Capítulo 15—Padres e hijos
Me ha sido mostrado que mientras los padres que temen a Dios imponen restricciones a sus hijos, deben estudiar sus disposiciones y temperamentos y tratar de suplir sus necesidades. Algunos padres atienden cuidadosamente a las necesidades temporales de sus hijos; los cuidan bondadosa y fielmente mientras están enfermos, y luego consideran que su deber está cumplido. En esto cometen un error. Su trabajo está tan sólo empezado. Deben suplirse las necesidades de la mente. Se requiere habilidad para aplicar los debidos remedios a la curación de una mente herida. Los niños han de soportar pruebas tan duras, tan graves en su carácter, como las de las personas mayores. Los padres mismos no sienten siempre la misma disposición. A menudo su mente está afligida por la perplejidad. Trabajan bajo la influencia de opiniones y sentimientos equivocados. Satanás los azota, y ceden a sus tentaciones. Hablan con irritación, y de una manera que excita la ira en sus hijos, y son a veces exigentes e inquietos. Los pobres niños participan del mismo espíritu, y los padres no están preparados para ayudarles, porque ellos son la causa de la dificultad. Aveces todo parece ir mal. Hay intranquilidad en el ambiente, y todos pasan momentos miserables y desgraciados. Los padres echan la culpa a los pobres niños, y piensan que son desobedientes e indisciplinados, los peores niños del mundo, cuando la causa de la dificultad reside en ellos mismos.3TS 55.1
Algunos padres suscitan muchas tormentas por su falta de dominio propio. En vez de pedir bondadosamente a los niños que hagan esto o aquello, les dan órdenes en tono de reprensión, y al mismo tiempo tienen en los labios censuras o reproches que los niños no merecieron. Padres, esta conducta seguida para con vuestros hijos, destruye su alegría y ambición. Ellos cumplen con vuestras órdenes, no por amor, sino porque no se atreven a obrar de otro modo. No ponen su corazón en el asunto. Les es un trabajo penoso en vez de un placer, y a menudo ello los induce a olvidarse de seguir todas vuestras indicaciones, lo cual acrece vuestra irritación, y empeora la situación para los niños. Las censuras se repiten; su mala conducta es desplegada delante de ellos en vivos colores, hasta que el desaliento los sobrecoge, y no les importa agradaros o no. Se apodera de ellos un espíritu que los impulsa a decir: “A mí qué me importa,” y van a buscar fuera del hogar, lejos de sus padres, el placer y deleite que no encuentran en casa. Frecuentan las compañías de la calle, y pronto quedan tan corrompidos como los peores.3TS 55.2
¿Sobre quién pesa este gran pecado? Si se hubiese hecho atrayente el hogar, si los padres hubiesen manifestado afección para sus hijos, si con bondad les hubiesen encontrado ocupación, enseñándoles con amor a obedecer a sus deseos, habrían hallado respuesta en sus corazones, y con corazones, manos y pies voluntarios, les habrían obedecido prestamente. Dominándose a sí mismos, y hablándoles con bondad, y alabando a los niños cuando tratan de hacer lo recto, los padres pueden estimular sus esfuerzos, hacerlos muy felices, y rodear al círculo de la familia con un encanto que despejará toda sombra obscura, y hará penetrar en él la alegría como luz del sol.3TS 56.1
A veces los padres disculpan su propia mala conducta con la excusa de que no se sienten bien. Están nerviosos, y piensan que no pueden ser pacientes ni serenos, ni hablar de una manera agradable. En esto se engañan y agradan a Satanás, quien se regocija de que ellos no consideren la gracia de Dios como suficiente para vencer las flaquezas naturales. Ellos pueden y deben dominarse a sí mismos en toda ocasión. Dios lo requiere de ellos. Deben darse cuenta de que cuando ceden a la impaciencia e inquietud hacen sufrir a otros. Los que los rodean quedan afectados por el espíritu que ellos manifiestan, y si a su vez actúan impulsados por el mismo espíritu, el daño aumenta y todo va mal.3TS 56.2
