Capítulo 24—El orgullo y los pensamientos vanos
Es deber vuestro dominar vuestros pensamientos. Tendréis que guerrear contra una imaginación vana. Podéis pensar que no hay pecado en permitir a vuestros pensamientos volar tan naturalmente como lo harían sin restricción. Pero tal no es el caso. Sois responsables ante Dios por acariciar pensamientos vanos; porque de las vanas imaginaciones nace la comisión de pecados, la ejecución de aquellas cosas en las cuales la mente se espació. Gobernad vuestros-pensamientos, y entonces os será mucho más fácil gobernar vuestras acciones. Vuestros pensamientos necesitan ser santificados. Pablo escribe a los corintios: “Destruyendo consejos, y toda altura que se levanta contra la ciencia de Dios, y cautivando todo intento a la obediencia de Cristo.” Cuando os coloquéis en tal actitud, comprenderéis mejor la obra de consagración. Vuestros pensamientos serán puros, castos y elevados; vuestras acciones puras y sin pecado. Vuestros cuerpos serán conservados en santificación y honor, para que los podáis presentar “en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto.” Se requiere de vosotros que seáis abnegados tanto en las cosas pequeñas como en las grandes. Debéis hacer una entrega completa a Dios; en vuestro estado actual no sois aprobados por él.3TS 122.1