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    Capítulo 12—Oración y reavivamiento

    El reavivamiento sólo vendrá como respuesta a la oración—La mayor y más urgente de todas nuestras necesidades es la de un reavivamiento de la verdadera piedad en nuestro medio. Procurarlo debiera ser nuestra primera obra. Debe haber esfuerzos fervientes para obtener las bendiciones del Señor, no porque Dios no esté dispuesto a conferirnos sus bendiciones, sino porque no estamos preparados para recibirlas. Nuestro Padre celestial está más dispuesto a dar su Espíritu Santo a los que se lo piden que los padres terrenales a dar buenas dádivas a sus hijos. Sin embargo, mediante la confesión, la humillación, el arrepentimiento y la oración ferviente nos corresponde cumplir con las condiciones en virtud de las cuales ha prometido Dios concedernos su bendición. Sólo en respuesta a la oración debe esperarse un reavivamiento.—Mensajes Selectos 1:141.Or06 118.1

    Hoy existe la necesidad de un reavivamiento tal de una genuina religión del corazón como lo experimentó el antiguo Israel. Igual que ellos, necesitamos llevar frutos de arrepentimiento: apartarnos del pecado, limpiar la inmundicia del templo del corazón, para que Jesús reine en él. Existe la necesidad de la oración—oración ferviente y eficaz. Nuestro Salvador ha dejado preciosas promesas para el suplicante penitente. Tales no buscarán su rostro en vano. Por su propio ejemplo también, Jesús nos enseñó la necesidad de orar. Siendo él mismo la Majestad del cielo, a menudo pasó toda la noche en comunión con su Padre. Si el Redentor del mundo no era demasiado puro, sabio y santo para buscar la ayuda de Dios, cuanto más nosotros, débiles y errantes mortales, tenemos la necesidad imperiosa de la divina asistencia. Con penitencia y fe, cada verdadero cristiano debe buscar con frecuencia “el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno Socorro”. Hebreos 4:16.—The Signs of the Times, 26 de enero de 1882.Or06 118.2

    La oración nos conecta con Dios—Si venimos con humildad, y con la verdadera certidumbre de la fe le presentamos nuestras necesidades a Aquel cuyo conocimiento es infinito, a quien nada se le oculta y quien gobierna todas las cosas por su voluntad y palabra, él puede y quiere atender nuestro clamor y hacer resplandecer su luz en nuestro corazón. Por la oración sincera nos ponemos en comunicación con la mente del Infinito. Quizá no tengamos al instante ninguna prueba notable de que el rostro de nuestro Redentor está inclinado hacia nosotros con compasión y amor; sin embargo es así. No podemos sentir su toque manifiesto, mas su mano nos sustenta con amor y piadosa ternura.—El Camino a Cristo, 96, 97.Or06 119.1

    Nuestras oraciones ascienden bañadas en la sangre purificadora de Cristo—Los servicios religiosos, las oraciones, la alabanza, la confesión arrepentida del pecado ascienden desde los verdaderos creyentes como incienso ante el Santuario celestial, pero al pasar por los canales corruptos de la humanidad, se contaminan de tal manera que, a menos que sean purificados por sangre, nunca pueden ser de valor ante Dios. No ascienden en pureza inmaculada, y a menos que el Intercesor, que está a la diestra de Dios, presente y purifique todo por su justicia, no son aceptables ante Dios. Todo el incienso de los tabernáculos terrenales debe ser humedecido con las purificadoras gotas de la sangre de Cristo. Él sostiene delante del Padre el incensario de sus propios méritos, en los cuales no hay mancha de corrupción terrenal. Recoge en ese incensario las oraciones, la alabanza y las confesiones de su pueblo, y a ellas les añade su propia justicia inmaculada. Luego, perfumado con los méritos de la propiciación de Cristo, asciende el incienso delante de Dios plena y enteramente aceptable. Así se obtienen respuestas benignas.—Mensajes Selectos 1:404.Or06 119.2

    Al orar sentimos la presencia de Jesús—Si mantenemos al Señor constantemente delante de nosotros, permitiendo que nuestros corazones expresen el agradecimiento y la alabanza a él debidos, tendremos una frescura perdurable en nuestra vida religiosa. Nuestras oraciones tomarán la forma de una conversación con Dios, como si habláramos con un amigo. Él nos dirá personalmente sus misterios. A menudo nos vendrá un dulce y gozoso sentimiento de la presencia de Jesús.—Palabras de Vida del Gran Maestro, 100.Or06 120.1