Padres, cuando os sentís nerviosos, no debéis cometer el grave pecado de envenenar a toda la familia con esta irritabilidad peligrosa. En tales ocasiones, ejerced sobre vosotros mismos una vigilancia doble, y resolved en vuestro corazón no ofender con vuestros labios, sino pronunciar solamente palabras agradables y alegres. Decíos: “No echaré a perder la felicidad de mis hijos por una sola palabra de irritación.” Dominándoos así a vosotros mismos, os fortaleceréis. Vuestro sistema nervioso no será tan sensible. Quedaréis fortalecidos por los principios de lo recto. La conciencia de que estáis desempeñando fielmente vuestro deber, os fortalecerá. Los ángeles de Dios sonreirán al ver vuestros esfuerzos, y os ayudarán. Cuando os sentís impacientes, con demasiada frecuencia pensáis que la causa está en vuestros hijos, y les echáis la culpa cuando no la merecen. En otras ocasiones, ellos podrían hacer las mismas cosas, y todo sería aceptable y correcto. Los niños conocen, notan y sienten estas irregularidades y ellos no son siempre los mismos. A veces tienen cierta preparación para arrostrar temperamentos variables, y en otras ocasiones están nerviosos e intranquilos, y no pueden soportar la censura. Su espíritu se subleva en rebelión contra ella. Los padres quieren que se hagan todas las debidas concesiones a su estado mental, y sin embargo, no ven siempre la necesidad de hacer las mismas concesiones a sus pobres hijos. Disculpan en sí mismos aquello que, si lo ven en sus hijos que no tienen sus años de experiencia y disciplina, censurarían altamente. Algunos padres son de un temperamento nervioso, y cuando están cansados por el trabajo u oprimidos por la congoja, no conservan serenidad mental, sino que manifiestan hacia aquellos que debieran serles más caros en este mundo, una irritación e intolerancia que desagradan a Dios y extienden una nube sobre la familia. Debe calmarse a los niños en sus dificultades, con tierna simpatía. La bondad y tolerancia mutua, harán del hogar un paraíso, y atraerán a los ángeles santos al círculo de la familia.3TS 57.1
La madre puede y debe hacer mucho para dominar sus nervios y ánimo cuando está deprimida. Aun cuando está enferma, ella puede, si se educa en ello, manifestar una disposición agradable y alegre, y puede soportar más ruido de lo que una vez pensara posible. No debiera hacer sentir a los niños su propia flaqueza y nublar sus mentes jóvenes y sensibles por su propia depresión de espíritu, haciéndoles sentir que la casa es una tumba y que la pieza de mamá es el lugar más lúgubre del mundo. La mente y los nervios se entonan y fortalecen por el ejercicio de la voluntad. En muchos casos, el poder de la voluntad resultará ser un potente calmante de los nervios.3TS 58.1
No dejéis que vuestros hijos os vean con rostros ceñudos. Si ellos ceden a la tentación, y luego ven su error y se arrepienten de él, perdonadles tan generosamente como esperáis ser perdonados por vuestro Padre celestial. Instruídlos bondadosamente y ligadlos a vuestro corazón. Este es un tiempo crítico para los niños. Los rodearán influencias tendientes a separarlos de vosotros, y debéis contrarrestarlas. Enseñadles a hacer de vosotros sus confidentes. Permitidles susurrar en vuestros oídos sus pruebas y goces. Estimulando esto, los salvaréis de muchas trampas que Satanás ha preparado para sus pies inexpertos. No tratéis a vuestros hijos únicamente con severidad, olvidándoos de vuestra propia niñez, y olvidando que ellos no son sino niños. No esperéis de ellos que sean perfectos, ni tratéis de hacerles hombres y mujeres en sus acciones en seguida. Obrando así, cerraríais la puerta de acceso que de otra manera pudierais tener hacia ellos, y les impulsaríais a abrir la puerta a las influencias perjudiciales, que permitirían a otros que envenenasen sus mentes juveniles antes que se diesen cuenta del peligro.3TS 58.2
