Capítulo 28—El estudio diario de la Biblia es necesario
Los que son llamados por Dios a trabajar en palabra y doctrina, deben aprender siempre. Deben tratar constantemente de mejorar, para ser dechados de la grey de Dios, y hacer bien a todos aquellos con quienes se relacionan. Los que no sienten la importancia del progreso y mejoramiento propio, no crecerán en la gracia y el conocimiento de Cristo.4TS 171.1
Todo el cielo está interesado en la obra que se está haciendo en este mundo, que ha de preparar hombres y mujeres para la vida futura e inmortal. Es el plan de Dios que los agentes humanos tengan el alto honor de actuar como colaboradores con Jesucristo en la salvación de las almas. La Palabra de Dios revela plenamente que es el privilegio del instrumento en esta gran obra sentir que hay a su diestra Uno que está listo para ayudarle en todo esfuerzo sincero para alcanzar la más sublime excelencia moral y espiritual en la obra del Maestro. Tal será el caso con todos los que sientan necesidad de ayuda. Deben considerar la obra de Dios como sagrada y santa, y deben traerle cada día ofrendas de gozo y gratitud, en pago del poder de su gracia, por el cual son capacitados para progresar en la vida cristiana. El obrero debe tener humilde opinión de sí mismo, considerando sus muchas oportunidades perdidas, por falta de diligencia y aprecio de la obra. No debe desalentarse, sino renovar continuamente sus esfuerzos para redimir el tiempo.4TS 171.2
Los hombres a quienes Dios ha elegido como ministros suyos, deben prepararse para la obra mediante un escudriñamiento cabal del corazón y una íntima comunión con el Redentor del mundo. Si no tienen éxito en ganar almas para Cristo, es porque su propia alma no está en armonía con Dios. Hay demasiada ignorancia voluntaria en muchos de los que predican la Palabra. No están calificados para esta obra por un cabal entendimiento de las Escrituras. No sienten la importancia de la verdad para este tiempo, y por lo tanto la verdad no es para ellos una realidad viviente. Si humillasen sus almas delante de Dios; si anduviesen de acuerdo con las Escrituras, con toda humildad de ánimo, entonces tendrían una visión más clara del Dechado que deben copiar; pero dejan de mantener sus ojos fijos en el Autor y Consumador de su fe.4TS 171.3
No es necesario que ninguno de nosotros ceda a las tentaciones de Satanás, y así viole su conciencia y agravie al Espíritu Santo. Ha sido hecha en la Palabra de Dios toda provisión para que todos tengan la ayuda divina en sus esfuerzos para vencer. Si mantienen a Jesús delante de sí, llegarán a ser transformados a su imagen. Todos los que por la fe tienen a Cristo morando en sí están dotados de un poder que les dará éxito en sus trabajos. Se estarán haciendo constantemente más y más eficientes en su trabajo, y la bendición de Dios, manifestada en la prosperidad de la obra, testificará de que son verdaderamente colaboradores de Cristo. Pero por mucho que uno progrese en la vida espiritual, nunca llegará al punto en que no necesite escudriñar diligentemente las Escrituras; porque en ellas se hallan las evidencias de nuestra fe. Todos los puntos de doctrina, aun cuando hayan sido aceptados como verdad, deben ser sometidos a la ley y al testimonio; si no pueden resistir esta prueba, “es porque no les ha amanecido.” 4TS 172.1
El gran plan de la redención, como está revelado en la obra final de estos últimos días, debe recibir estricto examen. Las escenas relacionadas con el santuario celestial deben hacer tal impresión en la mente y el corazón de todos, que puedan impresionar a otros. Todos necesitan llegar a ser más inteligentes respecto de la obra de la expiación que se está realizando en el santuario celestial. Cuando se vea y comprenda esa gran verdad, los que la sostienen trabajarán en armonía con Cristo para preparar un pueblo que subsista en el gran día de Dios, y sus esfuerzos tendrán éxito. Por el estudio, la contemplación y la oración, los hijos de Dios serán elevados sobre los pensamientos y sentimientos comunes y terrenales, y serán puestos en armonía con Cristo y su gran obra de purificar el santuario celestial de los pecados del pueblo. Su fe le acompañará en el santuario, y los adoradores en la tierra estarán revisando cuidadosamente su vida, comparando su carácter con la gran norma de justicia. Verán sus propios defectos; y verán también que deben recibir la ayuda del Espíritu de Dios, si han de llegar a ser calificados para la grande y solemne obra que en este tiempo se impone a los embajadores de Dios.4TS 172.2
