2:25, 32, 38. Nunca hubo mayor profeta que Juan el Bautista, escogido por Dios para proclamar a Israel el advenimiento del “Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan 1:29.1TS 237.3

    En los días de los apóstoles

    El comienzo de la era cristiana fué señalado por la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de diversos dones espirituales, entre ellos el de profecía. En el libro de los Hechos leemos las inspiradas expresiones de Pedro, de Esteban y de otros cristianos de la iglesia, así como de las cuatro hijas de Felipe, “doncellas que profetizaban,” y del profeta Agabo. Hechos 21:9, 10.1TS 238.1

    El apóstol Pablo tuvo visiones de la gloria del cielo. Véase 2 Corintios 12:1-7. En el capítulo doce de la primera epístola a los Corintios dedica extensa consideración a los dones del Espíritu que fueron otorgados no sólo para una época sino “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo.” Efesios 4:13. “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero doctores; luego facultades; luego dones de sanidades, ayudas, gobernaciones, géneros de lenguas.” 1 Corintios 12:28.1TS 238.2

    Juan, el último superviviente de los doce apóstoles de Jesús, era profeta. En el Apocalipsis refiere las visiones que tuvo mientras estaba desterrado en la isla de Patmos, diciendo que eran “la revelación de Jesucristo, que Dios le dió, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder presto; y la declaró, enviándola por su ángel a Juan su siervo, el cual ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.” Apocalipsis 1:1, 2.1TS 238.3

    El don de profecía desaparece

    Las Escrituras predicen un gran retroceso, que ya empezó a manifestarse en la época apostólica entre algunos falsos hermanos de la iglesia, y que por último había de resultar en la “apostasía” y revelación del “hombre de pecado, el hijo de perdición,” de quien habla Pablo en su epístola a los tesalonicenses. 2 Tesalonicenses 2:1-7.1TS 239.1

    En cumplimiento de estas predicciones, nos refiere la historia que después de la muerte del último apóstol de Jesús, algunos miembros de la iglesia cristiana empezaron a desviarse de la sencillez de la verdad enseñada por Cristo hasta que al cabo se unieron al mundo en sus prácticas paganas.1TS 239.2

    Según pasaban los años, la iglesia crecía en número y popularidad, resultando de ello que muchos fueron relajándose en su obediencia a las enseñanzas de la Biblia, hasta que finalmente, en los siglos V y VI de la era cristiana, la mayor parte de los que se llamaban cristianos no vivían de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, y durante muchos siglos predominó una forma apóstata del cristianismo. Fué suprimida la verdad hasta perderse de vista y prevaleció la ignorancia.1TS 239.3

    A estos siglos de apostasía los llama la historia “edad del obscurantismo,” durante la cual se llevaron a efecto muchos intentos de alterar o desechar varias enseñanzas fundamentales de la Biblia. En semejantes circunstancias, no es extraño que tanto en dicha época como en la que precedió inmediatamente al primer advenimiento de Cristo, desapareciera casi por completo la manifestación del don de profecía.1TS 239.4

    Restaurado en los últimos días

    Pero al propio tiempo que las Escrituras predicen esta tremenda apostasía, también enseñan explícitamente que poco antes de la segunda venida de Cristo, serán rescatados muchos de las tinieblas del error y la superstición. Una vez más ha de quedar la tierra iluminada por la gloria de Dios. Han de brillar de nuevo las puras verdades de la Biblia, y en esta época de celestial iluminación que señale la cercanía del fin de la edad, los dones del Espíritu volverán a manifestarse en la verdadera iglesia. “Y será en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; y vuestros mancebos verán visiones, y vuestros viejos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.” Hechos 2:17, 18; Joel 2:28, 29.1TS 239.5

    En términos claros habla el profeta Juan de la última iglesia o “iglesia remanente” diciendo de ella que la forman quienes “guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesucristo.” Cuando Juan quiso una vez adorar al ángel que se le había aparecido en visión, el ángel le dijo: “Mira que no lo hagas: yo soy siervo contigo, y con tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús: adora a Dios.” Apocalipsis 19:10.1TS 240.1

    En análogas circunstancias, el ángel le dijo a Juan, según relata otro pasaje:1TS 240.2

    “Mira que no lo hagas: porque yo soy siervo contigo, y con tus hermanos los profetas.” Apocalipsis 22:9.1TS 240.3

    El pensamiento es evidentemente el mismo en ambos pasajes. En uno se dice que los “hermanos” de Juan “tienen el testimonio de Jesús;” y en el otro pasaje se llaman “profetas” a estos “hermanos.”1TS 240.4

    Por lo tanto, los profetas tienen “el testimonio de Jesús;” y el ángel que se apareció a Juan es seguramente el mensajero especialmente encargado de dar instrucciones a todos los profetas. Sin duda es el ángel Gabriel, que se le apareció al profeta Daniel. Véase Daniel 8:16; 9:21. El mismo ángel le dice después a Juan: “El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” Apocalipsis 19:10.1TS 240.5

    Comparando la expresión bíblica: “Testimonio de Jesús” con la afirmación de Apocalipsis 12:17 (VM) relativa al “residuo de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús,” inferimos que antes de la segunda venida de Cristo, su verdadera iglesia guardará sus mandamientos y tendrá el espíritu de profecía.1TS 241.1

    El rápido cumplimiento de las predicciones de la Sagrada Escritura referen es a las señales y sucesos que han de presagiar las finales escenas de la historia de la tierra, es una prueba evidente de que vivimos en los últimos días. Por lo tanto, ha de haber hoy día un número de cristianos que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo o sea el espíritu de profecía. ¿En dónde encontrarlos?1TS 241.2

    *****

    Ahora se necesitan obreros—misioneros médicos evangelistas. No podréis dedicar largos años a la preparación. Las puertas ahora abiertas para la verdad se cerrarán pronto para siempre. Proclamad el mensaje ahora. No esperéis, dejando que el enemigo se apodere de los campos ahora abiertos delante de vosotros. Salgan pequeños grupos a hacer la obra que Cristo asignó a sus discípulos. Trabajen como evangelistas, diseminando nuestras publicaciones, y hablando de la verdad a quienes encuentren. Oren por los enfermos, atendiendo a sus necesidades, no con drogas, sino con los remedios de la naturaleza, y enseñándoles cómo recuperar la salud y evitar la enfermedad.1TS 241.3

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