Loading...
Larger font
Smaller font
Copy
Print
Contents
  • Results
  • Related
  • Featured
No results found for: "".
  • Weighted Relevancy
  • Content Sequence
  • Relevancy
  • Earliest First
  • Latest First
    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents

    Capítulo 24—La oración intercesora

    La oración por otros—Esforcémonos para caminar en la luz así como Cristo está en la luz. El Señor quitó la aflicción de Job cuando él oró no sólo por sí mismo sino por los que se le oponían. Cuando deseó fervientemente que se ayudara a las almas que habían pecado contra él, [entonces] él mismo recibió ayuda. Oremos no sólo por nosotros mismos sino también por los que nos han hecho daño y continúan perjudicándonos. Orad, orad sobre todo mentalmente. No deis descanso al Señor; pues sus oídos están abiertos para oír las oraciones sinceras, insistentes, cuando el alma se humilla ante él.—Comentario Bíblico Adventista 3:1159, 1160.Or06 245.1

    Debéis ser el instrumento por medio del cual Dios hable al alma. Se os recordarán cosas preciosas, y con el corazón rebosante del amor de Jesús, hablaréis palabras de vital interés e importancia. Vuestra sencillez y vuestra sinceridad constituirán vuestra mayor elocuencia, y en los libros del cielo se registrarán vuestras palabras como oportunas, semejantes a manzanas de oro con figuras de plata. Dios las transformará en una corriente de influencia celestial, despertará convicciones y deseos, y Jesús añadirá su intercesión a sus oraciones, y pedirá para el pecador el don del Espíritu Santo, y lo derramará sobre su alma. Y delante de los ángeles de Dios habrá gozo por un pecador que se arrepiente.—Hijos e Hijas de Dios, 276.Or06 245.2

    Hay a vuestro alrededor aquellos que sufren desgracias, que necesitan palabras de simpatía, amor y ternura, y nuestras oraciones humildes y compasivas.—Testimonies for the Church 3:530.Or06 246.1

    Al llamar a Dios nuestro Padre, reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Todos formamos parte del gran tejido de la humanidad; todos somos miembros de una sola familia. En nuestras peticiones hemos de incluir a nuestros prójimos tanto como a nosotros mismos. Nadie ora como es debido si solamente pide bendiciones para sí mismo.—Hijos e Hijas de Dios, 269.Or06 246.2

    Al procurar ganar a otros para Cristo, llevando la preocupación por las almas en nuestras oraciones, nuestros propios corazones palpitarán bajo la vivificante influencia de la gracia de Dios; nuestros propios afectos resplandecerán con más divino fervor; nuestra vida cristiana toda será más real, más ferviente, más llena de oración.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 289.Or06 246.3

    Algunos están enfermos y han perdido la esperanza. Devolvedles la luz del sol. Hay almas que han perdido su valor; habladles, orad por ellas. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leedles de la Palabra de Dios. Hay una enfermedad del alma que ningún bálsamo puede alcanzar, ninguna medicina curar. Orad por estas [almas] y traedlas a Jesucristo. Y en toda vuestra obra Cristo estará presente para impresionar los corazones humanos.—El Ministerio de la Bondad, 75.Or06 246.4

    Conversen los que son espirituales con estas almas. Oren con ellos y por ellos. Conságrese mucho tiempo a la oración y al profundo escudriñamiento de la Palabra. Obtengan todos los verdaderos hechos de la fe en sus propias almas, por medio de la creencia de que el Espíritu Santo será impartido a ellos porque tienen en verdad hambre y sed de justicia.—El Evangelismo, 118.Or06 246.5

    Cuando muera el yo, se despertará un deseo intenso por la salvación de otros, un deseo que llevará a esfuerzos perseverantes para el bien. Se sembrará junto a todas las aguas; y súplicas fervientes, oraciones importunas, entrarán al cielo a favor de las almas que perecen.—The Review and Herald, 22 de julio de 1884.Or06 247.1

    ¡Oh, si se pudiera escuchar por todas partes la ferviente oración de fe: Dame las almas sepultadas ahora debajo de la basura del error, si no, muero! Traigámoslas al conocimiento de la verdad tal como lo es en Jesús.—Cada Día con Dios, 171.Or06 247.2

