Capítulo 32—Preparación para la hora del juicio
“Y clamó en mis oídos con gran voz, diciendo: Los visitadores de la ciudad han llegado, y cada uno trae en su mano su instrumento para destruir.”1TS 183.1
“Y llamó Jehová al varón vestido de lienzos, que tenía a su cintura la escribanía de escribano. Y díjole Jehová: Pasa por medio de la ciudad, por medio de Jerusalén, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en medio de ella. Y a los otros dijo a mis oídos: Pasad por la ciudad en pos de él, y herid; no perdone vuestro ojo, ni tengáis misericordia. Matad viejos, mozos y vírgenes; niños y mujeres, hasta que no quede ninguno: mas a todo aquel sobre el cual hubiere señal, no llegaréis; y habéis de comenzar desde mi santuario. Comenzaron pues desde los varones ancianos que estaban delante del templo.” Ezequiel 9:1, 3-6.1TS 183.2
Jesús está a punto de dejar el propiciatorio del santuario celeste para revestirse de la túnica de venganza y derramar la ira de su juicio sobre quienes no han respondido a la luz que les dió Dios. “Porque no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos lleno para hacer mal.” Eclesiastés 8:11. Los que no temen a Dios ni aman la verdad endurecen su corazón en su mala conducta, en vez de ablandarlo al ver la paciencia y longanimidad que el Señor tiene para con ellos. Pero aun la longanimidad divina tiene límites y muchos los exceden. Propasaron los límites de la gracia, y por lo tanto, Dios debe intervenir y vindicar su honor.1TS 183.3
Hablando de los amorreos, el Señor dijo: “En la cuarta generación volverán acá: porque aun no está cumplida la maldad del amorreo hasta aquí.” Aunque esta nación se distinguía por su idolatría y corrupción, no había llenado todavía la copa de su iniquidad, y Dios no quería ordenar su completa destrucción. Aquel pueblo había de ver el poder divino manifestado de señalada manera, a fin de quedar sin excusa. El compasivo Creador estaba dispuesto a soportar su iniquidad hasta la cuarta generación. Entonces, sino se veía mejoría, caerían los juicios divinos.1TS 183.4
Con infalible exactitud, lleva aún el Ser infinito, una cuenta con todas las naciones. Mientras su misericordia se revela con llamamientos al arrepentimiento, esta cuenta permanece abierta; pero cuando las cifras llegan a cierta cantidad que Dios fijó, comienza el ministerio de su ira. Se cierra la cuenta. Cesa la paciencia divina. Ya no hay más intercesión en favor de dichas naciones. ...1TS 184.1
La crisis se acerca rápidamente. Se aproxima el tiempo de la visitación de Dios. Aunque le repugna castigar, castigará, no obstante, y muy pronto. Quienes anden en la luz verán las señales del inminente peligro; pero no se han de quedar tranquilamente sentados en espera de la ruina que no ha de alcanzarlos, consolándose con la creencia de que Dios resguardará a su pueblo en el día de la visitación. Muy lejos de esto. Deben darse cuenta de que están obligados a trabajar diligentemente por la salvación de los demás, impetrando con firmísima fe el auxilio de Dios. “La oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho.”1TS 184.2
La levadura de piedad no ha perdido del todo su potencia. Cuando mayores sean el peligro y la depresión de la iglesia, la pequeña hueste de los que permanezcan en la luz gemirá y se lamentará de las abominaciones cometidas en la tierra; pero sus oraciones se levantarán más especialmente en favor de la iglesia porque sus miembros se conducen a la manera del mundo.1TS 184.3
Las fervorosas oraciones de estos pocos fieles no serán baldías. Cuando el Señor llegue con vengativo brazo, llegará también como protector de quienes hayan conservado pura la fe y no se hayan contaminado con el mundo. Para aquel entonces prometió Dios vengar a sus elegidos que claman a él día y noche, aunque sea longánime para con ellos.1TS 185.1
El día de la venganza del Señor se acerca. El sello de Dios sólo marcará la fuerte fe de quienes giman y se lamenten de las abominaciones cometidas en la tierra. Los que simpaticen con el mundo y coman y beban con los beodos, serán seguramente destruídos con los inicuos. “Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos”; pero “la ira de Jehová contra los que mal hacen.” Salmos 34:15, 16.1TS 185.2
