Capítulo 14—El futuro
En ocasión de la transfiguración, Jesús fué glorificado por su Padre. Le oímos decir: “Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él.” Así, antes de su entrega y crucifixión, fué fortalecido para sus últimos terribles sufrimientos. Al acercarse los miembros del cuerpo de Cristo al período de su último conflicto, al “tiempo de angustia de Jacob,” crecerán en Cristo y participarán en gran medida de su Espíritu. Al crecer el tercer mensaje hasta ser un fuerte pregón, cuando acompañe a la obra final un gran poder y gloria, los hijos de Dios participarán de aquella gloria. La lluvia tardía será lo que los fortalecerá y reavivará para atravesar el tiempo de angustia. Sus rostros resplandecerán con la gloria de aquella luz que acompaña al tercer ángel.3TS 53.1
Vi que Dios preservará de una manera maravillosa a su pueblo durante el tiempo de angustia. Así como Jesús oró con toda la agonía de su alma en el huerto, ellos clamarán con fervor y agonía día y noche para obtener libramiento. Se proclamará el decreto de que deben despreciar el sábado del cuarto mandamiento, y honrar el primer día, o perder la vida. Pero ellos no cederán, ni pisotearán el sábado del Señor para honrar una institución del papado. Los rodearán las huestes de Satanás y los hombres perversos, para alegrarse de su suerte, porque no parecerá haber para ellos medio de escapar. Pero en medio de sus orgías y triunfo, se oirá el estruendo ensordecedor del trueno más formidable. Los cielos se habrán ennegrecido, y estarán iluminados únicamente por la deslumbrante y terrible gloria del cielo, mientras Dios deje oír su voz desde su santa habitación.3TS 53.2
Los cimientos de la tierra temblarán; los edificios vacilarán y caerán con terrible fragor. El mar hervirá como una olla, y toda la tierra quedará terriblemente conmovida. El cautiverio de los justos se cambiará, y con suave y solemne susurro se dirán unos a otros: “Somos librados; es la voz de Dios.” Con solemne asombro escuchan las palabras de la voz. Los malos oyen, pero no entienden las palabras de la voz de Dios. Temen y tiemblan, mientras que los santos se regocijan. Satanás y sus ángeles, y los hombres perversos, que habían estado regocijándose de que el pueblo de Dios estaba en su poder, de que podían raerlo de la faz de la tierra, presencian la gloria conferida a aquellos que honraron la santa ley de Dios. Ven cómo el rostro de los justos está iluminado y refleja la imagen de Jesús. Los que estaban tan deseosos de destruir a los santos, no pueden soportar la gloria que descansa sobre los que han sido libertados, y caen como muertos al suelo. Satanás y los malos ángeles huyen de la presencia de los santos glorificados. Perdieron para siempre su poder de molestarlos.3TS 53.3