Cristo dijo: “Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna: y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.” ¿Cuántos de los que están trabajando en palabra y en doctrina están comiendo la carne de Cristo y bebiendo su sangre? ¿Cuántos pueden comprender este misterio? El Salvador mismo explica este asunto: “El espíritu es el que da vida; la carne nada aprovecha: las palabras que yo os he hablado, son espíritu, y son vida.” La Palabra de Dios debe estar entretejida con el carácter vivo de los que la creen. La única fe vital es la que respira y asimila la verdad hasta que es parte del ser, y el poder motor de la vida y la acción. Jesús es llamado el Verbo de Dios. Aceptó la ley de su Padre, desarrolló sus principios en su vida, manifestó su espíritu, y demostró su poder benéfico en el corazón. Dice Juan: “Y aquel Verbo fué hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Los que siguen a Cristo deben participar de su experiencia. Deben asimilar la Palabra de Dios. Deben ser cambiados a su semejanza por el poder de Cristo, y reflejar los atributos divinos. Deben comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios, o no hay vida en ellos. El espíritu y la obra de Cristo deben llegar a ser el espíritu y la obra de sus discípulos.4TS 173.1
No es suficiente predicar la verdad; debe ser puesta en práctica en la vida. Cristo debe morar en nosotros, y nosotros en él a fin de hacer la obra de Dios. Cada uno debe tener una experiencia individual, y realizar esfuerzos personales para alcanzar las almas. Dios requiere de cada uno que consagre todas sus facultades a la obra, y por un esfuerzo continuo se eduque para hacer esa obra aceptablemente. Espera que cada uno lleve la gracia de Cristo a su corazón, a fin de ser una luz brillante y resplandeciente para el mundo. Si los que trabajan para Dios adiestran todas sus facultades cabalmente, podrán trabajar comprensivamente, con toda sabiduría, y Dios responderá seguramente a sus esfuerzos elevando, refinando y salvando a sus semejantes. Todos los obreros deben emplear tacto, y poner sus facultades bajo la influencia directora del Espíritu de Dios. Deben dedicarse a estudiar su Palabra y oír la voz de Dios que se les dirige desde sus oráculos vivientes con reproches, instrucción y estímulo, y su Espíritu los fortalecerá, a fin de que progresen en la experiencia religiosa como obreros de Dios. Deben ser conducidos paso a paso a mayores luces, y su gozo será completo.4TS 174.1
Mientras se empeñan en la obra que Dios les ha dado, no hallarán tiempo ni tendrán disposición para glorificarse; ni hallarán tiempo para murmurar o quejarse, porque sus afectos estarán concentrados en las cosas celestiales, no en las terrenales. El corazón, el alma y el cuerpo estarán alistados en la obra del Maestro. No trabajarán egoístamente, sino que se negarán a sí mismos por amor de Cristo. Alzarán su cruz; porque son sus verdaderos discípulos. Se alimentarán día tras día de las preciosas verdades de la Palabra de Dios, y así serán fortalecidos para el deber, y sostenidos para la prueba. De esta manera vendrán a ser hombres y mujeres en Cristo, fuertes y bien desarrollados. Serán entonces los verdaderos hijos e hijas del Rey celestial. La grandeza de la verdad que aman y contemplan, expandirá la mente, fortalecerá el juicio y elevará el carácter. No serán novicios en la gran obra de salvar almas; porque estarán trabajando con la sabiduría que Dios les haya dado. Ni tampoco serán enanos en la vida religiosa, sino que crecerán en Cristo, su cabeza viviente, hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús. Los conflictos con los enemigos de la verdad no harán sino fortalecer sus esperanzas, y tendrán preciosas victorias, porque invocan en su ayuda al poderoso Auxiliador, que nunca desilusiona al humilde suplicante. Si sus esfuerzos tienen éxito, darán toda la gloria a Dios. El Cielo se les acercará mucho para simpatizar y cooperar con ellos. Serán hechos de veras espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Serán caracteres señalados por su pureza de corazón y vida, su fuerza de propósito, su firmeza y utilidad en la causa de Dios. Serán los nobles de Dios.4TS 174.2