Nuestra propia conducta determinará si hemos de recibir el sello del Dios vivo, o hemos de ser arrebatados por las destructoras armas. Ya han caído sobre la tierra unas cuantas gotas de la ira de Dios: pero cuando se derramen las siete últimas plagas, sin mezcla, en la copa de su indignación, entonces será demasiado tarde para arrepentirse y encontrar refugio. No habrá entonces sangre expiadora que lave la mancha del pecado.1TS 185.3
“Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está por los hijos de tu pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fué después que hubo gente hasta entonces: mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallaren escritos en el libro.” Daniel 12:1. Cuando llegue este tiempo de angustia, ya estarán decididas todas las causas. Ya no habrá probación ni misericordia para el impenitente. El sello del Dios vivo estará sobre su pueblo.1TS 185.4
Este pequeño residuo, incapaz de defenderse en el mortífero conflicto con las potestades de la tierra organizadas por las huestes del dragón, cifra su defensa en Dios. La autoridad terrena más elevada promulgó el decreto que les impone la adoración de la bestia y la recepción de su marca, so pena de persecución y muerte. ¡Dios ayude a su pueblo en ese momento! Porque, sin su ayuda, ¿qué podrá hacer este pueblo en tan terrible conflicto?1TS 185.5
El valor, la fortaleza, fe e implícita confianza en el poder de Dios para salvar, no se adquieren en un momento. Estas gracias celestiales se obtienen por la experiencia de los años. Por una vida de esfuerzo santo y firme adherencia a lo recto, los hijos de Dios estuvieron sellando su destino. Asediados por innumerables tentaciones, sabían que habían de resistir con firmeza o ser vencidos. Se daban cuenta de que tenían una gran obra que hacer, y que a cualquier hora se les podía llamar a deponer la armadura, y que, si llegaban al término de la vida sin haber terminado su obra, esto significaría una pérdida eterna. Aceptaban ávidamente la luz del cielo, como la aceptaron de labios de Jesús los primeros discípulos. Cuando a estos cristianos de la iglesia primitiva se les desterraba a las montañas y desiertos, cuando se les arrojaba a las mazmorras para que allí muriesen de hambre, frío y torturas, cuando el martirio parecía ser la única vía para salir de su angustia, ellos se regocijaban de ser tenidos por dignos de sufrir por Cristo, quien fué crucificado en su favor. Su digno ejemplo será un consuelo y estímulo para el pueblo de Dios que habrá de pasar por el tiempo de angustia cual no lo hubo nunca.1TS 186.1
No quedarán sellados todos los que profesan guardar el sábado. Muchos de los que enseñan la verdad a otros no recibirán el sello de Dios en sus frentes. Tuvieron la luz de la verdad, conocieron la voluntad de su Maestro, comprendieron todos los puntos de nuestra fe, pero sus obras no correspondieron a su conocimiento. Los que tan familiarizados estuvieron con las profecías y los tesoros de la divina sabiduría, debieron obrar según su fe. Estaban obligados a influir en sus casas de suerte que, por el ejemplo de una bien ordenada familia, hubiesen presentado al mundo la eficacia de la verdad en el corazón humano.1TS 186.2
Ninguno de nosotros recibirá el sello de Dios mientras en nuestro carácter haya una mancha o suciedad. A nosotros nos incumbe enmendar los defectos de nuestro carácter y limpiar de toda contaminación el templo del alma. Entonces caerá sobre nosotros la lluvia tardía, como la temprana cayó sobre los discípulos el día de Pentecostés.1TS 187.1
Estamos demasiado satisfechos con lo que hasta ahora hemos conseguido. Nos sentimos ricos en abundancia de bienes, y no sabemos que somos cuitados y miserables y pobres y ciegos y desnudos. Apocalipsis 3:17. Ahora es tiempo de escuchar la amonestación del Testigo fiel: “Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas.” Vers. 18.1TS 187.2
