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Testimonios Selectos Tomo 1

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    Capítulo 29—Los lazos de Satanás

    Vi que Satanás ordenaba a sus ángeles que tendieran sus lazos especialmente contra quienes esperaban el segundo advenimiento de Jesús y guardaban todos los mandamientos de Dios. Les dijo Satanás a sus ángeles que las iglesias dormían, y que iba a acrecentar su poder con mentirosos prodigios, y que podría retenerlas. Dijo además: “Pero nosotros odiamos a la secta de los que observan el sábado, que sin cesar están obrando contra nosotros y arrebatándonos súbditos para que guarden la odiada ley de Dios. Id y embriagad de inquietudes a los dueños de tierras y dinero. Si lográis que pongan su afecto en estas cosas, serán nuestros. Digan y crean lo que quieran, procuraremos que cobren más afición al dinero que al éxito del reino de Cristo o a la difusión de las verdades que odiamos. Presentémosles el mundo en la más halagüeña luz, para que lo amen e idolatren.1TS 169.1

    “Debemos retener en nuestras filas todos los recursos que podamos llegar a regir. Cuanto más recursos destinen los discípulos de Cristo a su servicio, mayor daño ocasionarán a nuestro reino arrebatándonos nuestros súbditos. Cuando celebran reuniones en diferentes lugares, estamos en peligro. Por lo tanto, vigilad atentamente. Provocad disturbios y confusiones si os es posible. Destruid el mutuo amor. Desalentad y abatid a sus predicadores; porque los odiamos. Imbuid plausibles excusas a los que disponen de recursos para que no los entreguen. Intervenid si podéis en los asuntos de dinero y sumid a los predicadores en la necesidad y penuria, porque así se debilitarán su valor y celo. Disputad el terreno palmo a palmo. Haced que la avaricia y el amor a los bienes terrenos sean los dominantes rasgos de su carácter, pues mientras así sea, quedarán atrás la salvación y la gracia.1TS 169.2

    “Acumulad en su alrededor los incentivos y seguramente serán nuestros. Pero no tan sólo nos adueñaremos de ellos, sino que no ejercerán su odiosa influencia para guiar a otros al cielo. Cuando alguien intente dar, infundidle una disposición de mezquindad, para que sea escaso el donativo.”1TS 169.3

    Vi que Satanás conduce bien su plan. Cuando los siervos de Dios celebran reuniones, Satanás está con sus ángeles en aquel lugar para entorpecer la obra. Constantemente imbuye insinuaciones en el ánimo del pueblo de Dios. Empuja a unos por un lado y a otros por otro, aprovechándose siempre de las flaquezas de los hermanos y hermanas, cuyas tentaciones naturales excita y conmueve. Si propenden al egoísmo y la codicia, Satanás se coloca a su lado y con todas sus fuerzas, los incita a ceder a los pecados que habitualmente los asedian. La gracia de Dios y la luz de la verdad podrán amortiguar o desvanecer por algún tiempo sus avariciosos y egoístas sentimientos; pero si no logran completa victoria, vendrá Satanás cuando no estén bajo una salvadora influencia, y marchitará todo noble y generoso principio, de suerte que se figuren que se exige demasiado de ellos. Se cansarán de obrar bien y olvidarán el grandioso sacrificio que hizo Jesús para rescatarlos del poder de Satanás y de irremediable miseria.1TS 170.1

    Aprovechó Satanás se de la avarienta y egoísta inclinación de Judas, y lo movió a murmurar cuando María derramó sobre Jesús el costoso ungüento. Judas consideró aquello como un despilfarro, diciendo que podía haberse vendido el ungüento para repartir el dinero entre los pobres. Nada le importaban a Judas los pobres, pero calificaba de dispendiosa la ofrenda hecha a Jesús. Justipreció Judas a su Señor en lo bastante para venderle por unas cuantas monedas de plata. Y vi que había algunos semejantes a Judas entre los que decían que esperaban a su Señor. Satanás los gobernaba sin que ellos se dieran cuenta.1TS 170.2

    Dios no puede aprobar ni el más mínimo grado de avaricia o egoísmo, y aborrece las oraciones y súplicas de quienes ceden a estos abominables vicios. Como quiera que Satanás sabe que le queda poco tiempo, induce a los hombres a que cada vez sean más codicioscs y egoístas, y se regocija después al verlos encerrados en su avaricia tacaña y egoísta. Si los tales abrieran los ojos, verían a Satanás alegrándose por ellos con infernal victoria y riéndose de la insensatez de cuantos ceden a sus insinuaciones y caen en sus lazos.1TS 171.1

    Satanás y sus ángeles señalan todas las ruines y codiciosas acciones de estos individuos, y las presentan a Jesús y sus santos ángeles, diciendo oprobiosamente: “¡Estos son los discípulos de Cristo! ¡Los que se preparan para ser transmutados!” Satanás compara la conducta de estos individuos con pasajes de la Escritura que abiertamente la condenan, y después vitupera a los ángeles celestes, diciendo: “¡Estos siguen a Cristo!” Los ángeles se apartan disgustados de aquella escena.1TS 172.1

    Dios requiere constante acción por parte de su pueblo; y si el pueblo se cansa de bien obrar, también se cansa Dios de su pueblo. Vi que a Dios le desagrada profundamente la más mínima muestra de egoísmo por parte de su confeso pueblo en cuyo beneficio no escatimó Jesús su preciosa vida. Todos los egoístas y codiciosos caerán por el camino. Como Judas vendió a su Señor, venderán ellos los sanos principios y las nobles inclinaciones por una corta ganancia terrena. Todos ellos serán eliminados del pueblo de Dios. Quienes deseen el cielo deben practicar con toda su energía los principios del cielo. En vez de marchitar sus almas con el egoísmo, han de ensancharlas con la benevolencia. Deben aprovechar toda ocasión de hacerse bien unos a otros, para de este modo mantener los principios del cielo. Se me representó a Jesús como el Modelo perfecto. Ni huella de interés egoísta hubo en su vida, que por el contrario estuvo siempre señalada por la benevolencia y el desinterés.1TS 172.2

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