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Testimonios Selectos Tomo 2

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    Capítulo 25—El mensaje evangélico a los gentiles

    Este capítulo está basado en Hechos 11:19-26.

    Rápidamente se difundió el mensaje evangélico por las comarcas limítrofes de Palestina, y en importantes poblaciones se constituyeron pequeñas companías de creyentes. El evangelio fué públicamente enseñado en Antioquía por ciertos discípulos naturales de Chipre y Cirene, quienes entraron “anunciando el evangelio del Señor Jesús.” “Y la mano del Señor era con ellos;” su fervorosa labor producía fruto, pues “creyendo, gran número se convirtió al Señor. Y llegó la fama de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén: y enviaron a Bernabé que fuese hasta Antioquía.”2TS 150.1

    La obra de Bernabé en Antioquía fué copiosamente bendecida y aumentó allí muchísimo el número de fieles. Al prosperar la obra, sintió Bernabé la necesidad de conveniente ayuda a fin de responder a las evidentes providencias de Dios; y así se fué a Tarso en busca de Pablo quien, después de salir de Jerusalén poco antes, había estado trabajando en las comarcas de “Siria y de Cilicia,” anunciando “la fe que en otro tiempo destruía.” 1Gálatas 1:21, 23. Bernabé encontró a Pablo y le persuadió a que volviese con él como compañero de ministerio.2TS 150.2

    En la populosa ciudad de Antioquía, halló Pablo un excelente campo de labor. Su condición, sabiduría y celo influyeron poderosamente en los vecinos y forasteros de aquella culta ciudad, de manera que Pablo proporcionó precisamente la ayuda que Bernabé necesitaba. Durante un año trabajaron ambos discípulos unidos en fiel ministerio, comunicando a muchos el salvador conocimiento de Jesús de Nazaret, el Redentor del mundo.2TS 150.3

    En compañía de Bernabé, recorrió Pablo otras ciudades predicando a Jesús y obrando milagros, por lo que muchos se convirtieron. En todos sus esfuerzos misioneros, Pablo y Bernabé procuraron seguir el ejemplo de Cristo de voluntario sacrificio y fiel y fervorosa labor en bien de las almas. Siempre diligentes, celosos e infatigables, no atendieron a su personal inclinación y comodidad, sino que sin descanso y orando anhelosamente sembraban la semilla de verdad. Al propio tiempo tenían mucho cuidado de dar instrucciones valiosísimas de carácter práctico a cuantos tomaban partido por el evangelio. Este espíritu de fervor y piadoso temor produjo en el ánimo de los nuevos discípulos una duradera impresión acerca de la importancia del mensaje evangélico.2TS 151.1

    Cuando se convertían hombres de mérito y capacidad, como en el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé representarles vividamente la necesidad de trabajar en la viña del Señor. Y cuando los apóstoles se iban a otra ciudad, la fe de esos conversos no disminuía sino que se acrecentaba. Habían sido fielmente instruídos en el camino del Señor y enseñados a trabajar abnegada, fervorosa y perseverantemente por la salvación de sus prójimos. Esta solícita educación de los neófitos fué un importante factor en el notable éxito que obtuvieron Pablo y Bernabé al predicar el evangelio en tierras paganas.2TS 151.2

    De ciudad en ciudad sufrían persecución los maestros de la verdad. Los enemigos de Cristo no podían impedir el progreso del evangelio; pero sí lograron dificultar extraordinariamente la obra de los apóstoles. Con todo, frente a la oposición y a los conflictos, Pablo seguía firmemente adelante, determinado a realizar el propósito de Dios tal como se le revelara en la visión de Jerusalén: “Te tengo que enviar lejos a los gentiles.” 2Hechos 22:21.2TS 151.3

    Después de efectuada su jira misionera, Pablo y Bernabé volvieron sobre sus pasos, visitando las iglesias que habían establecido y escogiendo algunos fieles a quienes educar para asociarlos a la proclamación del evangelio. El apóstol Pablo hizo de la enseñanza de jóvenes para el oficio de ministros una parte de su obra. Se los llevaba consigo en sus viajes misioneros y así adquirían la necesaria experiencia para ocupar más tarde cargos de responsabilidad. Mientras estaba separado de ellos, se mantenía en contacto con su obra, y sus epístolas a Timoteo y Tito demuestran cuán vivamente anhelaba que obtuviesen éxito.2TS 152.1

    Desde la hora en que rindió fidelidad a Cristo, la vida de Pablo estuvo llena de infatigable servicio. Viajaba de ciudad en ciudad y de país en país, relatando la historia de la cruz, atrayendo almas al evangelio y estableciendo iglesias. A veces trabajaba en su oficio para ganarse el pan cotidiano. Pero en todas las atareadísimas actividades de su vida, nunca perdió Pablo de vista su gran propósito de proseguir hacia el premio de su alta vocación. Firmemente mantenía ante sí el ideal de ser fiel a Quien se le había revelado junto a las puertas de Damasco.2TS 152.2

    Su motivo capital, el principio que impulsaba su conducta, era el amor al Señor de gloria, a quien tan implacablemente había perseguido en la persona de sus santos. Si alguna vez flaqueaba su ardor en el camino del deber, una mirada a la cruz y el admirable amor allí revelado bastaba para inducirle a ceñir los lomos de su ánimo y marchar adelante por el sendero de la abnegación.2TS 152.3

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