En esta vida debemos arrostrar terribles pruebas y hacer costosos sacrificios, pero la paz de Cristo es la recompensa. Ha habido tan poca abnegación, tan poco sufrimiento por Cristo, que la cruz está casi enteramente olvidada. Debemos ser partícipes de los sufrimientos de Cristo, si queremos sentarnos triunfantes con él en su trono. Mientras prefiramos la senda fácil de la complacencia propia, y nos asustemos de la abnegación, nunca se afirmará nuestra fe, ni podremos conocer la paz de Jesús ni el gozo que proviene del sentimiento de la victoria. Los más encumbrados de los redimidos que estarán ante el trono de Dios y del Cordero, vestidos de blanco, conocerán el conflicto de la victoria, porque habrán atravesado gran tribulación. Aquellos que hayan cedido a las circunstancias en vez de empeñar sus fuerzas en este conflicto, no sabrán resistir en aquel día en que la angustia acongojará toda alma, cuando, si Noé, Job y Daniel estuviesen en la tierra, no salvarían ni hijo ni hija, porque cada uno debe librar su alma por su propia justicia.1TS 187.3
Nadie ha de decir que su caso es desesperado y que le es imposible vivir como cristiano. La muerte de Cristo hizo amplia provisión para toda alma. Jesús es nuestra permanente ayuda en tiempo de necesidad. Si acudimos a él con fe, ha prometido escuchar y responder a nuestras peticiones.1TS 188.1
¡Oh, cuán necesitados estamos de vívida y activa fe! Debemos tenerla so pena de desmayar y caer en el día de la prueba. No ha de desalentarnos la obscuridad de nuestro sendero ni ha de llevarnos a la desesperación, porque es el velo con que Dios oculta su gloria cuando quiere distribuir valiosos beneficios. Debemos saber esto por nuestra pasada experiencia, que será una fuente de consuelo y esperanza en el día en que Dios haya de contender con su pueblo.1TS 188.2
Ahora es cuando debemos mantenernos, nosotros y nuestros hijos, sin mancha del mundo. Ahora hemos de lavar las ropas de nuestro carácter y emblanquecerlas en la sangre del Cordero. Ahora debemos vencer el orgullo, la pasión y la pereza espiritual. Ahora debemos despertar y hacer especiales esfuerzos para hacer simétrico nuestro carácter. “Si oyeres su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones. Hebreos 4:7. Estamos en situación de gravísima prueba, velando y esperando la aparición de nuestro Señor. El mundo está en tinieblas. Dice Pablo: “Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas para que aquel día os sobrecoja como ladrón.” 1 Tesalonicenses 5:4. Siempre ha sido el propósito de Dios sacar luz de las tinieblas, alegría de la tristeza y descanso de la fatiga para el alma anhelosa y expectante.1TS 188.3
¿Qué estáis haciendo, hermanos, en la gran obra de preparación? Los que están unidos al mundo reciben el molde mundano y se preparan para la marca de la bestia; pero los que han perdido toda confianza en su egoísmo y se humillan ante Dios y purifican sus almas obedeciendo a la verdad, reciben el molde celeste y se aparejan para recibir el sello de Dios en sus frentes. Cuando se promulgue el decreto, y quede estampado el sello, el carácter de quienes lo reciban permanecerá puro y sin mancha para toda la eternidad.1TS 188.4
Ahora es tiempo de prepararnos. El sello de Dios no señalará jamás una frente impura. Nunca será estampado en la frente de los ambiciosos y mundanos, de los mentirosos e hipócritas. Todos cuantos reciban el sello deberán comparecer sin mancha ante Dios, como candidatos al cielo. Escudriñad por vosotros mismos las Escrituras, a fin de comprender la pavorosa solemnidad de la hora presente. 1TS 189.1
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Los pecados que no hayan inspirado arrepentimiento y que no hayan sido abandonados, no serán perdonados ni borrados de los libros de memoria, sino que permanecerán como testimonio contra el pecador en el día de Dios. Puede el pecador haber cometido sus malas acciones a la luz del día o en la obscuridad de la noche; siempre quedaban descubiertas y de manifiesto ante Aquel a quien tenemos que dar cuenta de todo. Hubo siempre ángeles de Dios que fueron testigos de cada pecado, y que lo registraron en los libros infalibles. El pecado puede ser ocultado, negado, encubierto por un padre, una madre, una esposa, por los niños y los amigos; nadie fuera de los mismos culpables tendrá tal vez la más mínima sospecha del mal: no dejará por eso de quedar al descubierto ante las inteligencias del cielo. La obscuridad de la noche más sombría, el misterio de todas las artes engañosas, no alcanzan a velar un solo pensamiento al conocimiento del Eterno. Dios lleva un registro exacto de todo acto injusto e ilícito.1TS 189.2