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Testimonios Selectos Tomo 2

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    Capítulo 19—Muerte de Esteban

    Este capítulo está basado en Hechos 6:8-15; 7; 8:1, 2.

    Esteban, el más destacado de los siete diáconos, era varón de profunda piedad e intensa fe. Aunque judío de nacimiento, hablaba griego y estaba familiarizado con los usos y costumbres de los griegos, por lo que tuvo ocasión de predicar el evangelio en las sinagogas de los judíos griegos. Era muy activo en la causa de Cristo y proclamaba osadamente su fe. Eruditos rabinos y doctores de la ley entablaron con él discusiones públicas, confiados en obtener fácil victoria. Pero “no podían resistir a la sabiduría y al espíritu con que hablaba.” No sólo hablaba con la virtud del Espíritu Santo, sino que era evidente que había estudiado las profecías y estaba versado en todas las cuestiones de la ley. Hábilmente defendía las verdades por que abogaba y venció por completo a sus adversarios.2TS 114.1

    Al ver los sacerdotes y magistrados el poder que acompañaba a la predicación de Esteban, le cobraron acerbo odio, y en vez de rendirse a las pruebas que presentaba, determinaron acallar su voz condenándole a muerte. Así que echaron mano de Esteban y le condujeron ante el consejo del Sanedrín para juzgarlo.2TS 114.2

    Llamaron a eruditos judíos de los países comarcanos para que refutasen los argumentos del preso. Saulo de Tarso estaba presente, y tomó muy activa parte contra Esteban, aportando todo el peso de su elocuencia y la lógica de los rabinos a fin de convencer a las gentes de que Esteban predicaba falsas y perniciosas doctrinas. Pero Saulo encontró en Esteban un varón que comprendía plenamente los designios de Dios en la difusión del evangelio por las demás naciones.2TS 114.3

    En vista de que los sacerdotes y magistrados no podían rebatir la evidente y explícita sabiduría de Esteban, resolvieron hacer en él un escarmiento, de modo que a la par de satisfacer su vengativo rencor, impidiesen por el miedo que otros aceptaran sus creencias. Sobornaron a unos cuantos testigos para que levantaran el falso testimonio de que le habían oído blasfemar contra el templo y la ley. Los testigos declararon: “Le hemos oído decir, que este Jesús de Nazaret destruirá este lugar, y mudará las ordenanzas que nos dió Moisés.” Mientras Esteban se hallaba frente a frente con sus jueces para responder a la acusación de blasfemo, brillaba sobre su semblante una santa irradiación de luz, y “todos los que estaban sentados en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.” Muchos de los que contemplaron esta luz, temblaron y encubrieron su rostro; pero la obstinada incredulidad y los prejuicios de los magistrados no vacilaron.2TS 115.1

    Cuando interrogaron a Esteban respecto de si eran ciertas las acusaciones formuladas contra él, defendióse con clara y penetrante voz que resonó en toda la sala del concilio. Con palabras que cautivaron al auditorio, procedió a repasar la historia del pueblo escogido de Dios, demostrando completo conocimiento de la dispensación judaica y de su interpretación espiritual, ya manifiesta por Cristo. Repitió las palabras de Moisés referentes al Mesías: “Profeta os levantará el Señor Dios vuestro de vuestros hermanos, como yo; a él oiréis.” Evidenció su lealtad para con Dios y la fe judaica, aunque demostrando que la ley en que confiaban los judíos para su salvación no había podido salvar a Israel de la idolatría. Relacionó a Jesucristo con toda la historia del pueblo judío. Refirióse a la edificación del templo por Salomón, y a las palabras de Salomón e Isaías: “Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano; como el profeta dice: El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis? dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo? ¿No hizo mi mano todas estas cosas?”2TS 115.2

    Al llegar Esteban a este punto, se produjo un tumulto entre los oyentes. Cuando relacionó a Cristo con las profecías, y habló de aquel modo del templo, el sacerdote rasgó sus vestiduras, fingiéndose horrorizado. Esto fué para Esteban un indicio de que su voz iba pronto a ser acallada para siempre. Vió la resistencia que encontraban sus palabras y comprendió que estaba dando su postrer testimonio. Aunque no había llegado más que a la mitad de su discurso, lo terminó abruptamente.2TS 116.1

    De pronto, interrumpiendo el relato histórico que proseguía, y volviéndose hacia sus enfurecidos jueces, exclamó: “Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo: como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros habéis sido ahora entregadores y matadores; que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.”2TS 116.2

    Al oir esto, la ira de los sacerdotes y magistrados los puso fuera de sí. Obrando más bien como fieras que como seres humanos, se abalanzaron contra Esteban crujiendo los dientes. El preso leyó su destino en los crueles rostros que le cercaban, pero no se inmutó. No temía a la muerte ni le aterrorizaban los furiosos sacerdotes ni las excitadas turbas. Perdió de vista el espectáculo que se ofrecía a sus ojos, se le entornaron las puertas del cielo, y vió la gloria de Dios y a Cristo que se levantaba de su trono como para sostener a su siervo. Con voz de triunfo exclamó Esteban: “He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios.”2TS 116.3

    Al describir Esteban la gloriosa escena que sus ojos contemplaban, ya no pudieron aguantar más sus perseguidores. Se taparon los oídos para no oirle, y dando grandes voces, arremetieron unánimes contra él, le echaron “fuera de la ciudad” “y apedrearon a Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.”2TS 117.1

    No se había sentenciado legalmente a Esteban; pero las autoridades romanas fueron sobornadas con una gruesa suma de dinero, para que no hiciesen investigación alguna sobre el caso.2TS 117.2

    El martirio de Esteban impresionó profundamente a cuantos lo presenciaron. El recuerdo de la señal de Dios en su rostro; sus palabras, que conmovieron a cuantos las escucharon, quedaron en las mentes de los circunstantes y atestiguaron la verdad de lo que él había proclamado. Su muerte fué una dura prueba para la iglesia; pero en cambio produjo convicción en Saulo, quien no podía borrar de su memoria la fe y constancia del mártir y el resplandor que le había iluminado.2TS 117.3

    En el proceso y muerte de Esteban, denotó Saulo estar imbuido de un celo frenético. Después se irritó por su secreto convencimiento de que Esteban había sido honrado por Dios en el mismo momento en que los hombres le infamaban. Saulo continuó persiguiendo a la iglesia de Dios, acosando a los cristianos, prendiéndolos en sus casas y entregándolos a los sacerdotes y magistrados para encarcelarlos y matarlos. Su celo en llevar a cabo esta persecución llenó de terror a los cristianos de Jerusalén. Las autoridades romanas no hicieron ningún esfuerzo para detener esta cruel obra, sino que ayudaban secretamente a los judíos con objeto de reconciliarse con ellos y asegurarse sus simpatías.2TS 117.4

    Después de la muerte de Esteban, fué Saulo elegido miembro del Sanedrín en premio a la parte que había tomado en aquella ocasión. Durante algún tiempo fué un poderoso instrumento en manos de Satanás para proseguir su rebelión contra el Hijo de Dios. Pero pronto este infatigable perseguidor iba a ser empleado en edificar la iglesia que estaba a la sazón demoliendo. Alguien más poderoso que Satanás había escogido a Saulo para ocupar el sitio del martirizado Esteban, para predicar y sufrir por el Nombre y difundir dilatadamente las nuevas de salvación por medio de su sangre.2TS 118.1

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