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Notas biográficas de Elena G. de White

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    Reflexiones personales

    Con respecto a su viaje al oeste, en su ruta por California, y con relación a sus reflexiones mientras se demoraba unas pocas semanas en su retiro veraniego de las montañas rocosas, la Sra. White escribió:NBEW 283.1

    “El 22 de agosto, en compañía de mis nueras Emma y María White, salí de Battle Creek hacia el oeste, esperando recibir el beneficio de un cambio de clima. Aunque estaba sufriendo todavía los efectos de un ataque severo de paludismo, así como del choque de la muerte de mi esposo, soporté el viaje mejor de lo que había esperado. Llegamos a Boulder, Colorado, el jueves 25 de agosto, y al siguiente domingo salimos de ese lugar en un carruaje privado hacia nuestro hogar en las montañas.NBEW 283.2

    “Desde nuestra casa de campo podía mirar los bosques de pinos jóvenes, tan frescos y fragantes que perfumaban el aire con su aroma delicioso. En años anteriores, mi esposo y yo hicimos de este bosque nuestro santuario. En estas montañas a menudo nos arrodillamos juntos en adoración y súplica. Me rodeaban por todas partes los lugares que habían sido bendecidos de esta manera; y al observarlos, podía recordar muchos casos en los cuales recibimos bendiciones directas y notables en respuesta a la oración...NBEW 283.3

    “¡Cuán cerca parecíamos estar de Dios, cuando a la luz brillante de la luna nos postrábamos en la ladera de alguna montaña solitaria para pedir las bendiciones necesarias de manos del Señor! ¡Qué fe y qué confianza eran las nuestras! Los propósitos de amor y misericordia de Dios parecían revelarse más plenamente, y sentíamos la seguridad de que nuestros pecados y errores eran perdonados. En tales oportunidades veía el rostro de mi esposo iluminado con una luz radiante que parecía reflejarse del trono de Dios, mientras que con una voz cambiada alababa al Señor por las ricas bendiciones de su gracia. En medio de las tinieblas de la tierra, todavía podíamos discernir por todas partes los rayos brillantes de la fuente de la luz. Por medio de las obras de la creación comulgábamos con Aquel que habita la eternidad. Al mirar las rocas enhiestas y las altas montañas, exclamábamos: ‘¿Dónde hay un Dios tan grande como nuestro Dios?’NBEW 283.4

    “Rodeados, como siempre lo estábamos, de dificultades, cargados de responsabilidades, finitos, débiles, y en el mejor de los casos, mortales errantes, a veces estábamos por ceder a la desesperación. Pero cuando considerábamos el amor de Dios y su cuidado por sus criaturas, tal como se revelan en el libro de la naturaleza y en las páginas de la inspiración, nuestros corazones se consolaban y fortalecían. Rodeados por las evidencias del poder de Dios y por su presencia, no podíamos albergar ninguna desconfianza o incredulidad. ¡Oh, cuán a menudo la paz, la esperanza y el gozo nos inundaron en nuestra experiencia en medio de estas rocosas soledades!NBEW 284.1

    “He estado otra vez entre las montañas, pero sola. ¡Nadie para compartir mis pensamientos y sentimientos mientras observaba una vez más aquellas grandiosas y terribles escenas! ¡Sola, sola! Los caminos de Dios parecen misteriosos, sus propósitos inescrutables. Sin embargo yo sé que deben ser justos, sabios y misericordiosos. Es mi privilegio y mi deber esperar pacientemente en él, y el lenguaje de mi corazón en todo el tiempo es el siguiente: ‘Dios hace todas las cosas bien’...NBEW 284.2

    “La muerte de mi esposo fue un duro golpe para mí. Lo sentí más agudamente porque fue repentino. Al ver el sello de la muerte sobre su rostro, mis sentimientos eran casi insoportables. Anhelaba llorar en voz alta en mi angustia. Pero sabía que esto no salvaría la vida de mi amado, y creía que no era cristiano entregarme al dolor. Busqué ayuda y consuelo de arriba, y las promesas de Dios se cumplieron en mi caso. La mano del Señor me sostuvo...NBEW 284.3

    “Aprendamos una lección de valor y fortaleza de la última entrevista de Cristo con sus apóstoles. Estaban por separarse. Nuestro Salvador estaba entrando en el sendero ensangrentado que lo conduciría al Calvario. Nunca hubo una escena más probadora que aquella por la cual pronto había de pasar. Los apóstoles habían oído las palabras de Cristo en las que predecía sus sufrimientos y su muerte, y sus corazones estaban apesadumbrados por el dolor, pero sus mentes estaban distraídas con la duda y el temor. Sin embargo no hubo llanto en voz alta; nadie se abandonó a la aflicción. Aquellas horas finales, solemnes y decisivas, fueron empleadas por nuestro Salvador para hablar palabras de consuelo y seguridad a sus discípulos, y entonces todos se unieron en un himno de alabanza... ¡Qué preludio a la agonía del Getsemaní, al abuso y escarnio de la sala de juicio y a las terribles escenas del Calvario, fueron aquellas últimas horas empleadas en cánticos de alabanza al Altísimo!NBEW 285.1

    “Cuando Martín Lutero recibía noticias desanimadoras a menudo decía: ‘Venid, vamos a cantar el Salmos 46’. Este salmo comienza con las palabras: ‘Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar’. En lugar de lamentos, lloro y desesperación, cuando las pruebas se acumulan sobre nosotros y nos amenazan como una inundación que quisiera abrumarnos, si no solamente oráramos pidiendo ayuda a Dios, sino que alabáramos al Señor por tantas bendiciones que nos ha dado—alabando a Aquel que es capaz de ayudarnos—, nuestra conducta sería más agradable a sus ojos, y veríamos más su salvación”.2The Review and Herald, 1 de noviembre de 1881.NBEW 285.2

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