    Comenzad a orar por las almas; aproximaos a Cristo, colocaos más cerca de su costado sangrante. Permitid que un espíritu humilde y sereno adorne vuestras vidas, y haced que vuestras peticiones fervientes, sinceras y humildes asciendan hacia Dios en busca de sabiduría para tener éxito en la salvación no sólo de vuestra propia alma, sino también de otras almas.—Testimonios para la Iglesia 1:449.Or06 247.3

    Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos.—Profetas y Reyes, 531.Or06 247.4

    Hay que buscar a las almas, orar por ellas y trabajar en su favor. Han de hacerse llamamientos fervorosos y se deben ofrecer oraciones fervientes. Nuestras peticiones débiles y sin espíritu han de ser reemplazadas por súplicas llenas de intenso fervor.—Testimonios para la Iglesia 7:14, 15.Or06 247.5

    Esta obra requiere que velemos por el bien de las almas, como quienes hemos de dar cuenta. La ternura de Cristo ha de inundar el corazón del obrero. Si usted siente amor por las almas, revelará una tierna preocupación por ellas. Ofrecerá oraciones humildes, fervientes y sinceras por todos aquellos a quienes visite. La fragancia del amor de Cristo se revelará en su trabajo. Aquel que entregó su propia vida por la vida del mundo está dispuesto a cooperar con el obrero abnegado para producir una impresión sobre los corazones humanos.—Testimonies for the Church 6:75, 76.Or06 247.6

    Trabajemos juntos en este plan, y oremos unos por otros, trayéndonos los unos a los otros a la misma presencia de Dios, con una fe viva.—The Review and Herald, 28 de agosto de 1888.Or06 248.1

    Oremos por bendiciones a fin de poder bendecir a otros—Nuestras oraciones no han de consistir en peticiones egoístas, meramente para nuestro propio beneficio. Hemos de pedir para poder dar. El principio de la vida de Cristo debe ser el principio de nuestra vida. “Por ellos—dijo Cristo, refiriéndose a sus discípulos—yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en verdad”. Juan 17:19. La misma devoción, la misma abnegación, la misma sujeción a las declaraciones de la Palabra de Dios que se manifestaron en Cristo, deben verse en sus siervos. Nuestra misión en el mundo no es servirnos o agradarnos a nosotros mismos. Hemos de glorificar a Dios cooperando con él para salvar a los pecadores. Debemos pedir bendiciones a Dios para poder comunicarlas a los demás. La capacidad de recibir es preservada únicamente impartiendo. No podemos continuar recibiendo tesoros celestiales sin comunicarlos a aquellos que nos rodean.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 108.Or06 248.2

    Al orar: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, pedimos para los demás tanto como para nosotros mismos. Reconocemos que lo que Dios nos da no es para nosotros solos. Dios nos lo confía para que alimentemos a los hambrientos.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 95.Or06 248.3

    Intercedamos por otros en la oración privada—En la oración privada, todos tienen el privilegio de orar todo el tiempo que deseen, y de ser tan explícitos como quieran. Pueden orar por todos sus parientes y amigos. La cámara secreta es el lugar donde se han de contar todas las dificultades, pruebas y tentaciones particulares. La reunión para adorar a Dios en conjunto no es el lugar donde se hayan de revelar las cosas privadas del corazón.—Testimonios para la Iglesia 2:512.Or06 248.4

    Oremos por los que predican y ministran—Entre el pueblo de Dios debería haber, en este tiempo, frecuentes períodos de oración sincera y ferviente. La mente debería estar continuamente en actitud de oración. En la casa y en la iglesia, ofrézcanse fervientes oraciones en favor de los que se han dado a sí mismos a la predicación de la Palabra.—En los Lugares Celestiales, 93.Or06 248.5