Satanás y su hueste están haciendo arduos esfuerzos para desviar la mente de los niños, y éstos deben ser tratados con franqueza, ternura y amor cristianos. Esto os dará una fuerte influencia sobre ellos, y les hará sentir que pueden depositar una confianza ilimitada en vosotros. Rodead a vuestros hijos de los encantos del hogar y de vuestra sociedad. Si lo hacéis, no tendrán mucho deseo de trabar relaciones con otros jóvenes. Satanás obra por medio de dichas relaciones, y trata de que las mentes ejerzan una sobre otra una influencia corruptora. Esta es la manera más eficaz en la cual pueda trabajar. Los jóvenes tienen una influencia poderosa unos sobre otros. Su conversación no es siempre selecta y elevada. Se murmuran en sus oídos malas conversaciones, que, si no se resisten con decisión, se alojan en el corazón, para arraigarse allí, crecer hasta dar frutos y corromper las buenas costumbres. A causa de los males que imperan hoy en el mundo, y de la restricción que es necesario imponer a los hijos, los padres deben tener doble cuidado de ligarlos a sus corazones y de dejarles ver que desean hacerlos felices.3TS 58.3
Los padres no deben olvidarse de los años de su propia niñez, de cuánto anhelaban la manifestación de simpatía y amor, y de cuán desgraciados se sentían cuando se les censuraba y reprendía con irritación. Deben ser otra vez jóvenes en sus sentimientos, y condescender mentalmente para comprender las necesidades de sus hijos. Sin embargo, con firmeza mezclada de amor, deben exigir obediencia de ellos. La palabra de los padres debe ser obedecida implícitamente.3TS 59.1
Los ángeles de Dios vigilan a los niños con el más profundo interés para ver qué carácter adquieren. Si Cristo tratase con nosotros como a menudo nos tratamos unos a otros y a nuestros hijos, tropezaríamos y caeríamos de puro desaliento. Vi que Jesús conoce nuestras flaquezas, y ha experimentado lo mismo que nosotros en todas las cosas, menos el pecado. Por lo tanto, nos ha preparado una senda adecuada a nuestra fuerza y capacidad, y como Jacob, ha andado suavemente y con serenidad con los niños, en la medida en que lo podían soportar, a fin de sostenernos por el consuelo de su compañía, y servirnos de guía perpetuamente. El no desprecia, descuida ni deja atrás a los niños del rebaño. El no nos ha ordenado que avancemos y los dejemos. El no ha viajado tan apresuradamente que nos haya dejado rezagados juntamente con nuestros hijos. ¡Oh, no; sino que él ha emparejado la senda de la vida, aun para los niños! Y se requiere de los padres que en su nombre los conduzcan por el camino estrecho. Dios nos ha señalado una senda adecuada a la fuerza y capacidad de los niños. 3TS 59.2
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Un padre no debe ser un niño, movido meramente por los impulsos. Está ligado a su familia por los vínculos sagrados y santos. Toda la familia se concentra en el padre. ... El es el legislador, e ilustra en su propio comportamiento viril las virtudes más austeras: la energía, la integridad, la honradez y la utilidad práctica. El padre es, en un sentido, el sacerdote de la familia, que pone sobre el altar de Dios el sacrificio de la mañana y de la tarde, mientras que la esposa y los hijos se unen en oración y alabanza. Jesús permanecerá con una familia tal, y mediante su influencia vivificadora se oirán aún en medio de escenas más sublimes las gozosas exclamaciones de los padres, diciendo: “Heme aquí, con los hijos que Jehová me dió.” ¡Salvos, salvos, eternamente salvos! ¡Libertados de la corrupción que en el mundo reina por la concupiscencia, y hechos herederos de la inmortalidad por los méritos de Cristo! Vi que pocos padres se percatan de su responsabilidad. No han aprendido a dominarse a sí mismos, y hasta no haber aprendido esta lección, serán deficientes en cuanto a gobernar a sus hijos. Un dominio propio perfecto, obrará como un ensalmo sobre la familia. Cuando esto se alcanza, se obtuvo una gran victoria. Entonces podrán enseñar a sus hijos a dominarse.—Testimonies for the Church 1:547.3TS 60.1