Regreso a Rochester
Volvimos de Wisconsin muy fatigados, deseosos de descansar, aunque muy tristes de encontrar enferma a la Hna. Ana, que estaba muy débil. Las pruebas se multiplicaban a nuestro alrededor. Teníamos muchas congojas. Los empleados de la oficina se hospedaban en nuestra casa, y éramos de quince a veinte en familia. Las reuniones del sábado y las conferencias se celebraban en nuestra casa. No teníamos sábado tranquilo, porque algunas hermanas solían quedarse todo el día con sus chiquillos, y generalmente no consideraban nuestros hermanos y hermanas las incomodidades, cuidados y gastos suplementarios que con ello nos traían. Y como los empleados de la oficina cayeron enfermos uno tras otro y necesitaban especial cuidado, yo temía que al fin nos rendiría la ansiedad con el excesivo trabajo. A menudo pensaba que ya no podíamos resistir más. Sin embargo, las dificultades aumentaban y vi con sorpresa que no nos vencían. Aprendimos la lección de que era posible sobrellevar más pruebas y sufrimientos de lo que habíamos imaginado en un principio. El vigilante ojo del Señor estaba fijo en nosotros para evitar nuestra destrucción.1TS 147.2
El 29 de agosto de 1854, el nacimiento de Guillermo añadió nueva responsabilidad a nuestra familia, y me distrajo de algunas de las tribulaciones que me rodeaban. Por entonces recibimos el primer número del periódico falsamente titulado: El Mensajero de la Verdad. Los que en este periódico nos calumniaban habían sido reprobados por sus vicios y errores. No soportaron la reprobación, y secretamente al principio, y abiertamente después, emplearon su influencia contra nosotros.1TS 148.1
El Señor me había mostrado el carácter y el resultado final de este grupo. El enojo del Señor se dirigía contra cuantos estaban relacionados con dicho periódico y su mano se alzaba contra ellos, de suerte que aunque durante algún tiempo pudiesen prosperar, y engañar algunas personas sinceras, la verdad triunfaría con el tiempo, y todas las almas honradas se librarían del engaño que las había aprisiondo, y se apartarían de la influencia de aquellos malvados contra quienes estaba la mano de Dios, y por lo tanto, habían de hundirse.1TS 148.2