Capítulo 28—El espiritismo moderno
El 24 de agosto de 1850 vi que los “misteriosos golpes” eran efectos del poder de Satanás. Algunos procedían directamente de él, y otros indirectamente por medio de sus agentes; pero todos dimanaban de Satanás, quien cumplía su obra de distintos modos. Sin embargo, en las iglesias y en el mundo, había muchos tan sumidos en densas tinieblas que se figuraban que los fenómenos espiritistas eran obra del poder de Dios.1TS 166.1
Dijo el ángel: “¿ No consultará el pueblo a su Dios? ¿Apelará por los vivos a los muertos?” ¿Han de ir los vivos a aprender de los muertos? Los muertos nada saben. En vez de acudir al Dios vivo ¿recurriréis a los muertos? Se han apartado del Dios vivo para conversar con los muertos que nada saben. Véase Isaías 8:19, 20.1TS 166.2
Vi que no tardaría en calificarse de blasfemia todo cuanto se dijera en contra de los fenómenos espiritistas, los cuales se irían extendiendo más y más, con incremento del poder de Satanás, y que algunos de sus adeptos tendrían poder para obrar milagros, y hasta para hacer bajar fuego del cielo a la vista de los hombres. Se me mostró que por los golpes y el mesmerismo, estos magos modernos explicarían aún todos los milagros hechos por nuestro Señor Jesucristo, y que muchos creerían que todas las poderosas obras que hizo el Hijo de Dios cuando estuvo en la tierra, fueron hechas por este mismo poder. 1TS 166.3
Se me recordó el tiempo de Moisés, y vi las señales y prodigios que Dios obró por su medio delante de Faraón, la mayoría de los cuales fueron imitados por los magos de Egipto; y se me mostró que, precisamente antes de la liberación final de los santos, Dios obraría poderosamente para su pueblo, y que a estos magos modernos se les permitiría que imitasen la obra de Dios.1TS 168.1
Pronto llegará este tiempo, y habremos de asirnos firmemente del robusto brazo de Jehová, porque todos los prodigios y grandes señales del demonio tienen por finalidad engañar y vencer al pueblo de Dios. Nuestra mente debe estar fija en Dios, y no hemos de tener el temor que tienen los malvados, es decir, no hemos de temer lo que ellos temen ni reverenciar lo que ellos reverencian sino ser esforzados y valientes en pro de la verdad. Si nuestros ojos se abrieran veríamos en nuestro derredor a los ángeles malignos tramando alguna nueva traza con que dañarnos y destruirnos; pero también veríamos a los ángeles de Dios que con su poder nos amparan, porque el vigilante ojo de Dios está siempre sobre Israel para el bien, y él protegerá y salvará a su pueblo si confía en él. Cuando el enemigo irrumpa como una inundación, el Espíritu del Señor enarbolará un estandarte contra él.1TS 168.2
Dijo el ángel: “Acuérdate de que estás en terreno encantado.” Vi que debemos vigilar y ponernos la completa armadura, embrazando el escudo de la fe para permanecer en pie y para que no nos dañen los ígneos dardos del maligno.1TS 168.3