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Testimonios Selectos Tomo 5

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    Capítulo 6—La alta vocación de los empleados de nuestros sanatorios

    Los empleados de nuestros sanatorios han sido llamados a una alta y santa vocación. Necesitan comprender mejor que en lo pasado el carácter sagrado de su tarea. La obra que ejecutan y el alcance de la influencia que ejercen exigen de ellos un esfuerzo fervoroso y una consagración sin reservas. En nuestros sanatorios, los enfermos y dolientes deben ser inducidos a comprender que necesitan auxilio espiritual tanto como curación física. En ellos deben recibir todos los cuidados favorables al restablecimiento de la salud; mas hay que hacerles ver también cuáles son los beneficios que provienen de la vida de Cristo y de la comunión con él. Hay que mostrarles que la gracia del Señor, obrando en el alma, eleva a todo el ser. Y para ellos el mejor modo de aprender a conocer la vida de Jesús consiste en verla realizada en la vida de sus discípulos.5TS 32.1

    El que trabaja fielmente tiene los ojos puestos en Jesucristo. Recuerda que su esperanza de vida eterna la debe a la cruz del Calvario, y está resuelto a no deshonrar jamás a quien dió su vida por él. Se interesa profundamente en los sufrimientos de la humanidad. Ora y trabaja. Cuida de las almas como quien deberá dar cuenta, sabiendo que las almas que Dios pone en relación con la verdad y la justicia son dignas de ser salvas.5TS 32.2

    Los que trabajan en nuestros sanatorios están empeñados en una guerra santa. Deben presentar a los enfermos y a los afligidos la verdad tal cual es en Jesús. Deben presentarla en toda su solemnidad, y, sin embargo, con tal sencillez y ternura que las almas sean conducidas al Salvador. Deben siempre, en sus palabras y acciones, mostrar que Cristo es la esperanza de vida eterna. Nunca deben hablar de una manera impaciente ni obrar egoístamente. Los empleados deben tratar a cada uno con bondad. Sus palabras deben ser amables y corteses. Los que den prueba de verdadera modestia y cortesía cristiana ganarán almas para Cristo.5TS 32.3

    Debemos esforzarnos por restablecer la salud física y espiritual de aquellos que acudan a nuestros sanatorios. Preparémonos, pues, a substraerlos durante cierto tiempo de las circunstancias que los alejaron de Dios, y a colocarlos en una atmósfera más pura. Cuando los enfermos están en el campo, rodeados de las bellezas de la naturaleza, impregnados del aire puro que allí se respira, es más fácil hablarles de la vida nueva que es en Cristo Jesús. Allí es donde la Palabra de Dios puede enseñarse con más éxito. Allí es donde los rayos del Sol de Justicia penetran mejor en los corazones entenebrecidos por el pecado. Con paciencia y simpatía, enseñad a los enfermos a comprender que necesitan al Salvador. Decidles que él es quien da fuerza a los débiles; quien aumenta la potencia de los que no tienen ya energía.5TS 33.1

    Necesitamos comprender mejor el sentido de estas palabras: “Debajo de su sombra me senté con gran deleite.” Cantares 2:3 (VM), Ellas no evocan en nuestro espíritu la imagen de un apresuramiento febril, sino por el contrario, la de un dulce reposo. Son muchos los que profesan ser cristianos y que manifiestan inquietud y depresión, y los que rebosan actividad, pero no pueden hallar tiempo para reposar tranquilamente en las promesas de Dios. Obran como si no pudiesen permitirse tener paz y tranquilidad. A éstos dirige Cristo esta invitación: “Venid a mí, ... que yo os haré descansar.” Mateo 11:28. Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerza para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a abandonar nuestras congojas y a cantar las alabanzas de Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él la paz y el reposo.5TS 33.2

    Los que trabajan en nuestros sanatorios deben poseer una rica experiencia cristiana, fruto de la verdad implantada en el corazón y nutrida por la gracia de Dios. Arraigados y afirmados en la verdad, deben tener una fe que obre por amor y que purifique el alma. Pidiendo constantemente las bendiciones que necesitan, deben cerrar las ventanas de su alma a la atmósfera apestada del mundo y abrirlas, por el contrario, hacia el cielo, para dejar entrar los brillantes rayos del Sol de Justicia.5TS 34.1

    ¿Quién se está preparando para encargarse de una manera inteligente de la obra médica misionera? Los que acudan a recibir los cuidados en nuestros sanatorios deben, mediante esta obra, ser conducidos al Salvador y aprender a unir su debilidad a la fuerza de él. Cada obrero debe ser inteligente y capaz; y entonces podrá presentar de una manera amplia y elevada la verdad tal cual es en Jesús.5TS 34.2

    Los que trabajan en nuestros sanatorios están constantemente expuestos a la tentación. Puestos en relación con los incrédulos, los que no están firmes en la verdad sufrirán por este contacto. Pero aquellos que moran en Cristo, arrostrarán a los incrédulos como lo hizo Cristo mismo: inflexibles en su obediencia, estarán siempre listos para decir una palabra buena en el momento oportuno y a esparcir la simiente de verdad. Ellos perseverarán en la oración; mantendrán su integridad y darán cada día pruebas de la estabilidad de su religión. La influencia de tales empleados será una bendición para muchos. Mediante una vida bien ordenada, conducirá almas a la cruz. Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador. Está siempre gozoso, listo para pronunciar palabras de esperanza y de consuelo a los que sufren. “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová.” Proverbios 1:7.5TS 34.3

    Una palabra de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas o argumentos humanos. Aquellos que se niegan a seguir los planes de Dios, oirán finalmente la sentencia: “Apartaos de mí.” Mas si nos sometemos a la voluntad de Dios, el Señor Jesús dirige nuestra mente y pone en nuestros labios palabras de seguridad. Podemos ser fuertes en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Al recibir a Cristo, quedamos revestidos de su potencia. Cuando el Salvador habita en nosotros, su fuerza viene a ser nuestra; su verdad mora en nosotros en abundancia, y ninguna injusticia se advierte en nuestra vida. Llegamos a poder decir palabras oportunas a quienes no conocen la verdad. La presencia de Cristo en el corazón es una potencia vivificadora, que fortalece todo el ser.5TS 35.1

    Se me ha ordenado que diga a los empleados de nuestros sanatorios que la incredulidad y la confianza en sí mismo son los peligros contra los cuales deben prevenirse constantemente. Deben guerrear contra el mal con tal celo y ardor, que los enfermos sientan la influencia ennoblecedora de sus esfuerzos desinteresados.5TS 35.2

    Ningún rastro de egoísmo debe mancillar nuestro servicio. “No podéis servir a Dios y a Mammón.” Ensalzad ante el mundo al Hombre del Calvario. Exaltadle por una fe viva en Dios a fin de que vuestras oraciones puedan ser oídas. ¿Comprendemos bien claramente hasta qué punto se acerca Jesús a nosotros? Se dirige a nosotros personalmente. Se revelará a todo aquel que quiera ser revestido de su justicia. Declara: “Yo soy quien sostiene tu diestra.” Coloquémonos en un lugar donde pueda verdaderamente sostenernos, donde podamos oírle decir con fuerza y autoridad: “Fuí muerto; y he aquí vivo para siempre jamás.”5TS 35.3

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