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Testimonios Selectos Tomo 1

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    Capítulo 21—Oración y fe

    La verdadera fe demanda y recibe la prometida bendición antes de comprenderla y sentirla. Debemos enviar nuestras peticiones al lugar santísimo con tal fe que ésta dé por recibidos los prometidos beneficios y los considere ya suyos. Entonces hemos de creer que recibiremos la bendición, porque nuestra fe ya se la apropió, y, según la Palabra, es nuestra. “Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.” Marcos 11:24. Esto es fe, fe desnuda, fe pura; creer que recibiremos la bendición aun antes de efectivamente recibirla. Cuando la prometida bendición se siente y disfruta, la fe queda anonadada. Pero algunos suponen que tienen mucha fe cuando participan grandemente del Espíritu Santo, y que no pueden tener fe a menos que sientan el poder del Espíritu. Estos confunden la fe con la bendición dimanante de la fe.1TS 124.1

    Precisamente el tiempo más a propósito para ejercer fe es cuando nos sentimos privados del Espíritu. Cuando densas y tenebrosas nubes obscurecen la mente, entonces es hora de dejar que la fe viva atraviese las tinieblas y disipe las nubes.1TS 124.2

    La verdadera fe descansa en las promesas contenidas en la palabra de Dios y únicamente quienes obedezcan a esta Palabra pueden pretender sus gloriosas promesas. “Si estuviereis en mí, y mis palabras estuvieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho.” Juan 15:7. “Y cualquier cosa que pidiéremos, la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” 1 Juan 3:22.1TS 124.3

    Debemos orar mucho en secreto. Cristo es la vid, y nosotros los sarmientos. Para creer y fructificar, hemos de absorber continuamente nutritiva savia de la viviente Vid, porque separados de la vid no tendremos fuerza.1TS 125.1

    Le pregunté al ángel por qué no había más fe y poder en Israel. Me respondió: “Soltáis demasiado pronto el brazo del Señor. Asediad al trono con peticiones, y persistid en ellas con firme fe. Las promesas son ciertas. Creed que vais a recibir lo que pidáis y lo recibiréis.” Se me presentó, entonces, el caso de Elías, quien estaba sujeto a las mismas pasiones que nosotros y oraba fevorosamente. Su fe soportó la prueba. Siete veces oró al Señor y por fin vió la nubecilla.1TS 125.2

    Vi que habíamos dudado de la seguridad de la promesa y ofendido al Salvador con nuestra falta de fe. El ángel dijo: “Cíñete la armadura y, sobre todo, toma el escudo de la fe que resguardará tu corazón, tu vida toda, de los furiosos dardos de los malvados.” Si el enemigo logra que los abatidos aparten sus ojos de Jesús, se miren a sí mismos y fijen sus pensamientos en su indignidad en vez de fijarlos en los méritos, amor y compasión de Jesús, él los despojará del escudo de la fe; y ellos quedarán expuestos a violentas tentaciones. Por lo tanto, los débiles han de volver los ojos hacia Jesús y creer en él. Entonces ejercitarán la fe.1TS 125.3

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