    Debéis tener temporadas de oración por los hombres jóvenes que salen a predicar la verdad. Rogad que Dios los una a sí mismo y que les imparta sabiduría, gracia, y conocimiento. Pedid que sean guardados de las trampas de Satanás y que sean mantenidos puros de pensamiento y consagrados de corazón. Os ruego a vosotros que teméis al Señor que no perdáis tiempo en conversaciones de poco valor y en el trabajo innecesario para satisfacer vuestra vanidad o en darle gusto al apetito. Emplead el tiempo economizado y rogad encarecidamente en oración por vuestros ministros. Sostened sus manos como Aarón y Hur sostuvieron las de Moisés.—Testimonios para la Iglesia 5:151.Or06 249.1

    Orar por los jóvenes de la iglesia—Vigilen los que tienen más experiencia a los más jóvenes, y cuando los vean tentados, llámenlos aparte y oren con ellos y por ellos.—Mensajes para los Jóvenes, 17.Or06 249.2

    Los maestros de escuela sabática han de orar por los miembros de su clase—Como obreros de Dios, necesitamos más de Jesús y menos del yo. Deberíamos sentir una preocupación mayor por las almas, y orar diariamente que se nos dé fuerza y sabiduría para el sábado. Maestros, visitaos con los miembros de vuestras clases. Orad con ellos, y enseñadles a orar. enternézcase el corazón, y sean breves y sencillas pero fervientes las peticiones.—Consejos Sobre la Obra de la Escuela Sabática, 139.Or06 249.3

    Los alumnos han de orar por sus maestros—Los estudiantes deben tener sus propios momentos de oración, cuando puedan ofrecer fervientes peticiones en favor del director y los maestros de la escuela, a fin de que se les imparta fuerza física, claridad mental, fuerza moral, discernimiento espiritual, a fin de que sean preparados por la gracia de Cristo para hacer la obra con fidelidad y amor fervoroso.—Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, 538.Or06 249.4

    Oremos por nuestros hermanos en la fe—Nos olvidamos demasiado a menudo que nuestros colaboradores necesitan fuerza y valor. En tiempos de pruebas o dificultades particulares, procurad demostrarles vuestro interés y vuestra simpatía. Cuando tratáis de ayudarles por vuestras oraciones, hacédselo saber. Haced repercutir en toda la línea el mensaje que Dios dirige a sus obreros: “Esfuérzate y sé valiente”. Josué 1:6.—Testimonios para la Iglesia 7:176, 177.Or06 250.1

    Los padres deben orar por sus hijos—Pero el Señor ha prometido dar sabiduría a quienes la pidan con fe, y él hará precisamente lo que dijo que haría. Se complace con la fe que se fía en su palabra. La madre de Agustín (obispo de Hipona) oró por la conversión de su hijo. No veía evidencia de que Dios estuviera impresionando su corazón, pero no se desanimaba. Colocaba sus dedos sobre los textos bíblicos y presentaba ante Dios las palabras que él mismo había pronunciado, rogando como sólo una madre puede hacerlo. Su profunda humillación, su ferviente perseverancia, su fe incansable, prevalecieron y el Señor le concedió el deseo de su corazón. Hoy está igualmente dispuesto a escuchar las peticiones de su pueblo. Su mano “no se ha acortado para salvar, ni se ha endurecido su oído para oír” (Isaías 59:1); y si los padres cristianos lo buscan con esmero, él abastecerá sus labios de argumentos y por amor de su nombre obrará poderosamente en su favor convirtiendo a sus hijos.—Testimonios para la Iglesia 5:302.Or06 250.2

    Debiéramos orar a Dios mucho más de lo que lo hacemos. Hay gran fortaleza y bendición al orar juntos en familia con nuestros hijos y por ellos.—Conducción del Niño, 497.Or06 250.3

    Permitid que Cristo encuentre en vosotros su mano auxiliadora para ejecutar sus propósitos. Por la oración podéis adquirir una experiencia que dará perfecto éxito a vuestro ministerio en favor de vuestros hijos.—Conducción del Niño, 66.Or06 250.4

