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La Historia de la Redención

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    Capítulo 20—Los espías y su informe

    Este capítulo está basado en Números 13:1-14:39.

    El Señor mandó a Moisés que enviara hombres a espiar la tierra de Canaán, que él iba a dar a los hijos de Israel. Para cumplir este propósito se debía seleccionar a un dirigente de cada tribu. Salieron y después de cuarenta días regresaron de su investigación, se presentaron delante de Moisés y Aarón y toda la congregación de Israel, y les mostraron los frutos de la tierra. Estuvieron de acuerdo en que se trataba de una buena tierra, y exhibieron los ricos frutos que habían traído como evidencia de ello. Un racimo de uvas que trajeron era tan enorme, que debían llevarlo entre dos hombres colgado de una vara. También trajeron higos y granadas, que allí se producían en abundancia.HR 162.1

    Después de referirse a la fertilidad de la tierra, todos menos dos se expresaron con desánimo en cuanto a la capacidad de ellos de poseerla. Dijeron que la gente que moraba en la tierra era muy fuerte, y que sus ciudades estaban rodeadas de grandes y elevados muros; y, además, vieron allí a los hijos del gigante Anac. A continuación describieron a la gente que moraba por los alrededores de Canaán, y se refirieron a la imposibilidad de poseer alguna vez la tierra.HR 162.2

    Cuando el pueblo escuchó este informe dio rienda suelta a su desilusión con amargos reproches y clamores. No se detuvieron a reflexionar y razonar que si Dios los había traído hasta allí, ciertamente les daría la tierra. Cedieron de inmediato al desánimo. Limitaron el poder del Santo y no confiaron en Dios, que los había conducido hasta ese instante. Cubrieron de reproches a Moisés y murmuraron uno con el otro diciendo: “Este es entonces el fin de todas nuestras esperanzas. Para obtener esta tierra hemos viajado desde Egipto”.HR 162.3

    Caleb y Josué trataron de lograr que se los escuchara, pero la gente estaba tan excitada que no podía tener la calma suficiente para oír a estos dos hombres. Cuando se tranquilizaron un poco Caleb se aventuró a hablar. Dijo a la gente: “Subamos luego, y tomemos posesión de ella; porque más podremos nosotros que ellos”. Pero los hombres que fueron con ellos dijeron: “No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros”. Y siguieron repitiendo su mal informe, y afirmaron que todos los hombres eran de elevada estatura. “También vimos allí gigantes, hijos de Anac, raza de los gigantes, y éramos nosotros, a nuestro parecer, como langostas; y así les parecíamos a ellos.HR 163.1

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