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Notas biográficas de Elena G. de White

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    Visita al Hno. Harris, en Centerport

    Salimos de la casa del Hno. Edson con la intención de pasar el sábado siguiente en la ciudad de Nueva York. Era demasiado tarde ya para tomar el barco, de manera que tomamos una lancha, con la idea de trasbordar cuando llegara el próximo barco. Al verlo aproximándose, comenzamos a hacer los preparativos para abordarlo; pero la embarcación no se detuvo, y nosotros tuvimos que saltar a bordo mientras el barco estaba en movimiento.NBEW 123.1

    El Hno. Bates tenía en la mano el dinero de nuestro pasaje, y le decía al capitán del barco: “Aquí tiene esto para pagar el pasaje”. Al ver el barco moviéndose, él saltó para abordarlo, pero su pie se enganchó en el borde del barco, y cayó al agua. Comenzó entonces a nadar hacia el barco, con su cartera en una mano, y un billete de un dólar en la otra. Se le cayó el sombrero, y al rescatarlo perdió el billete de un dólar, pero retuvo la cartera. El barco se detuvo entonces para que él pudiera abordarlo. Sus ropas estaban empapadas con el agua sucia del canal, y estábamos cerca de Centerport, de manera que decidimos llegar al hogar del Hno. Harris, para que el Hno. Bates pudiera arreglarse la ropa.NBEW 123.2

    Nuestra visita resultó de beneficio a esta familia. Durante años la Hna. Harris había sufrido de catarro. Ella había usado rapé para aliviarse de esta aflicción, y decía que no podía vivir sin esto. Tenía mucho dolor de cabeza. Le recomendamos que fuera al Señor, el gran Médico, quien la sanaría de su aflicción. Decidió hacerlo, y tuvimos una reunión de oración en su favor. Abandonó completamente el rapé; sus dificultades resultaron grandemente aliviadas, y desde ese tiempo su salud fue mejor de lo que había sido durante años.NBEW 123.3

    Mientras estábamos en la casa del Hno. Harris tuve una entrevista con una hermana que usaba joyas de oro y sin embargo profesaba esperar la venida de Cristo. Le hablamos de las declaraciones expresas de la Escritura contra el uso de joyas. Pero ella se refirió a la ocasión en que se le ordenó a Salomón embellecer el templo, y a la declaración de que las calles de la ciudad de Dios eran de puro oro. Afirmó que si podíamos mejorar nuestra apariencia usando joyas, de manera que pudiéramos tener influencia en el mundo, esto estaba correcto. Le repliqué que nosotros éramos pobres mortales caídos, y que en lugar de decorar nuestros cuerpos porque el templo de Salomón estaba gloriosamente adornado, debemos recordar nuestra condición caída y que costó el sufrimiento y la muerte del Hijo de Dios para redimirnos. Este pensamiento debe causar en nosotros un sentimiento de humillación. Jesús es nuestro modelo. Si él abandonara su humillación y sufrimientos, y clamara: “Si alguien quiere venir en pos de mí, agrádese a sí mismo, y goce del mundo, y será mi discípulo”, la multitud lo creería y le seguiría. Pero Jesús no se nos presenta de otra manera que como el humilde crucificado. Si queremos estar con él en el cielo, debemos ser como él fue en la tierra. El mundo reclamará a aquellos que le pertenecen. Y quien quiera ser vencedor, debe abandonar lo que es mundano.NBEW 124.1

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