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Testimonios Selectos Tomo 1

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    La asamblea de Camden

    El sábado por la mañana se reunieron unos cuantos para el culto, pero la engañosa mujer no estaba presente. Le pregunté a una hermana si todos los creyentes estaban presentes y me respondió que sí. La mujer a quien yo había visto en visión vivía a casi siete kilómetros del lugar y la hermana no pensó en ella. Pero muy luego vino, e inmediatamente reconocí en ella a la mujer cuyo verdadero carácter me había mostrado el Señor.1TS 130.2

    Durante la asamblea, habló la mujer largo rato, diciendo que tenía perfecto amor y gozaba santidad de corazón, que no tenía pruebas ni tentaciones, sino que disfrutaba de perfecta paz y se sometía a la voluntad de Dios.1TS 130.3

    Al salir de la asamblea, volví a casa del Hno. Preston muy entristecida. Aquella noche soñé que un gabinete secreto lleno de inmundicia se abría ante mis ojos, y se me dijo que había de limpiarlo. A la luz de una lámpara quité la inmundicia, y les dije a quienes estaban conmigo que el gabinete había de llenarse con objetos más valiosos.1TS 130.4

    El domingo por la mañana nos reunimos con los hermanos, y mi esposo se levantó a predicar sobre la parábola de las diez vírgenes. No tenía facilidad de palabra y propuso que orásemos un rato. Nos inclinamos ante el Señor y nos pusimos a orar fervorosamente. Desvanecióse la negra nube y fuí arrebatada en visión, y otra vez se me mostró el caso de aquella mujer. La veía en completas tinieblas. Jesús miraba ceñudamente hacia ella y su esposo. Aquel temible ceño me hizo temblar. Vi que la mujer obraba hipócritamente, pues fingía santidad mientras que su corazón estaba del todo corrompido.1TS 130.5

    Al salir de la visión, relaté temblorosa, pero fielmente, lo que había visto. La mujer dijo sin turbarse: “Me alegro de que el Señor conoce mi corazón y sabe que le amo. Si Vds. pudieran escudriñar en mi corazón, verían que es puro y limpio.”1TS 131.1

    Algunos de los presentes vacilaban en su ánimo. No sabían si creer lo que el Señor me había mostrado, o si dejar que las apariencias venciesen al testimonio que yo había dado.1TS 131.2

    Poco después de esto, la mujer se sintió sobrecogida de un miedo terrible. Llena de horror, empezó a confesar. Fué de casa en casa entre sus incrédulos vecinos confesando que el hombre con quien vivía desde muchos años hacía no era su marido, sino que había huido de Inglaterra abandonando a su verdadero esposo y a un hijo. Confesó muchas otras maldades. Su arrepentimiento parecía sincero y en varias ocasiones restituyó lo que había tomado injustamente.1TS 131.3

    Esta experiencia tuvo por efecto que nuestros hermanos de Camden y sus vecinos, creyeran firmemente que Dios me había revelado cuanto dije, y que por amor y misericordia se les había dado el mensaje para salvarlos de la decepción y de nocivo error.1TS 131.4

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