    El Espíritu Santo llegó en el Pentecostés como respuesta a la oración—Sobre los discípulos que esperaban y oraban vino el Espíritu con una plenitud que alcanzó a todo corazón. El Ser Infinito se reveló con poder a su iglesia. Era como si durante siglos esta influencia hubiera estado restringida, y ahora el Cielo se regocijara en poder derramar sobre la iglesia las riquezas de la gracia del Espíritu. Y bajo la influencia del Espíritu, las palabras de arrepentimiento y confesión se mezclaban con cantos de alabanza por el perdón de los pecados. Se oían palabras de agradecimiento y de profecía. Todo el Cielo se inclinó para contemplar y adorar la sabiduría del incomparable e incomprensible amor. Extasiados de asombro, los apóstoles exclamaron: “En esto consiste el amor”. Se asieron del don impartido. ¿Y qué siguió? La espada del Espíritu, recién afilada con el poder y bañada en los rayos del cielo, se abrió paso a través de la incredulidad. Miles se convirtieron en un día.—Los Hechos de los Apóstoles, 31.Or06 120.2

    Deberíamos orar por el Espíritu como hicieron los discípulos en el Pentecostés—Fue por medio de la confesión y el perdón del pecado, por la oración ferviente y la consagración de sí mismos a Dios, cómo los primeros discípulos se prepararon para el derramamiento del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. La misma obra, sólo que en mayor grado, debe realizarse ahora...Or06 120.3

    A menos que estemos avanzando diariamente en la ejemplificación de las virtudes cristianas activas, no reconoceremos las manifestaciones del Espíritu Santo en la lluvia tardía. Podrá estar derramándose en los corazones en torno de nosotros, pero no la discerniremos ni la recibiremos...Or06 121.1

    La gracia divina se necesita al comienzo, se necesita gracia divina a cada paso de avance, y sólo la gracia divina puede completar la obra. No habrá ocasión de descansar en una actitud descuidada. Nunca debemos olvidar las amonestaciones de Cristo: “Velad en oración”, “Velad... orando en todo tiempo”. Una conexión con el agente divino es esencial para nuestro progreso en todo momento. Podemos haber tenido una medida del Espíritu de Dios, pero por la oración y la fe continuamente hemos de tratar de conseguir más del Espíritu.—Testimonios para los Ministros, 516, 517.Or06 121.2

    Debemos orar tan fervorosamente por el descenso del Espíritu Santo como los discípulos oraron el día de Pentecostés. Si ellos lo necesitaban en aquel tiempo, nosotros lo necesitamos más hoy...Or06 121.3

    Sin el Espíritu y el poder de Dios será en vano que trabajamos para presentar la verdad.—El Colportor Evangélico, 146.Or06 121.4

    Reclamar con fe el cumplimiento de la promesa del Espíritu—Únicamente a aquellos que esperan humildemente en Dios, que velan para tener su dirección y gracia, se da el Espíritu. El poder de Dios aguarda que ellos lo pidan y lo reciban. Esta bendición prometida, reclamada por la fe, trae todas las demás bendiciones en su estela. Se da según las riquezas de la gracia de Cristo, y él está listo para proporcionarla a toda alma según su capacidad para recibirla.—El Deseado de Todas las Gentes, 626.Or06 121.5

    Oremos por la lluvia tardía—Debemos orar que Dios abra las fuentes de las aguas de vida. Y nosotros mismos debemos recibir del agua viva. Oremos con corazón contrito, con el mayor fervor, para que ahora, en el tiempo de la lluvia tardía, los aguaceros de gracia caigan sobre nosotros. En toda reunión a que asistamos deben ascender nuestras plegarias para que en este mismo tiempo Dios imparta calor y humedad a nuestras almas. Al buscar a Dios para la recepción del Espíritu Santo, este poder obrará en nosotros mansedumbre, humildad de mente, y una dependencia consciente de Dios para la lluvia tardía que perfecciona la obra. Si oramos por la bendición con fe, la recibiremos como Dios lo ha prometido.—Testimonios para los Ministros, 518.Or06 121.6