    [Palabras dirigidas a una madre fiel] No consideró que el trabajo pesado fuera una carga con tal de que se abriera el camino para que usted pudiera cuidar de sus hijos y protegerlos de la iniquidad que prevalece en esta etapa de la historia del mundo. La preocupación de su corazón era verlos volverse al Señor. Suplicó delante del Señor con clamores y lágrimas. Tanto deseaba su conversión. A veces su corazón se desanimaba y desmayaba, por temor de que sus oraciones no fueran respondidas; pero de nuevo consagraba a Dios sus hijos, y su fiel corazón los volvía a colocar sobre el altar.Or06 251.1

    Cuando ingresaron al ejército, sus oraciones los siguieron. Fueron maravillosamente preservados de todo daño. Ellos dijeron que era buena suerte; pero las oraciones de una madre, procedentes de un alma anhelante y preocupada, al darse cuenta del peligro que corrían sus hijos de perecer en su juventud sin esperanza en Dios, tuvieron mucho que ver en su preservación. ¡Cuántas oraciones fueron registradas en el Cielo para que esos hijos fueran preservados con el fin de obedecer a Dios y dedicar sus vidas a su gloria! En la ansiedad que experimentaba por sus hijos, usted le rogaba a Dios que se los trajera de vuelta, para procurar con más fervor conducirlos por la senda de la santidad.—Testimonios para la Iglesia 2:247, 248.Or06 251.2

    Él [Dios] no se negará a escuchar la oración ferviente de los padres, apoyada por su labor perseverante, que solicita que sus hijos sean bendecidos por él, y lleguen a ser fieles obreros en su causa. Cuando los padres cumplen sus deberes, en la forma indicada por Dios, pueden sentirse seguros de que sus súplicas por ayuda en la obra del hogar serán concedidas.—The Signs of the Times, 4 de mayo de 1888.Or06 251.3

    Velad continuamente para detener la corriente y rechazar el peso del mal que Satanás está echando sobre vuestros hijos. Los niños no pueden hacer esto de por sí, pero los padres pueden hacer mucho. Mediante la oración ferviente y la fe viva, ganarán grandes victorias.—Joyas de los Testimonios 1:147.Or06 251.4

    Para hacer debidamente su obra, se requieren de ella [la madre] talento, habilidad, paciencia, cuidado reflexivo, desconfianza propia y oración ferviente. Procure cada madre cumplir sus obligaciones por esfuerzo perseverante. Lleve a sus pequeñuelos en los brazos de la fe a los pies de Jesús, cuéntele su gran necesidad y pídale sabiduría y gracia.—Consejos para los Maestros, Padres y Alumnos, 122.Or06 251.5

    El esfuerzo concienzudo, la oración y la fe, cuando están unidos a un correcto ejemplo, no serán infructíferos. Presentad vuestros hijos a Dios con fe, y procurad impresionar sus mentes susceptibles con un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial.—La Temperancia, 139.Or06 252.1

    No espere que se realice ningún tipo de cambio en sus hijos sin una labor paciente y esmerada, mezclada con oraciones fervientes. El estudiar y comprender sus caracteres variados, y día tras día moldearlos de acuerdo al divino Modelo, es una obra que requiere gran diligencia y perseverancia, con mucha oración, y una fe constante en las promesas de Dios.—The Signs of the Times, 4 de mayo de 1888.Or06 252.2

    Aun el lactante en los brazos de su madre puede morar bajo la sombra del Todopoderoso por la fe de su madre que ora.—El Deseado de Todas las Gentes, 473.Or06 252.3

    Padres y madres, ¿no se dedicarán a su labor con energía, perseverancia y amor? Siembren cada día la preciosa semilla, con oraciones fervientes que Dios regará con el rocío de su gracia, y les concederá una cosecha abundante. El Hijo de Dios murió para redimir a la raza pecaminosa y rebelde. ¿Habremos de vacilar ante alguna tarea o sacrificio a fin de salvar a nuestros propios hijos queridos?—The Signs of the Times, 24 de noviembre de 1881.Or06 252.4

    Después de haber cumplido fielmente con vuestro deber para vuestros hijos, llevadlos a Dios y pedidle que os ayude. Decidle que habéis hecho vuestra parte y luego con fe pedid a Dios que haga su parte, lo que no podéis hacer.—Conducción del Niño, 240.Or06 252.5

    Larger font
    Smaller font
    Copy
    Print
    Contents