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Testimonios Selectos Tomo 1

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    Visita a Míchigan y Wisconsin

    En la primavera de 1854, volvimos a visitar Míchigan, y aunque hubimos de recorrer caminos escabrosos y atravesar cenagosos lodazales, no desfalleció mi fortaleza. Sentíamos que era deseo del Señor que visitáramos Wisconsin, y en Jackson nos dispusimos a emprender el viaje y tomar el tren a última hora de la noche.1TS 146.1

    Mientras nos estábamos preparando para ir a tomar el tren, sentimos honda y solemne emoción y convinimos en orar un rato; y al entregarnos de nuevo a Dios, no pudimos reprimir el llanto. Fuimos a la estación con un sentimiento de profunda solemnidad. Al ir a subir al tren quisimos acomodarnos en un coche delantero que tenía asientos con altos respaldos, esperando así poder dormir algo aquella noche; pero el coche ya estaba lleno y pasamos al siguiente en el cual encontramos asiento. No me quité el sombrero como solía hacer cuando viajaba de noche, sino que me guardé el maletín en la mano como si esperase algo. Y mi esposo y yo nos comunicamos nuestros singulares sentimientos.1TS 146.2

    Se habría alejado el tren unos cinco kilómetros de Jackson cuando empezó a dar violentas sacudidas de avance y retroceso, hasta que al fin se detuvo. Abrí la ventanilla y vi que uno de los coches se había enderezado casi completamente y de él salían agonizantes gemidos en medio de una gran confusión. La máquina había descarrilado, pero el coche en que íbamos nosotros se había quedado en los rieles separado unos treinta metros de los demás. El eslabón no estaba roto, sino que nuestro coche se había desenganchado del precedente como por mano de algún ángel. El furgón de equipajes no sufrió mucho daño y nuestro voluminoso baúl lleno de libros quedó indemne. El coche de segunda clase resultó por completo destrozado, y sus astillas, con los viajeros, se esparcieron por ambos lados de la vía. El coche en que nosotros habíamos tratado de conseguir asiento quedó muy mal parado, y uno de sus extremos se elevaba sobre el montón de ruinas. De la catástrofe resultaron cuatro pasajeros muertos o mortalmente heridos, y muchos otros heridos de gravedad. Tuvimos la seguridad de que Dios había enviado a un ángel para salvarnos la vida.1TS 146.3

    Regresamos a casa del hermano Cirineo Smith, cerca de Jackson, y al día siguiente tomamos el tren para Wisconsin. Dios bendijo nuestra visita a este estado. A consecuencia de nuestros esfuerzos se convirtieron muchas almas. El Señor me fortaleció para soportar el fatigoso viaje.1TS 147.1

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