    Seamos fervientes en la oración y en el poder del Espíritu de Dios—Lo que necesitamos es la influencia vivificante del Espíritu de Dios. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”. Zacarías 4:6. Orad sin cesar, y velad, obrando en armonía con vuestras oraciones. Mientras oráis, creed, confiad en Dios. Es el tiempo de la lluvia tardía, cuando el Señor dará liberalmente de su Espíritu. Sed fervientes en la oración, y velad en el Espíritu.—Testimonios para los Ministros, 521.Or06 122.1

    Satanás teme cuando el pueblo de Dios ora por el Espíritu Santo—Nada hay que Satanás tema tanto como que el pueblo de Dios limpie el camino de todo obstáculo, de modo que el Señor pueda derramar su Espíritu sobre una iglesia languideciente y una congregación impenitente. Si Satanás saliera con la suya, no habría, hasta el fin del tiempo, otro despertar, grande ni pequeño. Pero no ignoramos sus ardides. Es posible resistir a su poder. Cuando se haya preparado el camino para el Espíritu de Dios, vendrá la bendición. Tan ciertamente como que Satanás no puede cerrar las ventanas del cielo para que no caiga lluvia sobre la tierra, no puede impedir que una lluvia de bendición caiga sobre el pueblo de Dios. Ni los hombres perversos ni los demonios pueden obstaculizar la obra de Dios ni impedir su presencia en las asambleas de su pueblo, si éste, con corazón contrito y sumiso, confiesa y aparta sus pecados, y reclama con fe sus promesas.—Mensajes Selectos 1:144, 145.Or06 122.2

    El Espíritu acompaña cada oración sincera—La religión que proviene de Dios es la única que conducirá a Dios. A fin de servirle debidamente, debemos nacer del Espíritu divino. Esto purificará el corazón y renovará la mente, dándonos una nueva capacidad para conocer y amar a Dios. Nos inspirará una obediencia voluntaria a todos sus requerimientos. Tal es el verdadero culto. Es el fruto de la obra del Espíritu Santo. Por el Espíritu es formulada toda oración sincera, y una oración tal es aceptable para Dios. Siempre que un alma anhela a Dios, se manifiesta la obra del Espíritu, y Dios se revelará a esa alma. Él busca adoradores tales. Espera para recibirlos y hacerlos sus hijos e hijas.—El Deseado de Todas las Gentes, 159, 160.Or06 122.3

    La oración sin un servicio ferviente al prójimo termina en formalismo—Dios no pretende que algunos de nosotros nos hagamos ermitaños o monjes, ni que nos retiremos del mundo a fin de consagrarnos a los actos de adoración. Nuestra vida debe ser como la vida de Cristo, que estaba repartida entre la montaña y la multitud. El que no hace nada más que orar, pronto dejará de hacerlo o sus oraciones llegarán a ser una rutina formal. Cuando los hombres se alejan de la vida social, de la esfera del deber cristiano y de la obligación de llevar su cruz, cuando dejan de trabajar ardientemente por el Maestro que trabajaba con ardor por ellos, pierden lo esencial de la oración y no tienen ya estímulo para la devoción. Sus oraciones llegan a ser personales y egoístas. No pueden orar por las necesidades de la humanidad o la extensión del reino de Cristo, ni pedir fuerza con que trabajar.—El Camino a Cristo, 101.Or06 123.1

    La madurez espiritual depende de la oración—Para progresar en la vida espiritual, tenemos que pasar mucho tiempo en oración. Cuando el mensaje de verdad se proclamó por primera vez, ¡cuánto se oraba! ¡Cuàn a menudo se oía en las cámaras, en el establo, en el huerto o en la arboleda la voz intercesora! A menudo pasábamos horas enteras en oración, dos o tres juntos reclamando la promesa; con frecuencia se escuchaba el sonido del llanto, y luego la voz de agradecimiento y el canto de alabanza. Hoy está más cerca el día del Señor que cuando primero creímos, y debiéramos ser más dedicados, más celosos y fervientes que en aquellos primeros días. Los peligros que encaramos son mayores ahora que entonces.—Testimonios para la Iglesia 5:151.Or06 123.2

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