En la vida religiosa de toda alma que salga finalmente victoriosa, habrá escenas de terrible perplejidad y prueba; pero su conocimiento de las Escrituras la habilitará para recordar las promesas animadoras de Dios, que consolarán su corazón y fortalecerán su fe en el poder del Poderoso. Ella lee: “No perdáis pues vuestra confianza, que tiene grande remuneración de galardón.” “Para que la prueba de vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual perece, bien que sea probado con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra, cuando Jesucristo fuere manifestado: al cual, no habiendo visto, le amáis; en el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorificado.” La prueba de la fe es más preciosa que el oro. Todos deben aprender que esta es parte de la disciplina en la escuela de Cristo, que es esencial para purificarlos y refinarlos de la escoria terrenal. Deben soportar con entereza las burlas y los ataques del enemigo, y vencer todos los obstáculos que Satanás ponga en su senda para cerrarles el camino. Tratará de inducirlos a descuidar la oración, y de desalentarlos en el estudio de las Escrituras; y arrojará una odiosa sombra a través de su senda, para ocultar de su vista a Cristo y las atracciones celestiales.4TS 175.1
Nadie debe caminar con temor y temblor, bajo continua duda, sembrando su senda con quejas; sino que todos deben mirar a Dios, y ver su bondad y regocijarse en su amor. Reunid todas vuestras facultades para mirar hacia arriba, no hacia abajo a vuestras dificultades; entonces no desmayaréis nunca por el camino. Pronto veréis a Jesús detrás de la nube, extendiendo su mano para ayudaros; y todo lo que tendréis que hacer, será darle vuestra mano con fe sencilla, y dejarle que os guíe. A medida que os volváis confiados, llegaréis a tener esperanza por la fe en Jesús. La luz que resplandece de la cruz del Calvario os revelará cuánto estima Dios el alma, y apreciando esta estima, trataréis de reflejar la luz al mundo. Un gran nombre entre los hombres es como letras trazadas en la arena; pero un carácter sin mancha perdurará para toda la eternidad. Dios os da inteligencia y una mente razonadora, por la cual podéis comprender sus promesas; y Jesús está listo para ayudaros a formar un carácter fuerte y simétrico. Los que poseen un carácter tal, no necesitan nunca desalentarse porque no tengan éxito en los asuntos mundanales. Son “la luz del mundo.” Satanás no puede destruir o anular la luz que despiden.4TS 176.1
Dios tiene una obra para cada uno. No es parte de su plan que las almas sean sostenidas en la batalla de la vida por la simpatía y la alabanza humana; pero él quiere que salgan del campamento, llevando el oprobio, peleando la buena batalla de la fe, y permaneciendo de pie mediante su fuerza bajo toda dificultad. Dios nos ha abierto todos los tesoros del cielo por el precioso don de su Hijo, que es plenamente capaz de elevarnos, ennoblecernos y hacernos idóneos, por su perfección de carácter, para ser útiles en esta vida y entrar en un cielo santo. Vino a este mundo, vivió como él requiere que vivan los que le siguen. La suya fué una vida de abnegación y constante sacrificio propio. Si estimulamos el egoísmo y la comodidad, y satisfacemos nuestras inclinaciones, si no hacemos nuestros mejores esfuerzos para cooperar con Dios en la obra maravillosa de elevarnos, ennoblecernos y purificarnos, a fin de que seamos hijos e hijas de Dios, no satisfacemos sus requisitos; sufrimos una continua pérdida en esta vida, y perderemos finalmente la futura e inmortal. Dios quiere que trabajéis, no con desprecio propio ni desaliento, sino con la más fuerte fe y esperanza, con alegría y gozo, representando a Cristo ante el mundo. La religión de Jesús es gozo, paz y felicidad. Mientras escudriñamos las Escrituras y vemos la infinita condescendencia del Padre al dar a Jesús al mundo para que todos los que crean en él tengan vida eterna, toda facultad de nuestro ser debe ser puesta en acción, para dar alabanza y gloria y honra a él por su amor inefable hacia los hijos de los hombres.4TS 176.2